«Olvidemos la destitución de James Comey. Olvidemos la parálisis en el Congreso. Olvidemos la idiotez de la prensa que reporta el declive hacia la tiranía como si fuese un enfrentamiento deportivo entre las corporaciones republicanas y los demócratas corporativos, o un reality show protagonizado por nuestro maniático Presidente y los idiotas que lo rodean». Así […]
«Olvidemos la destitución de James Comey. Olvidemos la parálisis en el Congreso. Olvidemos la idiotez de la prensa que reporta el declive hacia la tiranía como si fuese un enfrentamiento deportivo entre las corporaciones republicanas y los demócratas corporativos, o un reality show protagonizado por nuestro maniático Presidente y los idiotas que lo rodean».
Así comienza un análisis de las causas de la crisis del sistema electoral, y por extensión del político y social, de Estados Unidos presentado por el premio Pulitzer Chris Hedges en su columna habitual en Truthdig y en otras publicaciones alternativas.
«Olvidemos el ruido. La crisis que enfrentamos no encaja en las imágenes públicas de los políticos que integran nuestro gobierno disfuncional. La crisis que enfrentamos es el resultado de un golpe corporativo de cuatro décadas, a cámara lenta, que ha hecho impotente al ciudadano, nos ha dejado sin auténticas instituciones democráticas y ha permitido a los poderes corporativo y militar convertirse en omnipotentes. Esta crisis la ha generado un sistema electoral corrupto con soborno legalizado. Donald Trump, es el síntoma de la enfermedad, no el padecimiento mismo».
Hedges considera que la declinación hacia el despotismo en Estados Unidos comenzó a partir del perdón otorgado a Richard Nixon, cuyos delitos administrativos en la presidencia eran crímenes impugnables aunque ahora hayan pasado a ser legales, así como han sido legalizados los asaltos extrajudiciales, incluyendo los asesinatos selectivos y encarcelamientos masivos de disidentes y radicales, especialmente de ciudadanos negros.
Todo comenzó, según Hedges, con la creación de cuerpos corporativos financiados por fundaciones y organizaciones que tomaron el control de la prensa, los tribunales, las universidades, la investigación científica y los dos principales partidos políticos.
Forma parte del origen del descalabro actual el hecho de que la policía militarizada comenzara a matar ciudadanos desarmados y a diseminar por todo el país el horrendo sistema estadounidense de encarcelamiento masivo y penas de muerte. Súmese a ello el despojo de los derechos constitucionales más básicos: privacidad, debido proceso, hábeas corpus, elecciones justas y disidencia. El desbarajuste se aceleró cuando operadores políticos como Roger Stone (un cercano asesor de Trump), emplearon dinero público en la creación de anuncios políticos negativos y narrativas falsas para engañar al público, convirtiendo el debate político en burlesco.
Apunta Hedges que «hoy estamos atrapados como ratas en una jaula… Un narcisista y un imbécil pueden ser los operadores de los circuitos eléctricos encendiéndolos y apagándolos, pero el problema está en que el estado corporativo lo controla todo; o lo desmontamos o estamos condenados».
Mumia Abu-Jamal, el preso político más conocido de Estados Unidos, dijo telefónicamente a Hedges desde la prisión donde está encarcelado en Frackville, Pennsylvania, que considera que el estado corporativo necesita que exista una ilusión de normalidad y de orden. «En Roma, los emperadores ofrecían pan y circo. En Estados Unidos, lo que ofrecen son imágenes de amas de casa en telenovelas, deportes y cuentos morales de gente mala y policías buenos. Este país se jacta de haber sido fundado en principios de libertad. Pero en verdad fue fundado en los de la esclavitud, el holocausto y el genocidio. Fuerzas racistas, violentas y despóticas siempre han sido parte del paisaje del país y a menudo han sido toleradas y habilitadas por el Estado para perseguir a la gente pobre de color y a los disidentes. Trump, es una vergüenza para el estado corporativo y los órganos de seguridad interna, puede ser removido de la Presidencia, pero un golpe palaciego sólo consolidaría el poder del estado profundo y sería utilizado de pretexto para intensificar las medidas internas de represión. Millones de personas, incluyendo a indocumentados, los que tienen condenas por delitos graves, los encerrados en cárceles y la gente pobre de color, que ya han sido despojados de sus derechos, y algunos asesinados indiscriminadamente por la policía. Son estas las realidades del terror de estado cotidiano a que están sometidas estas minorías, situación que solo terminará cuando acabe el proceso de saqueo corporativo… con o sin Trump».
Hedges considera que las élites corporativas, asustadas por lo que el científico social Samuel Huntington llamó «el exceso de democracia que se originó en la década de 1960», han venido destruyendo metódicamente el edificio democrático y al hacerlo se aseguran de que el nuevo sea puesto en manos de enemigos de una sociedad abierta y que la ciudadanía quede aislada del gobierno. Cuando las instituciones democráticas dejan de funcionar, cuando el consentimiento de los gobernados se convierte en una broma, los déspotas, los teóricos de la conspiración, los altos mandos militares, los multimillonarios, los estafadores y los protofascistas, llenan el vacío político.