Elevado hoy a ‘héroe nacional’ en los EE.UU., John McCain deja un dudoso legado sobre la tortura, que aseguró haber combatido, pero cuyo discurso no es avalado por la historia.
Como una sinfonía bien sincronizada, los principales medios estadounidenses y casi todo el espectro bipartidista en Washington, han elevado a ‘héroe nacional’ al senador por Arizona y dos veces candidato presidencial, John McCain, quien falleció hace algunos días.
Recordado por estos como un maverick, o ‘disidente,’ dentro del conservador Partido Republicano, entre los puntos de supuesta ‘discordancia’ estuvo su contradictoria posición frente a la tortura, que transitó coyunturalmente entre la condena a esta práctica, el silencio táctico e incluso la más pancista justificación de esta.
DE LA CELDA AL CAPITOLIO
Nacido en 1936 en la localidad colonense de Coco Solo en la antigua Zona del Canal, entonces enclave colonial estadounidense en Panamá, McCain siguió los pasos de su padre y abuelo al enrolarse en las fuerzas armadas.
Formado como piloto de combate, en 1967 participó en al menos 23 misiones de bombardeos contra decenas de ciudades y aldeas durante la cruenta Guerra de Vietnam. El 26 de octubre de aquel año, su avión A-4 Skyhawk sería alcanzado por las defensas antiaéreas de la resistencia vietnamita de Hanoi, precipitándose en un lago. Con sus brazos y piernas fracturadas por la explosión, según testigos McCain fue rescatado de morir ahogado por Mai Van On, un campesino norvietnamita que decidió salvarlo tras sobrevivir a las bombas estadounidenses que arrasaron más de una vez con la capital de la entonces Vietnam del Norte.
Detenido más de cinco años en la cárcel Hao Lao, fue liberado en 1973 en un intercambio de prisioneros, y que de acuerdo a su autobiografía Faith of my fathers , publicada en 1999, McCain aseguró haber sido torturado por sus captores.
El mismo año de su liberación, destaca el libro, fue condecorado como ‘héroe de guerra’, convirtiéndose el joven McCain en una especie de celebridad en los Estados Unidos. Una ironía mordaz, ya que mientras esto ocurría la CIA desplegaba operaciones de contrainteligencia contra el Vietcong (comunistas en Vietnam del sur), como el Programa Phoenix, una estrategia de seguridad que incluía asesinatos extrajudiciales y tortura.
Esos decisivos años en prisión, no solamente se convirtieron en su tarjeta de presentación como ‘republicano crítico’ frente a la tortura, sino a su vez, se constituyó en la principal narrativa sobre la cual McCain tejió su carrera política, primero en la Cámara de Representantes (1982 -1987) y luego en el Senado (1982 -2018).
DESNUDADO POR ABU GHRAIB
Con su historial de prisionero de guerra, McCain fue la ‘voz autorizada’ que se distancia de la ortodoxia de su Partido en cuanto a la tortura. Sin embargo, esa ‘disidencia’ no hizo más que diluirse entre las circunstancias, especialmente después de los ataques a las Torres Gemelas del 11 de septiembre, la posterior ‘guerra contra el terrorismo’ lanzada por el gobierno de George W. Bush y las catastróficas intervenciones en Afganistán (2001) e Irak (2003).
A solo meses de haberse iniciado la invasión a Irak, misma que fue respaldada con los votos de McCain en el Senado, organismos como Amnistía Internacional y la Cruz Roja ya reportaban sobre violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas estadounidenses en el país árabe, lo que posteriormente se confirmaría con el escándalo de torturas en la prisión de Abu Ghraib (oeste de Bagdad).
En abril de 2004, CBS News reveló fotografías de soldados estadounidenses abusando y ultrajando detenidos en la prisión iraquí. Desnudos y con la cabeza cubierta, estos fueron sometidos a vejámenes que incluían violencia física, agresiones psicológicas y abusos sexuales.
Pese a que la Casa Blanca aseguraba que estas solo eran extralimitaciones de ‘manzanas podridas’ en el Ejército, en noviembre del 2005 The Washington Post reveló la existencia de un programa sistemático y autorizado al más alto nivel en el Pentágono, para la comisión de tortura por parte de la CIA en centros de detención clandestinos en el mundo.
Cuando el escándalo era insostenible, en una vuelta a su discurso moral contra la tortura, McCain impulsó la aprobación de la Ley para el Tratamiento de Detenidos, la cual exigía a los militares ceñirse a los Manuales de Campo del Ejército estadounidenses en materia de interrogatorios de inteligencia, que -al menos en el papel- la prohibían.
‘Hemos enviado un mensaje al mundo de que Estados Unidos no es como los terroristas (…) somos una nación que defiende los valores y los estándares de comportamiento y tratamiento de todas las personas, sin importar cuán perversas o malas sean’, declaró McCain, tras la aprobación de la enmienda en 2005.
Pese a la firmeza discursiva del senador y presentado como una victoria de los ‘valores americanos’ (sic), la enmienda quedó como un ‘performance’ más que como un norma efectiva para detener las torturas de las fuerzas estadounidenses en el extranjero.
Esta dejó vacíos legales en medio de presiones de la Administración Bush, que dejaban a la norma sin contenido real. La norma no incluía a los interrogadores de la CIA ni tampoco legislaba sobre los contratistas privados, cuando estos eran los principales ejecutores de la tortura como en el caso de Abu Ghraib.
Llamadas eufemísticamente por la CIA como ‘técnicas de interrogatorio mejoradas’, abarcaban un macabro abanico de ‘procedimientos’ como el waterboarding -simulación de ejecución por ahogamiento-, descargas eléctricas, privación de sueño, humillaciones que incluían untar con sus heces a los detenidos u obligarlos a asumir posiciones estresantes; muchos de ellos sin cargos ni juicios en su contra.
Estas acusaciones fueron confirmadas oficialmente por el Informe Taguba (2004), una investigación abierta por las fuerzas armadas de EE.UU., en el que incluso se registran violaciones a mujeres detenidas y sodomización con palos de escoba. Todo filmado y fotografiado por el personal militar.
Pese a los pedidos de organizaciones de derechos humanos como la Unión Americana para las Libertades Civiles (ACLU), el presidente Barack Obama prohibió la publicación de las fotos, argumentando que esto pondría ‘en riesgo’ a la tropas en el extranjero.
La ley de McCain, también eximía en la práctica al personal que hubiera cometido tortura bajo el concepto de ‘obediencia debida’, es decir, por seguir órdenes de sus superiores. Un supuesto no admitido por el derecho internacional, desde que los Tribunales de Nuremberg sobre los crímenes nazis en 1945, establecieron jurisprudencia en cuanto a que ‘el hecho de que el acusado haya obrado según instrucciones de su gobierno o de un superior jerárquico no le eximirá de responsabilidad’.
Para 2008, McCain tuvo la oportunidad de reinvindicar su fama de ‘maverick’, cuando en el Senado se propuso una enmienda que buscaba quitar la ‘carta blanca’ que mantenía la CIA sobre las torturas.
El para entonces candidato presidencial decidió votar en contra, en la línea de la Administración Bush, que más adelante endosaría su apoyo a la campaña de McCain.
VIEJO ‘RÉCORD’
La postura ambivalente y complaciente de McCain ante la tortura, no fue solamente puesta en evidencia durante la Era Bush.
En gran parte de su trayectoria senatorial, respaldó sin cortapisas la mayoría de las aventuras militares de los jefes de turno en la Casa Blanca, y en la que se registraron violaciones a los derechos humanos y tortura.
Con Ronald Reagan en el poder (1981-1989), McCain apoyó decididamente las intervenciones en Nicaragua, El Salvador, y Guatemala.
En la Escuela de las Américas -ubicada en la ex Zona del Canal-, miembros del ejército y escuadrones de la muerte de estos países utilizaron métodos de tortura aprendidos con manuales elaborados por el Pentágono e impartidos por oficiales estadounidenses.
El periodista estadounidense John Dinges reveló, en 2008, en The Huffington Post , citando cables desclasificados de la embajada de Estados Unidos en Chile, que detallan sobre una entrevista secreta en 1985 entre McCain -entonces miembro de la Cámara de Representantes- y el dictador Augusto Pinochet, cuyo régimen fue responsable de la muerte de al menos 3,000 personas, y más de 30,000 presos políticos que sufrieron cárcel y tortura.
Bajo la gestión de George Bush padre (1989-1993) dio su visto bueno a la Invasión a Panamá (1989) y la Guerra del Golfo (1990), mientras que con Bill Clinton (1993-2001) respaldó los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia (1999), todas, acciones bélicas violatorias del derecho internacional
En el 2011 respaldó a Obama en el bombardeo de Libia, cuya destrucción convirtió al país africano en cabeza de playa para la comisión de tortura y venta de esclavos por parte de grupos yihadistas, según informes de la Organización Mundial para la Migración y de la oenegé Human Rights Watch.
En sus últimos meses como senador, en medio de una batalla personal con el actual mandatario Donald Trump, votó en contra del nombramiento de Gina Haspel, elegida por el presidente como nueva directora de la CIA, señalada por torturas contra detenidos bajo su mando en prisiones clandestinas en Tailandia.
‘El papel de Haspel en la supervisión del uso de la tortura (…) es inquietante. Su negativa a reconocer la inmoralidad de la tortura la descalifica’, dijo McCain para justificar su negativa de respaldo.
Para el senador, el anterior no contradice el compromiso ‘patriótico’ con los Estados Unidos de la jefa de la CIA, al describirla como ‘una patriota que ama (al) país y ha dedicado su vida profesional a su servicio y defensa’.
Haspel sería confirmada por el Senado para el cargo. Y McCain entraría al panteón de los ‘héroes americanos’, donde torturar y ser patriota parecen ser dos caras de una misma moneda.