Traducido para Rebelión por Germán Leyens En Washington circula un sensacional informe sobre la implosión de George Bush. Proviene de Doug Thompson, editor de Capitol Hill Blue, publicado en la madrugada del 4 de junio. «La conducta cada vez más errática de George W. Bush y sus repentinos cambios de humor han convertido las salas […]
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
En Washington circula un sensacional informe sobre la implosión de George Bush.
Proviene de Doug Thompson, editor de Capitol Hill Blue, publicado en la madrugada del 4 de junio.
«La conducta cada vez más errática de George W. Bush y sus repentinos cambios de humor han convertido las salas del Ala Oeste [de la Casa Blanca] en un hervidero mientras los asesores expresan en privado su creciente preocupación por el estado mental de su líder.»
Así comienza el informe confidencial de Thompson. Continúa diciendo:
«En reuniones con asesores de alto nivel y funcionarios de la administración, el presidente pasa en un mismo aliento de citas de la Biblia a obscenas rabietas contra los medios, los demócratas y otros que clasifica como ‘enemigos del estado’.
«Me recuerda los días de Nixon», dice un consultor político de muchos años del partido republicano con contactos en la Casa Blanca. «Todos son enemigos; todos le quieren hacer daño. Es la atmósfera que domina allí.» Obviamente habla del Nixon de sus últimos días, enlodado por Watergate, cuando un presidente borracho despotricaba hasta tarde por la noche, y Kissinger hizo saber que él se había hecho cargo del botón nuclear.
Y hablando del botón nuclear, Thompson dice que ha entrevistado, extraoficialmente, a una serie de empleados de la Casa Blanca que hablan de que Bush declara que sus decisiones son «la voluntad de Dios» y que luego dice a sus asesores «que manden a la mierda» a quienquiera consideren como oponente a su administración.
Cita a un asesor: «Estamos en guerra, no hay duda. Lo que ya no sé es cuál es el enemigo. Parece que pasamos más tiempo tratando de destruir a John Kerry que a al Qaeda y la lista de nuestros enemigos sigue creciendo y creciendo».
Toda crítica es imposible. El presidente reacciona ferozmente. La forma como se percibió realmente el despido el miércoles por la noche del director de la CIA, George Tenet, fue según un asesor:
«Tenet quiso renunciar el año pasado, pero el Presidente se irguió y no quiso oír hablar de ello. Hubiese sido el momento oportuno para hacer un cambio, no en medio de una campaña electoral pero cuando el director le discutió al presidente durante la reunión del miércoles, el presidente lo interrumpió diciendo ‘Ya basta, George. No puedo aceptar la deslealtad. Quiero su renuncia y la quiero ahora mismo.»
Thompson escribe que «A Tenet se le permitió que renunciara ‘voluntariamente’ y Bush informó a su sorprendido personal de la decisión el jueves por la mañana. Un asesor dice que el presidente realmente describió la decisión como «voluntad de Dios. Dios también podrá ser el motivo por el cual el Ministro de Justicia, John Ashcroft, el pararrayos de la administración por sus dudosas acciones que, según los críticos, amenaza libertades garantizadas por la Constitución, sigue formando parte de la elite del poder. Miembros del personal del Ala Oeste llaman a Bush y a Ashcroft ‘los Blues Brothers’ porque ‘forman parte de una misión divina’.»
«‘El Ministro de Justicia es tan inmediato al presidente debido a la religión’, dice un asesor. ‘Ambos creen que toda acción es justificable en nombre de Dios’.»
«Bush, que siempre fue un hombre con malas pulgas, ahora estalla a la menor ocasión y pone a caldo a sus asesores, los llama ‘tontos del culo’ delante del personal o, si considera que alguien tiene una actitud crítica, es ‘antipatriota’ o ‘antiamericano’.»
«En este lugar rige un ambiente de asedio, no cabe la menor duda». Thompson cita a un asesor: «En esta administración, no hay que llevar turbante o hablar persa para ser un enemigo de Estados Unidos. Basta con no estar de acuerdo con el presidente.»