En un discurso que pronunció el 21 de septiembre pasado, durante la apertura de la 59na. Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente George W. Bush expresó con su habitual desvergüenza: «(.) Estamos decididos a destruir las redes terroristas dondequiera que operen .» Previamente había sorprendido al auditorio mundial allí presente con otra cínica […]
En un discurso que pronunció el 21 de septiembre pasado, durante la apertura de la 59na. Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente George W. Bush expresó con su habitual desvergüenza: «(.) Estamos decididos a destruir las redes terroristas dondequiera que operen .» Previamente había sorprendido al auditorio mundial allí presente con otra cínica frase: «Sabemos que los gobiernos opresivos respaldan el terrorismo, mientras que los gobiernos libres combaten a los terroristas entre ellos.
Tras el sabor amargo dejado en mí al leer este discurso cargado de falsedades y prepotencia, y pronunciado ante un foro cada vez más inoperante y genuflexo, pensé que el mundo de hoy debe hacer algo urgentemente para que prevalezcan la razón y la justicia, recuperándose de ese sopor cargado de cobardías, oportunismos y apatías. Se juega su destino el mundo, me dije también, y duele verlo entregarse, sin presentar batalla, a los apetitos impúdicos del gigante de las siete leguas, capaz de mentir ante la cara de todos sin asomo de rubor y de vergüenza.
Por mi parte, reflexioné, es cierta la necesidad de poner coto a crímenes como los del 11 de septiembre en Nueva York, o el del nefasto 11 de marzo en Madrid, así como el recientemente cometido en Beslán. El terrorismo es un flagelo dañino y repudiable para cualquier hombre justo en el mundo de hoy. Pero, si repudiable es limitarse a recontar a las víctimas de estas atrocidades, también lo es esgrimir el antiterrorismo como un argumento para cometer otras barbaries o limitarse, como es costumbre para Estados Unidos, a condenar o exculpar terroristas en nombre de sus conveniencias y fines políticos.
Dos hechos precedentes y contradictorios en este contexto, adoptados con claros fines reeleccionistas, marcan las controvertidas actitudes de la Casa Blanca hacia el terrorismo. El primero lo fueron las medidas adoptadas por la agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP), una de las divisiones del omnipotente Departamento de Seguridad del Territorio Nacional, y dadas a conocer el pasado 20 de agosto mediante una hoja informativa oficial, con la finalidad de proteger a esa nación de supuestas amenazas terroristas. Según declaraciones del comisionado Robert C. Bonner, uno de los jefes de esa institución: «Ha habido preocupaciones en cuanto a que los terroristas tratarán de entrar a nuestro país a través de nuestra frontera sur. (.) Somos conscientes de la amenaza terrorista y hora tras hora evolucionamos para encararla y mantener protegidos a Estados Unidos».
El otro hecho, capaz de vulnerar la credibilidad de Bonner (y de Bush) lo fue el que, unos días después de sus declaraciones, ingresaron al territorio norteamericano, precisamente por esa archiprotegida frontera sur, tres terroristas de origen cubano excarcelados arbitrariamente por la ex presidenta panameña Mireya Moscoso. Protegidos por una oscura trama de complicidades, viejos compromisos y desvergonzada confabulación, Guillermo Novo Sampoll, Pedro Crispín Remón Rodríguez y Gaspar Jiménez Escobedo, fueron recibidos como héroes en Miami a pesar de su largo prontuario terrorista y de haber usado pasaportes falsos para llegar a esa ciudad.
No puedo creerle a Bush, entonces, ni sentirme conmocionado por «su pena» hacia las víctimas de los atentados terroristas en Nueva York, Madrid, Beslán y otros lugares.. Quien recibe como héroes a criminales y se compromete a ampararlos durante cuatro décadas, olvidándose que esa misma gente ha cometido más de 360 hechos terroristas en su propio país (Estados Unidos), de los que 186 afectaron a entidades gubernamentales y a ciudadanos norteamericanos, no puede capitanear con honestidad y franqueza una campaña antiterrorista en el mundo. ¿Habrá olvidado Bush, por ejemplo, que sólo en 1975, por citar un ejemplo, explotaron más de 100 bombas en Miami, colocadas por Omega 7 y otros grupos terroristas de origen cubanos?
Baste citar algunos ejemplos que implican nada menos que a dos de los terroristas autorizados a ingresar a territorio norteamericano por la Casa Blanca el pasado mes de agosto, Guillermo Novo Sampoll y Pedro Crispín Remón, para analizar cómo el gobierno norteamericano se olvida caprichosamente de la peligrosidad potencial de estos asesinos confesos. En un largo documento expedido por el Departamento de Justicia el 29 de octubre de 1993, en el que se describen las actividades terroristas de Omega 7, se dice:
«Omega 7 es un grupo terrorista de origen cubano, fundado el 11 de septiembre de 1974 por Eduardo Arocena, con base en la Florida y dirigido a derribar a Castro. (.) Las áreas de actividad de Omega 7 fueron Nueva York, Nueva Jersey y Miami. Sus blancos principales eran representantes del gobierno cubano y cualquier individuo, organización, facilidad o negocio que apoyara de cualquier forma al gobierno comunista de Fidel Castro. La mayoría de los ataques de Omega 7 consistieron en asesinatos, atentados y explosiones con bombas.»
«Por ejemplo, en 1964, Guillermo e Ignacio Novo, ambos miembros del Movimiento Nacionalista Cubano, dispararon fallidamente contra el edificio de la ONU mientras pronunciaba un discurso el héroe revolucionario cubano, Ernesto «Che» Guevara. El proyectil falló y cayó en el río casi golpeando a un carguero que pasaba por allí».
En este propio informe del FBI se explican las actividades terroristas de Pedro Remón en territorio norteamericano:
«Durante 1980, poco después de la explosión de una bomba en el consulado cubano en Montreal, Canadá, Pedro Remón y Saúl Ramón Sánchez fueron detenidos por funcionarios del Departamento de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos cuando trataban de ingresar a territorio norteamericano. Sus identidades fueron verificadas por el INS y enviada la información al FBI. (.) La investigación a fondo de Pedro Remón indicó que era el ejecutor de los disparos contra Eulalio José Negrín, activista favorable a Castro, y Félix García Rodríguez, diplomático cubano asignado a la CMUN.»
Otros documentos oficiales de agencias norteamericanas vinculan a Guillermo Novo Sampoll con el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y de su ayudante Ronnie Moffit, ocurrido en 1976. Unto a él participaron su hermano Ignacio, José Dionisio Suárez y Alvin Ross Díaz.
Ambos terroristas y su acompañante en el ingreso a territorio norteamericano, Gaspar Jiménez Escobedo, a pesar de «las fuertes medidas de protección de fronteras» adoptadas por el CBP, tienen también un largo historial de criminales acciones contra Cuba y se han visto involucrados en decenas de planes de atentado contra el presidente Fidel Castro. En franca violación de la Ley de Neutralidad del 25 de junio de 1948, han funcionado como grupos terroristas de abierta hostilidad contra la Isla, promoviendo un criminal beligerancia hacia el pueblo cubano. Ellos han participado en algunos de los más de 560 actos terroristas perpetrados en estos años de proceso revolucionario, que han provocado miles de muertos y heridos a los cubanos.
El antiterrorismo oportunista, desvirtuado y pervertido que esgrimió Bush en su discurso ante la ONU, podrá engañar a incautos una vez y tal vez otras veces, pero la verdad saldrá a flote en la medida en que el mundo sea capaz de desprenderse de sus miedos y ponga por escudo a la verdad.