Esta pregunta yo ni me la planteo. Es el título del editorial de Los Angeles Times de la semana pasada, antes de que se dijera que en la justa televisiva con Kerry, el presidente norteamericano llevaba un chuletero en la espalda, debajo de la chaqueta. ¡Cómo se progresa! Cuando yo cursaba bachillerato me hacía las […]
Esta pregunta yo ni me la planteo. Es el título del editorial de Los Angeles Times de la semana pasada, antes de que se dijera que en la justa televisiva con Kerry, el presidente norteamericano llevaba un chuletero en la espalda, debajo de la chaqueta. ¡Cómo se progresa! Cuando yo cursaba bachillerato me hacía las chuletas en la palma de la mano, y con una mirada furtiva soltaba al examinador la composición del agua oxigenada o la lista de los reyes godos, tan miniaturista me había vuelto y tan buena vista se tiene a los doce años. También, antes de recitar mis pecados al cura -que había de inventar, pues nunca supe lo que es un pecado, y menos distinguir entre el mortal y el venial- me leía ocultamente el Yo pecador , y eso que es largo: no extensos los deslices, sino la plegaria. Esa buena costumbre no desapareció de mi vida. Cuando fui al Canal 5 para comentar las causas del desmoronamiento del anterior jefe del Gobierno español, llevaba las explicaciones en el dorso de la mano, y la cámara me enfocaba cada vez que las descubría.
Ante tamaña duda que angustia a Los Angeles Times (y hay de qué: se juega el futuro de la humanidad), me permito comunicar a mis colegas americanos (y a mis eventuales lectores, por supuesto), el resultado de mis investigaciones al respecto.
Es cierto que Bush comete no pocos de-saguisados (me refiero a los lingüísticos; no a los bélicos que todos conocemos) y repite de forma obsesiva muchas frases acuñadas, como la que le soltó equis veces a Kerry: «El mundo es mejor sin Sadam Huseín», una variante de lo que dijera Tony Blair en un momento de inspiración: «El mundo es mejor con Sadam Huseín en prisión».
Dicen que Bush es disléxico, afección contraída en su juventud desquiciada, y que gira alrededor de las palabras hasta dejarlas sin sentido. Yo, que nunca me pliego a juicios ajenos salvo si se acoplan con los míos, fui a bucear en las fuentes la realidad de estos decires. Y en un discurso ante el Congreso de la Perseverancia en New Hampshire, el 28 de enero del 2000 dijo: «Este es el mes de la preseverancia (sic). Yo soy partidario de la preseverancia. Es exactamente los que hago cuando soy candidato a la presidencia : presevero». Y en cuanto a sus gustos literarios, recordemos que circuló por ahí una foto en la que le estaba leyendo cuentos a un niño con el libro del revés. Y el 3 de enero del 2001 emitió este análisis literario a U.S. News &World Report: « Una de las cosas fabulosas de los libros es que a veces tienen imágenes bellísimas». A veces le salen actos fallidos clásicos, que no precisan de Freud ni de Lacan. Como explicó al NPR All Things Considered del 16 de junio del 2000, comentando las tantas veces que firmó sentencias de muerte en Texas. «No creo que en Texas se haya ejecutado jamás a una persona culpable… Quiero decir, inocente». De igual tenor es la frase que dijo en la Casa Blanca en diciembre del 2001, el año trágico de las Torres Gemelas: «Al fin y al cabo, para Laura y para mí, ha sido un año fabuloso». En cambio, no debe ser muy estólido el presidente cuando es capaz de la distinción siguiente, en el Today Show del 1 de agosto del 2000 : «Si seguimos así, le diré al país lo que pienso de él, tanto como ser humano que como persona «. Hay que reconocer que a veces Bush admite sus carencias, pero no halla la palabra adecuada, como en el Real West Wing del 23 de enero del 2001 : «Bueno; lo concedo: no soy un gran lingüista » (resic), lo que haría saltar a Chomsky. Es cierto: también el 14 de junio del 2001 dijo en Gotemburgo: «Hemos hablado demasiado tiempo de África, y con razón, pues África es una nación que sufre una enfermedad increíble». ¿Y si acaso pierde las elecciones en noviembre? No nos preocupemos. Lo dijo en Texas el 8 de enero del 2001: «Pienso que ahora debo limitarme a concluir el mandato, para pasar a otra cosa, gozar de la existencia y comenzar a participar activamente en la vida del país». Y para terminar este análisis sucinto del pensamiento bushiano, esta frase del 29 de enero del 2001 que ilumina sus planes presidenciales: «Si me preocupo tanto por guardar el poder ejecutivo, no lo hago solamente por mí, sino por mis predecesores «. Es decir, por Kennedy, Roosevelt, Lincoln, Jefferson… Un gran diseño, que nos fuerza a meditar sobre los objetivos de este personaje.