En un reciente artículo del New York Times, el corresponsal Neil Lewis ha expuesto cómo los detenidos en la basa naval de Guantánamo son sometidos a brutales tratamientos coercitivos. El ejército de Estados Unidos ha desmentido que esto ocurra afirmando que esos casos extremos han ocurrido solo en situaciones excepcionales. Pero Lewis ha entrevistado a […]
En un reciente artículo del New York Times, el corresponsal Neil Lewis ha expuesto cómo los detenidos en la basa naval de Guantánamo son sometidos a brutales tratamientos coercitivos. El ejército de Estados Unidos ha desmentido que esto ocurra afirmando que esos casos extremos han ocurrido solo en situaciones excepcionales. Pero Lewis ha entrevistado a guardias de esa siniestra cárcel y ha obtenido claros testimonios de lo que en realidad ocurre allí.
En el principal edificio de internamiento, conocido como Campo Delta, se desnuda a los prisioneros y se les encadena a una silla bajo la luz de potentes reflectores y son sometidos a un bombardeo de estridencias, de muy altos decibeles, con una climatización extremadamente fría. Esto es particularmente incómodo para los afganos e iraquíes acostumbrados a vivir en países cálidos. El tratamiento suele durar unas catorce horas. Usualmente eso los «fríe», al decir de uno de los custodios, es decir, los debilita y los hace vulnerables a todo tipo de solicitudes.
Cuando los presidiarios son devueltos a sus celdas y comienzan a reponerse mediante un sueño restaurador, son despertados y se les somete a un nuevo tratamiento de intenso frío, ruido, desnudez y sujeción física. Estos ciclos se repiten cinco o seis veces, hasta que la víctima es reducida a una pulpa humana, sin carácter ni voluntad.
Lewis obtuvo esas entrevistas con los custodios bajo la promesa de guardar el anonimato de sus informantes ya que muchos de ellos permanecen en servicio activo. Es la primera vez que se difunden estas revelaciones tan brutales. Las declaraciones de los guardianes complementan las antes realizadas por el escaso grupo de prisioneros que ha sido liberado.
La Casa Blanca se ha defendido, mediante las manifestaciones de uno de sus voceros, alegando que las convenciones de Ginebra sobre los prisioneros de guerra no son aplicables a terroristas. Como es sabido, ese es el calificativo que el gobierno de Estados Unidos aplica a los militantes de la resistencia patriótica que hacen frente a la oprobiosa ocupación extranjera de sus países. El gobierno de Bush ampara estas prácticas y disculpa a quienes la realizan, invocando el derecho a usar todos los métodos posibles en la supuesta lucha contra el terrorismo.
Hace un par de meses el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, encargó a una comisión una encuesta sobre las torturas. Se trataba de un ardid político para evadir la inmensa presión de la opinión pública sobre estas prácticas que han sido aprobadas, según algunos, por el propio Rumsfeld, quien atendió a la solicitud de la inteligencia militar y aprobó dieciséis técnicas de interrogatorio martirizador, que se añadieron a la diecisiete ya existentes en los manuales aprobados de procedimiento militar. En abril de 2003 Rumsfeld actualizó esas técnicas de tormento con la aprobación de 24 nuevos métodos para obtener confesiones. Los suplicios empleados incluyen algunos de carácter religioso como el reemplazo del aceite, que usan los musulmanes en sus oraciones, por detergentes.
El organismo investigativo, por supuesto, blanqueó a la Secretaría de Defensa diciendo que los procedimientos represivos eran raramente utilizados. Pero además llegaron a extremos de fantasía delirante cuando sostuvieron que los guardias proporcionan un trato «estable, seguro, protector y humano» a los cautivos.
Los informes de los abusos -algunos, incluso, de carácter sexual–, cometidos en la cárcel de Abu Ghraib, han reforzado el estupor con que el mundo ha recibido este resucitar de las prácticas de la Gestapo nazi, que ya se creían abolidas para siempre. El Pentágono argumenta que el flujo informativo que se obtiene mediante esos métodos es abundante y útil en la llamada «lucha antiterrorista». Actualmente hay en Guantánamo cerca de seiscientos prisioneros, A muchos se les acusa de ser combatientes de Al Quaida.
La CIA ha sido especialmente activa en recomendar el uso de torturas. Se considera al general Ricardo Sánchez como uno de quienes viabilizaron los atropellos en la cárcel de Abu Ghraib. La foto de Lynndie England, soldado que se mostró junto a iraquíes desnudos en cautividad en diversos juegos y posturas eróticas es el caso más publicitado pero no es excepcional.
Ese es el gobierno que quiere hacernos creer que defiende los derechos humanos, que acusa a Cuba de no efectuar elecciones democráticas, que acosa a Chávez, que promovió el golpe del criminal Pinochet y creó los escuadrones de la muerte para exterminar a los liberales latinoamericanos. Bush es un criminal de guerra que debiera ser juzgado, al terminar su mandato, en un nuevo tribunal de Nuremberg.