En un magnífico artículo publicado hace un mes por Naomi Klein, El auge del capitalismo del desastre (The Rise of Disaster Capitalism), nos enteramos de algunos datos muy significativos sobre la planificación de la guerra y la conquista que está realizando el presidente Bush. La doctrina de la «guerra preventiva», asumida definitivamente como guerra al […]
En un magnífico artículo publicado hace un mes por Naomi Klein, El auge del capitalismo del desastre (The Rise of Disaster Capitalism), nos enteramos de algunos datos muy significativos sobre la planificación de la guerra y la conquista que está realizando el presidente Bush. La doctrina de la «guerra preventiva», asumida definitivamente como guerra al margen de las reglas, con violación de las normas y leyes internacionales, se está desarrollando en una planificación detallada de las destrucciones y reconstrucciones de países. La guerra no es más que un instrumento rápido en manos de los nuevos dioses para transformar el mundo. En el fondo aparece una visión providencial-colonialista mucho más intensa que la manifestada públicamente hasta ahora. Y también la confianza en unos niveles de complicidad de los aliados europeos que nos obliga a considerar que, lo queramos o no, todos estamos en guerra.
El dato está ahí, al alcance de todos. No puede ser negado y sólo puede sorprender a algunos ingenuos: Bush está planificando la reconstrucción -y por lo tanto, y en primer lugar, la destrucción- de veinticinco países.
En el verano pasado, el día 5 de agosto de 2004, sin ostentación burocrática ni incidencia mediática ninguna, el presidente creó la «Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y Estabilización. Su misión es nada menos que desarrollar «planes post-conflicto» para veinticinco países que todavía no están en conflicto. Además de ese trabajo de planificación para un futuro cuyo diseño fundamental -a través de la guerra- corresponde al Pentágono, la Oficina será capaz de coordinar tres operaciones totales de reconstrucción de países realizadas al mismo tiempo, y con duraciones aproximadas de cinco a siete años. En un sueño incomparablemente más mortífero que el hitleriano, Bush y la clase política del «Gran Gobierno» de los EEUU, están dispuestos a crear un mundo nuevo -el nuevo Reich de los Mil Años- planificando sistemáticamente la destrucción-reconstrucción de tres países cada cinco o siete años.
Como dice Naomi Klein: «Como es debido, un gobierno fiel a la destrucción preventiva perpetua ahora tiene una oficina estable para la reconstrucción preventiva.»
La cuestión funciona, más o menos, de la siguiente manera.
El Consejo de Seguridad Nacional a la vista de los planes estratégicos, determina cuáles son los países de «alto riesgo», «estados fracasados», o componentes de «ejes del mal», que merecen una atención especial de los Estados Unidos. A partir de ahí se inicia un proceso de desestabilización, o simplemente, de generación de una crisis. Por un lado trabajarán la CIA, el Departamento de Estado y el de Defensa, en la fabricación de alternativas políticas, el desarrollo de conflictos diplomáticos y la preparación de la guerra; por el otro la flamante «Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y Estabilización» iniciará la planificación de la destrucción del país y de la «reconstrucción» subsiguiente. Lo primero será tarea para el Pentágono, lo segundo materia de contratos con las multinacionales norteamericanas.
Como ha señalado el primer coordinador de la oficina de los apocalipsis, Carlos Pascual, anterior embajador en Ucrania, la tarea consiste en mantener una «lista de vigilancia» de paises «reconstruibles». Esa lista permite establecer equipos de trabajo, integrados con empresas privadas, ONG,s y miembros de Think Tanks, como organizaciones de «respuesta rápida» que entrarán en «la planificación preguerra» y serán capaces de «movilizar y desplegar recursos» una vez que el conflicto haya disminuido. Para llevar la eficacia hasta el límite: «acortar en dos o tres meses el tiempo de respuesta», la oficina tendrá «contratos precompletados» para reconstruir países todavía no destruidos.
El panorama que resulta de todo esto parece sacado del guión de una película de terror. Sin lugar a dudas el Pentágono y la nueva Oficina del Apocalipsis, coordinarán detalladamente las destrucciones con criterios tales como la nueva estructura de la propiedad deseada y la rentabilidad empresarial de la reconstrucción.
Los equipos de Carlos Pascual trabajan -según explicó en el Center for Strategic and Internacional Studies- para «cambiar el entramado social de una nación» no para reconstruir viejos estados sino para construir otros nuevos «democráticos y orientados hacia el mercado». En caso necesario podrían ayudar a «liquidar las empresas estatales que crearon una economía inviable». A veces, la reconstrucción significa «destruir lo viejo».
Con estos nuevos datos proporcionados por Naomi Klein no es muy difícil analizar el proceso modélico de «destrucción-reconstrucción creadora» de Iraq, realizado en su primera fase por el Pentágono y puesto en marcha, en su segunda, por Paul Bremer, el administrador de la Autoridad Provisional de la Coalición.
Tampoco es difícil analizar el significado real del Informe del Comité para la Asistencia a una Cuba Libre -sin duda uno de los países de la lista de veinticinco a la que se refirió Carlos Pascual- que con un lenguaje suficientemente claro, plantea la «destrucción del entramado social», la «destrucción de lo viejo» y la «orientación hacia el mercado», que han decidido para Cuba los dirigentes estadounidenses de ese Nuevo Reich de los Mil Años.
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El auge del capitalismo del desastre
05-05-2005