Según la religión animista africana, tres orichas -cuando unen su acción- pueden producir grandes desvastaciones como aviso, como castigo o como premio, y ningún oricha guardián, sea Orumbila u Oggún pueden enfrentarlos con éxito. Para un creyente santero, pudieran creer que Yemayá la reina de los mares, Agayú el rey de los ríos y Changó […]
Según la religión animista africana, tres orichas -cuando unen su acción- pueden producir grandes desvastaciones como aviso, como castigo o como premio, y ningún oricha guardián, sea Orumbila u Oggún pueden enfrentarlos con éxito. Para un creyente santero, pudieran creer que Yemayá la reina de los mares, Agayú el rey de los ríos y Changó el dios de los rayos, en una acción conjunta desvastaron -y no como premio- grandes regiones de Luisiana y de sus territorios aledaños, los cuales son ricos en recursos naturales y muy poblados, sobre todo a partir de alejarse del cauce del río Mississippi.
Luisiana está rodeada por Mississippi (este), Texas(oeste) y Arkansas (norte) y Mar Caribe (sur). Por ser tres estados esclavistas antes de la formación de la Nación actual es necesario recordar que Luisiana tiene un 63,55% de población blanca, del total de casi 5 millones de habitantes, mientras que sólo 32,5% es afronorteamericana. Arkansas con cerca de 3 millones, la población blanca es de cerca del 80% y la afronorteamericana del 15,7%. Por su parte, Mississippi también con cerca de 3 millones de habitantes los blancos forman el 61,4% de la población, mientras que los afronortemaericanos o negros constituyen sólo el 36,3%, lo cual es una proporción más alta de afronorteamericanos que en Luisiana o Arkansas.
Sin embargo, todos los documentales y reportajes de los medios de comunicación respecto a Luisiana muestran que más del 85% de los muertos, desamparados y deambulantes a causa de Katrina son pertenecientes a la población negra o afronorteamericana.
¿Qué está revelando -dramáticamente- el huracán Katrina para quienes no profesamos la religión yoruba?
En un primer acercamiento, esto está revelando las desigualdades sociales que existen en la Nación de Washington y Lincoln, basadas en las desigualdades de desarrollo del país más poderoso del planeta que permiten su actuación a escala mundial y que a su vez han sustentado el desarrollo del norte y del oeste de los Estados Unidos.
En efecto, son precisamente esas poblaciones residentes en esos tres estados que sustentan gran parte de las riquezas de Estados Unidos. Y son precisamente ellos los que más sufren por no tener casas apropiadas en zonas seguras, por tener estilos de vida consumistas por encima de modos de vida habitables, por ser víctimas de infraestructuras para extraer las riquezas de las regiones y no infraestructuras apropiadas para darle bienestar a la población. Y todo ello lo está demostrando el furor de Katrina.
Luisiana, Mississippi y Arkansas son regiones muy extremadamente ricas en recursos minerales. El petróleo y el gas natural han sido y son los recursos más importantes. Las industrias estatales comprenden productos químicos, equipamiento de transporte, productos derivados del petróleo y del carbón, papel, alimentos procesados y metales. La sal y el azufre resaltan en su economía. La industria forestal y agricultura son dos grandes fuentes de riquezas. Luisiana es gran productora de madera contrachapada y sus empresas pesqueras tienen una gran volumen de producción a nivel nacional. Gran parte del impacto musical en la cultura norteamericana proviene de Luisiana.
Sin embargo, un huracán como Katrina les ha pruducido grandes daños materiales, humanos e institucionales puesto que la naturaleza no sufre, pues ajusta o equilibra sus beneficios y perjuicios.
De qué les ha servido a estos cientos de miles de potenciales ricos» -ahora desamparados- «la rápida expansión de las industrias petroquímicas y de construcción naval» ocurrida durante la II Guerra Mundial, «así como al aumento de la producción de gas y petróleo» para que el puerto de Nueva Orleans haya adquirido la importancia que tuvo hasta que llegó Katrina?.
¿De qué ha servido el empuje de la construcción naval y el canal de 122 km, que acortaba distancias entre Nueva Orleans y el golfo de México, si sus constructores y obreros han quedado sin casas y todos tienen que comenzar desde cero debido a una desigual distribución de las riquezas que generaron todos esos beneficios, sólo para unos pocos que salieron en helicópteros y aviones propios, o en grandes bam ante los anuncios metereológicos?.
¿De qué ha servido que Nueva Orleans se haya convertido en emplazamiento de las fábricas de cohetes para la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA) si esta gran empresa no hizo nada -o al menos lo necesario- por crearle a sus ciudadanos buenas condiciones contra huracanes -algo muy común en el sur de los Estados Unidos?
¿De qué les sirvió a los ciudadanos de Nueva Orleans que Ernest N. Morial fuera el primer alcalde negro que ganó las elecciones de 1967 en la historia de Nueva Orleáns si este no pudo eliminar las desigualdades entre blancos y negros?.
¿De qué les sirvió a los ciudadanos afronorteamericanos que «durante las décadas de 1980 y 1990, la producción de petróleo, gas natural y la industria petroquímica asociada» hayan desempeñado «un papel fundamental en la economía de Luisiana» y que el auge del turismo haya ayudado al estado a soportar los cambios en los precios energéticos?.
Si bien está claro que todo esta riqueza creada en el sur de los Estados Unidos fue factor importante para el desarrollo de toda la Nación, aún no se profundiza, penetra y queda bien definida ante los votantes afronorteamericanos la comprensión de que para nada les ha valido a ellos estas riquezas ante este furor natural que tenía solamente categoría cuatro.
Y sobre todo, los ciudadanos afronorteamericanos deberán comenzar a tener bien en claro que a pesar de todas las riquezas de esos Estados, ellos son unos simplemente desamparados en una Nación poderosa y que la mejor protección -con el permiso de Orumila y de Oggún- está en la unión de todos para poder decidir plenamente sus destinos y elegir verdaderos gobernantes democráticos que encaucen las riquezas para beneficio social y no empresarial.
Si se creyera en los orichas seguramente se comprendería que el furor de Katrina no fue un castigo, ni un premio, sino un aviso para los gobernantes que olvidan la suerte y destino de sus ciudadanos, y solo saben pasar sus días de veraniego en fincas de recreo con sus mascotas privilegiadas.