Julio Anguita, ex secretario general del PCE y ex coordinador de IU, presentó el pasado noviembre ante los medios de comunicación el proceso de debate sobre el cual se elaborará el Manifiesto- programa del PCE, tarea de la que es máximo responsable. En un entrevista a la Agencia EFE declaró que » el movimiento obrero […]
Julio Anguita, ex secretario general del PCE y ex coordinador de IU, presentó el pasado noviembre ante los medios de comunicación el proceso de debate sobre el cual se elaborará el Manifiesto- programa del PCE, tarea de la que es máximo responsable. En un entrevista a la Agencia EFE declaró que » el movimiento obrero no existe hoy en día; los sindicatos son aparatos enquistados en la administración y los mensajes que en su día pudieron tener las formaciones de izquierdas están ahora bajo mínimos».
Medir a los trabajadores por sus dirigentes puede inducirnos a error
Es posible que no sea ampliamente conocido que la postura inicial del poderoso sindicato francés CGT ante el referéndum de la constitución europea era a favor del tratado, hasta el punto de que algunos dirigentes, como Le Digou, habían formado una asociación para hacer campaña en defensa del Sí. Sin embargo, el profundo rechazo que impregnaba al movimiento obrero obligó a cambiar la postura de la dirección sindical y provocó también una profunda fractura en el PSF que todavía está sin resolver.
Es útil recordar también que el punto de partida de este sostenido auge de la lucha de clases en Francia, punta de lanza del movimiento obrero europeo en la actualidad, se inició en 1995. En esos días, el representante de la mayoría parlamentaria de la derecha, Juppe, firmaba un acuerdo de recortes sociales con los dirigentes sindicales. Mirando hacia arriba, a las cúpulas de las direcciones obreras, todo estaba en calma y la deriva derechista continuaba. Pero la clase obrera francesa, aparentemente desmoralizada atendiendo a unos resultados electorales que dieron una victoria a la derecha de un amplitud sin precedentes, y, dirigida por quienes estaban dispuestos a aceptar la política de la burguesía sin rechistar, entró en escena y produjo un cataclismo, que hoy, diez años después continúa.
Indiscutiblemente, la postura de los dirigentes de las organizaciones mayoritarias de la clase obrera en el estado español y el resto de Europa, no está a la altura de las circunstancias. Presupuestos, reforma educativa, reforma laboral, derechos democráticos para las nacionalidades históricas, en todos estos aspectos claves y muchos más, su política consiste en concesiones a los intereses de la burguesía. Pero esto, francamente, no es una novedad, ni desde el punto de vista histórico, ni para muchos activistas obreros y juveniles. El aspecto central para un comunista es saber si estos dirigentes reflejan fielmente a nuestra clase, sus necesidades, sus puntos de vista, su capacidad de lucha. Nuestra atención debe dirigirse a descubrir dónde está el punto débil, ¿arriba o abajo?, ¿falla nuestra clase o la política de sus dirigentes?.
Puede parecer novedoso, pero no le es
La absorción ideológica de los dirigentes obreros es ya una vieja tradición y táctica del capitalismo. Es un obstáculo al que ya se enfrentaron Marx y Engels cuando analizaban las Trade Unions inglesas. Rosa Luxemburgo escribía hace ya casi un siglo lo siguiente acerca de los dirigentes sindicales alemanes en Huelga de masas, partido y sindicatos: «La especialización en su actividad profesional de dirigentes sindicales, así como la natural restricción de horizontes que va ligada a las luchas económicas fragmentadas en los períodos de calma, concluyen por llevar fácilmente a los funcionarios sindicales al burocratismo…».
La autora entiende que la prosperidad económica y calma política que durante quince años envolvió la vida alemana, desarrolló «…perspectivas ilimitadas de progreso económico en el campo del orden capitalista.» Su conclusión, al igual que en el caso de Marx, Engel o Lenin, no fue despojar a la clase obrera de su papel decisivo en la lucha de clases por la d erechización de sus organizaciones. No se dejaron impresionar por la política de sus dirigentes o períodos de baja actividad huelguística y política. Su confianza en el papel político que desempeñarían los asalariados permaneció firme al estar forjada no sobre un superficial y hueco sentimentalismo, sino sobre un análisis materialista y científico de las fuerzas económicas y sociales en liza bajo el capitalismo. Y no fue defraudada, a la revolución rusa de 1905, acontecimiento sobre el que se fundamenta el libro ya citado, siguió la revolución triunfante de 1917, la revolución alemana de 1918, y una largo etc., que pasando por el Portugal de 1974 nos trae a la Venezuela revolucionaria del siglo XXI.
Donde poner el acento, ¿en la desaparición del movimiento obrero o en la denuncia de la política reformista?
Efectivamente, un comunista del siglo XXI debe preguntarse cuál es su tarea, que ideas debe trasladar al movimiento obrero y juvenil. Más aún cuando el escenario internacional nos es más favorable que en períodos anteriores. Por un lado acontecimientos como la guerra de Iraq o la política de ataque salvaje en la que lleva años embarcada la burguesía europea, hace que millones de familias trabajadoras empiecen a cuestionarse que el capitalismo pueda proporcionarles una vida civilizada y confortable a los países del llamado primer mundo.
Por otro, los acontecimientos revolucionarios en Bolivia, Ecuador o Venezuela, vuelven a poner el debate sobre la posibilidad de transformar la sociedad en el orden del día. Es más la clase obrera europea ha despertado ya a la lucha, la lista de los países que han pasado por una huelga general o enfrentamientos graves entre las clases cada vez es más extensa: Francia, Italia, Bélgica, Grecia, Portugal, Austria … Y un aspecto decisivo, la socialdemocracia europea, la más poderosa del mundo, empieza a sufrir los efectos de este nuevo escenario político. Crisis en el PSF, escisión en el SPD alemán, dificultades para el gobierno de Mario Soares en Portugal … Las complicaciones de ZP por realizar una política contraria a los intereses de su electorado no están más que empezando. En esta situación, nuestro conclusión difícilmente puede ser situar al movimiento obrero al nivel de quienes en sus despachos de dirección política y sindical ceden a las presiones de la burguesía. Por cierto, este argumento de la incapacidad de la clase obrera, este intento de responsabilizarla de los retrocesos, es un argumento muy utilizado por las direcciones mayoritarias de partidos y sindicatos. Quién no ha oído a un dirigente sindical excusar concesiones sin lucha por la debilidad del movimiento, por la falta de ganas de luchar de los trabajadores. Quién no ha escuchado a un Ministro socialdemócrata hablar de la necesidad de pacto y concesiones a la derecha con el argumento de que esta tiene un amplio apoyo social y en la izquierda somos débiles.
La tarea de los comunistas
No es fácil para los trabajadores luchar a pesar de sus dirigentes. Momentos de escepticismo, parálisis y hasta retroceso son inevitables. Pero quienes desahucian a la clase obrera por estos períodos de inactividad, pueden acabar perdiendo de vista la perspectiva más importante, que igual de inevitable es también un alza en la lucha. Nuestra clase trabaja en condiciones de más de un 30% de eventualidad, muere por miles en los tajos, está encadenada a una hipoteca durante 30 años para conseguir un techo bajo el que vivir y sufre masificación en el ambulatorio y en los colegios. Salió a luchar contra la guerra imperialista, protestó contra el crimen ecológico del Prestige, sacó al PP del gobierno. No ha dudado en luchar siempre que ha sido llamada a hacerlo.
La idea de la que debemos intentar impregnarla no es su debilidad, su incapacidad, su derrota. Ideas que, por otra parte, alimentan el escepticismo y hasta el sectarismo entre los activistas. Nuestro mensaje al movimiento es hacerlo consciente de la poderosa fuerza que alberga en sus filas, explicar su papel decisivo en la sociedad. Recordar a quienes todos los días, ya sea en la fábrica, la obra, la oficina o la administración pública, no son más que subordinados sin derecho a opinión, como una pieza más del engranaje, que esa nos es más que una cara de la moneda. Reavivar, refrescar en la memoria el recuerdo de la huelga general del 14-D, ahora que está próximo su aniversario. Momentos excepcionales que demuestran que sin el permiso de la clase obrera no funciona nada, absolutamente nada. Nuestra tarea es explicar a los elementos más conscientes hoy, y a círculos más amplios mañana, cuando la lucha de clases suba de temperatura, que su más peligrosa debilidad es su dirección reformista. Intentando convencer al mayor número posible de trabajadores y jóvenes que los genuinos comunistas, los marxistas revolucionarios, somos una alternativa viable, la que el movimiento necesita.
* Bárbara Areal. Afiliada al PCE.