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Entrevista a Xabier Alegria, procesado en las piezas "Egin" y Ekin del sumario 18/98

«Lo quiera o no el tribunal, se va a escuchar la voz de los torturados»

Fuentes: Gara

Es necesario convertir este juicio en una plataforma para un nuevo tiempo político

La declaración de Xabier Alegria dentro del proceso 18/98 es una de las que previsiblemente despertará mayor interés en los medios de comunicación. Procesado en las piezas «Egin» y Ekin, por las que prestará hoy testimonio, pero también por los casos Udalbiltza y «Euskaldunon Egunkaria», Alegria expresa en entrevista con GARA que intentará dejar claro ante el tribunal «nuestro derecho a la militancia política y a defender los derechos de los ciudadanos vascos».

Tras tres semanas de parón navideño, hoy se reanuda en la madrileña Casa de Campo el juicio por el sumario 18/98. Xabier Alegria se sentará en el banquillo para prestar declaración en relación a las piezas correspondientes a Orain y Ekin. También está procesado por Udalbiltza y «Euskaldunon Egunkaria». Según adelanta en este entrevista concedida a GARA, el derecho a la militancia política y la denuncia de la vulneración de derechos civiles y políticos y del «uso sistemático de la tortura», a partir de su propio caso, centrarán su comparecencia. Además, analiza en profundidad lo que ha dado de sí el juicio hasta ahora y lo que cabe esperar.

­Hace ya unas cuantas semanas que comenzó el juicio en Madrid. Como procesado, ¿qué valoración realiza de todo lo dicho y oído en la sala?

Lo que me gustaría resaltar es el miedo que el tribunal especial español le tiene a la palabra de cualquier ciudadano de Euskal Herria, el miedo a esa parte de la palabra que se está expresando en este macroproceso. Ha sido muy evidente la exageración de las formas, la falta de respeto a sus propios códigos, supuestamente normalizados en un Estado que se autoproclama democrático. Han dejado en evidencia que si alguien pretendía hacer creer a la ciudadanía de este país que éste no era un juicio político se ha equivocado de plano. Están haciendo justamente lo contrario; cada detalle, cada minuto, cada paso del proceso, cada vulneración, incluso el incumplimiento de sus propias normas demuestran, una y otra vez, que se trata de un juicio de raíz eminentemente política, que lo que pretende es criminalizar todas las opciones sociales y políticas que apuestan por construir Euskal Herria desde unos parámetros propios y de libertad.

Lo que también he visto claramente en el juicio es la vulneración al derecho de defensa, a la libre expresión, a ser respetado como ciudadano libre. El Estado español es incapaz de aceptar ese «Estado plurinacional abierto» del que tantas veces habla José Luis Rodríguez Zapatero. Los propios derechos lingüísticos de los ciudadanos vascos son pisoteados por la ineptitud y negligencia de un sistema que no está ni quiere estar preparado para aceptar por ejemplo que los ciudadanos podamos vivir y expresarnos siempre en euskara, entre otras muchas cosas.

­¿Cómo es el día a día en la Casa de Campo?

Dentro de la sala, es un día bastante pesado porque una y otra vez se repiten las mismas carencias que demuestran que éste ha sido un proceso que se ha llevado a cabo desde el impulso policial y que han sido la UCI y otros cuerpos policiales los que han mandado.

Te encuentras también con que les da igual, en expresiones del propio fiscal, que sean seis o diez años de cárcel, que sea una petición por «colaboración», «pertenencia» o ambas cosas a la vez… El autoritarismo de la presidenta del tribunal en su pretendida obsesión porque no podamos expresar ninguna opinión o valoración política resulta bastante cansino y aburrido. Luego está el hecho de comprobar la ineficacia e ineptitud de ciertos personajes de la Audiencia Nacional. Resulta incluso gratificante, en cuanto que permite constatar que es un proceso que está atado y elaborado en base a una imposición de una determinada decisión política de intentar acabar con un espacio de expresión popular, social y política que trabaja por un proceso de construcción nacional, por un proceso democrático para Euskal Herria.

Lo mejor de tener que estar en Madrid es la relación entre los procesados, y también con los abogados. Tienes la oportunidad de conocer más de cerca a mucha gente que hasta ahora sólo conocías de vista. Se suele decir que el compromiso político desaparece con los años, pero algunos tenemos la suerte de compartir experiencia con gente que lleva muchísimos años en la pelea con una dignidad y un saber estar impresionante en todas las situaciones.

­Está previsto que declare el lunes ­por hoy­. ¿Qué le gustaría trasladar a la sala?

Intentaré dejar claro nuestro derecho a la militancia política y a defender los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos vascos, que es una cuestión inalienable que no está ni jamás estará sujeta a los dictámenes de una ley extranjera o de un tribunal especial ad hoc. Reivindicaré mi propia experiencia como militante independentista y socialista vasco para, de alguna forma, defender el derecho de todos los ciudadanos vascos a poder elegir en libertad su propia opción política, a desarrollarla y a tener cauces reales para llevar a cabo su proyecto político en la medida en que la ciudadanía lo asuma como propio o le dé su apoyo. Intentaré también hacer notar que la realidad que los vascos llevamos padeciendo en Euskal Herria no sólo en los últimos 25 años si no durante siglos es fruto de la violencia, de una imposición que exige una reparación histórica.

Mi intención es reflejar que todas las luchas no son iguales y que no existe una equidistancia, sino que la valoración y la ideología que siempre ha planteado la izquierda abertzale han sido un planteamiento de superación de las causas reales del conflicto y de querer llevar una alternativa democrática y de paz abierta a todas las opciones. Intentaré plasmar esto poniendo ante el tribunal la evidencia de que la tesis de que «todo es ETA» que Baltasar Garzón pretendía extender para criminalizar todas las opiniones y formas de organización es evidentemente un sarcasmo y un ridículo. Esta es además la excusa universal de todos los régimenes que niegan los derechos civiles y políticos a la mayoría de su pueblo o a los pueblos a los que tienen bajo su dominio.

­Usted, al igual que otros tres procesados en este sumario, denunció torturas. ¿Qué mensaje le gustaría trasladar tanto al tribunal como a la sociedad sobre esta cuestión?

Que también en este proceso la Audiencia Nacional se ha valido y ha permitido y amparado el uso de la tortura para castigar a Euskal Herria. Si hay una negación radical de los derechos civiles, políticos y humanos es el uso sistemático de la tortura, que en el Estado español está contrastado y probado, y sigue siendo una herramienta de trabajo necesaria para un Estado que continúa haciendo de la opresión, de la negación y de la violencia su seña de identidad contra este pueblo. Lo que pretendemos es convertir este juicio en un altavoz que obligue a todos aquellos que han hecho del silencio cómplice su tarjeta de visita para con nosotros a mirar de frente a lo que es una realidad; el uso sistemático de la tortura en todos los procesos, también en éste.

En mi caso, como en el de los otros tres procesados, la denuncia por torturas sigue abierta pero nos hemos dado de frente contra el gran sistema de la impunidad del Estado español, que pasa por tapar la tortura, por hacer de los médicos forenses una parte que reste credibilidad a los testimonios de tortura, que pasa por el archivo de las causas o de las diligencias aduciendo falta de pruebas en casos tan flagrantes como el de Unai Romano, Amaia Urizar y de tantos otros. Al final, si no hay más remedio que hacer el juicio y si se produce una condena, llega el indulto e, incluso, el ascenso; es el reconocimiento del trabajo bien hecho. Nosotros nos hemos dado de bruces con eso, pero seguimos peleando para que la voz de todos los torturados, que hemos sido muchos durante estos años, siga oyéndose y sea un poco el leit motiv del 18/98. Les guste o no, nos van a tener que oír. Intentaremos convertir el 18/98 en un acicate para aquellos que, por ejemplo, hablan desde el Congreso español de que hay que archivar el «caso Egunkaria», de una vez por todas salgan a la calle y digan en alto que hay que archivar definitivamente el uso de la tortura en el Estado español.

­Teniendo en cuenta cómo ha sido la fase de instrucción y el desarrollo que está teniendo el juicio, ¿qué cabe esperar?

Cabe esperar que cada día quede más en evidencia el cúmulo de vulneraciones en las que se sustenta el juicio; la sistemática vulneración al derecho de defensa, a la presunción de inocencia, al derecho de libertad de expresión, a vivir y expresarnos en nuestra propia lengua. Lo único que nos queda por ver es hasta dónde puede llegar el ridículo que va a hacer la Sala y hasta dónde llegará la hipocresía de muchos sectores, partidos políticos e instituciones de Euskal Herria que, con la boca pequeña, hablan de que éste es un proceso político y, sin embargo, lo amparan. Veremos la reacción cada vez más amplia de la sociedad vasca rebelándose contra esta situación y planteando que cualquier futuro que proponga un mínimo democrático y de cordura pasa por la anulación de todos estos procesos y de la propia Audiencia Nacional como tribunal especial, y por la apertura definitiva y sincera de un proceso de diálogo y reconocimiento de Euskal Herria y de todos sus derechos, incluido el de decidir libremente su futuro.

­¿Cómo puede incidir la marcha de este proceso?

A aquéllos que ven este proceso como el espectáculo de un tribunal que pierde los papeles les pediría que no se queden sólo en la anécdota porque hay una apuesta muy bien prefabricada que pasa por hacer del ataque un sistema de desactivación social y de obligarnos a conformarnos con el mal menor, a esperar una absolución por lo menos para muchos o a que las penas no sean muy grandes y acabemos el juicio diciendo «qué bien» si hay 40 condenas a penas, por ejemplo, de 4 a 6 años. Es necesario rebelarse ante esa tendencia y convertir el juicio en una plataforma para un nuevo tiempo político. Y eso está en juego en el 18/98. Es importante que no sólo miremos la chapuza jurídica, que ciertamente de vez en cuando nos hace reír, aunque como Murillo amenace con echarnos a la calle por eso. El humor también es una arma de combate.