El gobierno de Bush marcha en una irremediable cuesta abajo. Cada nueva encuesta de opinión revela que el torpe presidente republicano recibe una reprobación creciente de sus conciudadanos. La evidente derrota que está sufriendo el ejército de ocupación en Irak no es aceptada por el ciudadano medio que ve la lista de fallecidos aumentar geométricamente. […]
El gobierno de Bush marcha en una irremediable cuesta abajo. Cada nueva encuesta de opinión revela que el torpe presidente republicano recibe una reprobación creciente de sus conciudadanos. La evidente derrota que está sufriendo el ejército de ocupación en Irak no es aceptada por el ciudadano medio que ve la lista de fallecidos aumentar geométricamente. Todos intuyen que un nuevo Vietnam se haya en gestación: un largo período de desgaste rematado con una afrentosa derrota.
La reciente condena que recibió Rumsfeld de un conjunto de generales retirados ha tenido un gran impacto en la opinión pública. Los expertos militares afirman que la campaña iraquí se ha caracterizado por sus errores estratégicos y su ineptitud. El público está harto de esta cruzada que nunca termina, que no avanza, que no muestra signos plausibles de victoria. A ello se añaden los escándalos de corrupción de los republicanos en el Congreso y la polvareda levantada por la contratación de la administración de los puertos norteamericanos a una empresa árabe.
Bush está haciendo lo que siempre se ha hecho, ha seguido la lección de Lampedusa: hay que cambiarlo todo para que todo siga igual. Por eso renunció el portavoz de prensa Scott McClellan y se nombró a Joshua Bolten nuevo jefe de gabinete en lugar de Andrew Card. Por eso se ha apartado al sempiterno Karl Rove de sus funciones como jefe de gabinete adjunto y se nombró a Joel Kaplan en su sitio, pero ello no quiere decir que Rove se apartará del equipo Bush, simplemente se le libera de ciertas tareas cotidianas que le consumen demasiado tiempo y se le destina a preparar las elecciones legislativas que tendrán lugar dentro de seis meses. Bush no sabría prescindir de Rove. Fue el hombre que le hizo ganar la gubernatura de Tejas y consiguió su reelección. También fue un factor decisivo en el salto a la Casa Blanca y en su repetición de mandato como Presidente.
Rove es uno de los forajidos políticos más inescrupulosos que ha visto Washington en muchos años. Fue contratado por el Presidente Bush padre para que laborara en el Comité Nacional Republicano. Se ha caracterizado por utilizar la mentira, la difamación, el chantaje y las tergiversaciones como instrumentos de sus manipulaciones. Fue un gran admirador de Nixon, y en tal calidad fue asesor del sórdido asunto de Watergate, según lo denunciara el Washington Post. Muchos lo llaman «el Goebbels de Bush».
Karl Rove trabajó en la firma de Black, Manafort & Stone como asesor de imagen y consejero del dictador filipino Ferdinand Marcos y del cabecilla contrarrevolucionario angoleño Jonás Savimbi. También trabajó para Oscar Pindling, quien fuera Primer Ministro de Bahamas y se asoció notoriamente al narcotráfico. También ha trabajado en la propaganda de la firma cigarrera Phillip Morris. Rove es dueño de una cartera de inversiones que sobrepasa los tres millones de dólares en acciones de la General Electric, Boeing, American Express y la desaparecida Enrom.
La teoría de Rove es que el gran público no se percata de los detalles sino que solamente atiende las concepciones globales, la imagen integral que se le ofrece. Por ello no es importante cuidar los pormenores y particularidades de una situación sino concentrarse en la teoría de bulto que esconde todo lo demás. En el caso de Bush se trataba de vender su personalidad como la de un duro, el «Presidente de la guerra», el intransigente que abatiría a los enemigos de Estados Unidos en nombre de la libertad. Si se equivocaba al pronunciar nombres o metía la pata frecuentemente por su incultura o su incapacidad eso no llegaría al cociente de entendimiento común, solo se grabaría el perfil esencial.
La biografía de Rove tiene aspectos sórdidos. Su padre lo abandonó siendo aún muy niño, su madre su suicidó. Se le vincula a la muerte misteriosa de J.C. Hatfield, biógrafo de Bush junior, quien habló de la adicción a la cocaína del heredero y de su arresto por esa razón en 1972. Papá Bush logró que se borrase esa página del expediente policiaco de su hijo. Hatfield murió en circunstancias nebulosas poco después, cuando Bush padre era Director de la CIA. También se vincula a Rove con los asesinatos de los dirigentes del Medio Oriente Helie Hobeika y Michael Nasar.
Rove utiliza el espionaje telefónico, el chantaje a periodistas indóciles amenazándolos con divulgar aspectos indecorosos de sus vidas privadas. Últimamente ha estado actuando de manera discreta debido a que pesa sobre él la acusación de haber revelado la identidad de la agente de la CIA, Valerie Plame, quien descubrió el embuste de las armas de exterminio masivo de Hussein como excusa para invadir Irak.
Rove es uno más en la horda de funcionarios inescrupulosos que han asaltado la Casa Blanca y usa métodos delictivos para actuar en política, por esa razón no saldrá expulsado en el barrido de funcionarios incompetentes que realiza el Poder Ejecutivo en Washington.