La guerra contra el terrorismo de George W. Bush ya es el cuarto conflicto más caro de la Historia de EEUU, por delante de la Guerra Civil y de la I Guerra Mundial. De seguir a este ritmo, la factura de las guerras de Irak y Afganistán habrá sobrepasado a la de la Guerra de […]
La guerra contra el terrorismo de George W. Bush ya es el cuarto conflicto más caro de la Historia de EEUU, por delante de la Guerra Civil y de la I Guerra Mundial. De seguir a este ritmo, la factura de las guerras de Irak y Afganistán habrá sobrepasado a la de la Guerra de Corea en nueve meses, y a la de Vietnam en 24, según datos del Servicio de Investigación del Congreso de EEUU que sólo consideran cifras reales, es decir, descuentan el efecto de la inflación.
No obstante, el hecho de que este conflicto sea más caro que la Guerra de Secesión y la I Guerra Mundial se debe a que entonces el tamaño de la economía de EEUU era mucho menor. Si se compara el coste militar con el tamaño del PIB, esos dos conflictos siguen siendo más costosos.
A pesar de ello, el presupuesto de Irak y Afganistán crece a un ritmo espectacular. EEUU se está gastando 10.000 millones de dólares (8.130 millones de euros) al mes en ambos teatros de operaciones, un 21,9% más que hace un año. Para el ejercicio presupuestario en curso, el Congreso ha destinado 96.000 millones de dólares (78.000 millones de euros) para las operaciones en ambos países. Como comparación, en 2004, el primer año en el que EEUU ocupó Irak y Afganistán, la factura para el contribuyente sólo fue de 59.000 millones de dólares. En otras palabras: en dos años, el coste de la guerra se ha elevado en un 79,6%, a pesar de que el número de tropas en Irak y Afganistán se ha mantenido estable.
¿A qué se debe esa formidable subida de los costes? Esencialmente, a que Estados Unidos no está preparado para un conflicto de estas características. Washington gasta tanto en defensa como el resto de los países del mundo juntos, pero gran parte de ese gasto se va en sistemas antimisiles, portaviones nucleares, y aviones de combate como el F-22 y el F/A-35. Es decir: la defensa de EEUU sigue el modelo del teórico militar Carl von Clausewitz, que enfatizaba la movilidad y la potencia de fuego. Y eso es útil en una guerra convencional, como quedó claro durante el bombardeo de Afganistán y la invasión de Irak, pero inservible contra un enemigo que ha llegado a usar vacas bomba en Faluya.
Ataque ‘relámpago’
El segundo problema es que el material de las Fuerzas Armadas de EEUU está hecho para combatir en guerras cortas y muy violentas, modeladas según la fórmula de la blitzkrieg -un término alemán que significa, precisamente, guerra relámpago- puesta en práctica por Hitler en la II Guerra Mundial.
Una vez más, ese modelo funcionó a la perfección en la invasión de Irak, una guerra diseñada a la americana, ya que el Pentágono puso todo el énfasis en la velocidad, y en la destrucción del mando militar iraquí. Eso hizo que el Ejército y los Marines llevaran a cabo una cabalgada de medios acorazados por el desierto hasta llegar a Bagdad, apoyados por un formidable despliegue aéreo que en muchas ocasiones liquidaba al enemigo antes de que llegara la infantería. El problema es que ahora, el Pentágono se encuentra en la situación contraria: una guerra de desgaste en la que la movilidad y la potencia de fuego no sirven para mucho.
Y el material militar de EEUU no ha sido hecho para eso. En 2004, el coste de las reparaciones de los equipos militares ascendió a 5.200 millones de dólares (4.227 millones de euros). Este año, serán de 26.000 millones de dólares (21.138 millones de euros).En otras palabras: un incremento del 400% en dos años. Las autoridades reconocen la magnitud del problema. Gary Motsek, director de operaciones de apoyo en el Comando de Material del Ejército, ha declarado a The Washington Post que los helicópteros, tanques, vehículos de transporte de personal y hasta las armas cortas «han requerido más mantenimiento del que habíamos planeado. Estamos haciéndolos trabajar hasta que revientan».