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Bush aprieta… pero se ahoga

Fuentes: Insurgente

El afamado genocida George W. Bush, respetado de forma exquisita por ilustres demócratas de neuronas blandas como José Luis Rodríguez Zapatero o su flamante vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega, sabe que sus días están contados. No, no se trata de una amenaza. Yo jamás llamaría al magnicidio de un «handicapped» como el actual […]

El afamado genocida George W. Bush, respetado de forma exquisita por ilustres demócratas de neuronas blandas como José Luis Rodríguez Zapatero o su flamante vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega, sabe que sus días están contados. No, no se trata de una amenaza. Yo jamás llamaría al magnicidio de un «handicapped» como el actual presidente de USA, incluso si éste fuera de inteligencia mediana y no hubiera duda de su capacidad mental. Pero cuando un «niño difícil» es mimado, consentido y aplaudido, pero además no se someten sus decisiones asesinas al mandato de las naciones Unidas, es que esas naciones consienten en el crimen en sesión continua, sin otra oportunidad que la que tienen sus gobiernos de protestar de forma tímida, cuando no de justificar la barbarie y el terrorismo que dicen condenar.

Que nadie se llame a engaño en esa definición parcial y torticera que en el primer mundo trata de implantar acerca del término. Terrorista es quien siembra el terror de forma indiscriminada, masacrando niños, ancianos, mujeres y enfermos. Terrorista es quien bombardea museos, hospitales, guarderías, cines o supermercados. Terrorista es quien no advierte de la colocación de una bomba, quien posee ejércitos de mercenarios dispuestos a matar con tanques, metralletas, fusiles telescópicos, pistolas, minas o misiles, y envía a esas hordas contra quienes no pueden defenderse. Y todo ello, ataviado con el rastrero disfraz de quien ofrece la libertad y la democracia. Curioso personaje ese que comprende, como Zapatero y toda la UE, a tan insigne asesino.

 Son capaces de dictar normas condenando a los independentistas vascos, incumpliendo la normativa vigente en la Ley Penal cuando detienen a sus militantes o simpatizantes, e incluso impidiendo que, si existen miles de ciudadanos que votan a esa opción política, robarles su derecho al sufragio. Los terroristas, si tienen trajes de seda y son millonarios, pueden asesinar salvajemente o estafar a millones de trabajadores vendiéndoles sellos de correos falsos. Pero quienes desean votar una opción independentista, no pueden ver en el parlamento a sus representantes elegidos.
 
Nítida forma de respeto: se justifican los crímenes del Presidente de EEUU porque fue elegido «democráticamente», pero se juzga al que fuera Presidente de Serbia. Se comprende y toleran los asesinatos de Bush, pero se condena a Sadam Hussein que, a pesar de todo lo que se pueda argumentar en su contra, había logrado el país más avanzado socialmente, educado y culto del mundo árabe. Se ocultan los velos en Kuwait, la negativa a que las mujeres puedan ejercer su derecho al voto en países como Arabia Saudita, el «gurka» en ese Afganistán «liberado» donde los soldados españoles no hacen otra cosa que gastar tiempo y dinero del contribuyente, pero Maria Teresa Fernández de la Vega, tan feminista ella, sufre un ataque de diarrea si alguien le sugiere que también hay que condenar al sultán de Brunei o a la familia saudita tan amiga y tan querida por el ciudadano Juan Carlos de Borbón, quien junto a Rodríguez Zapatero, Maragall y otros politicos españoles, acudieron en masa y bajaron al terreno de juego cuando el Barcelona, mucho más que un club, ganó en París su segunda copa de Europa. Ni una sola bandera española en el césped. Los jugadores culés se envolvieron en las enseñas mexicanas, senegalesas, holandesas o catalanas, mientras la ciudadana Sofía de Grecia o su vástago Felipe, o su nuera Leticia, mascullaban todo tipo de improperios por el premeditado olvido. ¡ Un equipo español sin bandera nacional ¡… Supongo que a Oleguer le habrá encantado el detalle.

Y ahora, cuando me dispongo a regresar a La Habana, llegan las nuevas amenazas del genocida más ovacionado del siglo XX y XXI. Aprieta, aprieta, miserable George, que no vas a ahogar a quienes ya han sufrido mucho más de lo que podría resistir cualquier norteamericano de los USA o cualquier español de la península ibérica. Oprime, oprime, Doble Vé, que aunque cuentes con el beneplácito de Zapatero y la UE, los cubanos van a sacar más fuerzas, más unidad y cohesión ante el ataque desesperado que te has sacado de la manga con tus amigos terroristas de la mafia cubano-americana de Florida. Estrangula, estrangula, presidente a la baja, que los dedos ya se te convierten en huéspedes y quedan pocos meses para tu debacle final. Hunde, hunde los dedos en el cuello de la isla más digna del mundo, que sus músculos son capaces de aguantar los envites más bestiales. Qué inmensa diferencia existe entre tú y ella.

Como en el béisbol, te ha metido «jomrones» a barullo, te ha ocupado todas las bases aunque tengas Guantánamo, tus jardineros miran a otro lado cuando eres capaz de batear, y eres inútil a la hora del «picheo», por mucho que  tengas comprados a todos los árbitros del mundo. Perderás de nuevo el match, ilustre genocida. Cuba es mucho para ti y tus legiones de fans, a pesar de tu dinero, de ese tras el que corren tus seguidores con rostro babeante, pero te abandonarán pronto, cuando ya tus bolsillos se vacíen y tus guerras arruinen el país «más poderoso del mundo, con el gobierno más terrorista del orbe». Aprieta, aprieta, que serás tú quien muera ahogado.