Recomiendo:
0

Podemos encontrar casi tantos llamamientos a la unidad como organizaciones. Sin embargo, pasa el tiempo y en el estado español no existe un proyecto revolucionario unitario.

La unidad de la izquierda: entre la mentira y la hipocresía

Fuentes: Rebelión

Las decepciones provocadas por las organizaciones hegemónicas entre la clase obrera en los años ochenta y noventa, así como su tendencia a la institucionalización y completa desmovilización, junto a su descomposición y a las reivindicaciones nacionalistas que se dan en nuestro estado, han provocado la atomización de la izquierda revolucionaria, hoy representada por varios grupos […]

Las decepciones provocadas por las organizaciones hegemónicas entre la clase obrera en los años ochenta y noventa, así como su tendencia a la institucionalización y completa desmovilización, junto a su descomposición y a las reivindicaciones nacionalistas que se dan en nuestro estado, han provocado la atomización de la izquierda revolucionaria, hoy representada por varios grupos minoritarios.

Estos grupos, conscientes de la necesidad de unirse para lograr construir una organización con fuerza para transformar la sociedad, hablan de unidad. Podemos encontrar casi tantos llamamientos a la unidad como organizaciones. Sin embargo, pasa el tiempo y en el estado español no existe un proyecto revolucionario unitario.

¿Quiere la izquierda unirse? ¿Qué está dispuesta a ofrecer? ¿Qué impide la unidad? En un tiempo en el que nadie da nada a cambio, la izquierda parece influenciada por el pensamiento capitalista. Importan más los nombres y logos que la posibilidad de plantear una reorganización de los revolucionarios del estado español bajo un mismo nombre y bajo una misma bandera.

Las organizaciones nacen, viven y mueren. No son ajenas al ciclo de la vida. No hay siglas eternas. Entonces, ¿por qué atan los nombres? ¿Por qué nos impiden acercarnos a otros camaradas?

¿Qué teme la izquierda? ¿Qué espera? Nuevas generaciones, ya con edad suficiente para participar en política, están en la calle. Jóvenes que odian el capitalismo que dirige sus vidas. Jóvenes con ganas de que a las cosas se las llame por su nombre, con ganas de poder participar en un movimiento de masas radical que, a día de hoy, no existe y que nadie parece querer formar.

Muchas, muchas letras y muchos comunicados. ¿Y la práctica? La frase de Lenin, aquella que dice que no hay teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria, y viceversa, se utiliza tan a menudo que ha perdido su valor, sin embargo volvamos a retomarla: ¿para qué sirven los llamamientos a la unidad si no hay una vocación, un deseo real, de que esta se lleve a cabo?

Iniciado el siglo XXI, la izquierda revolucionaria española es incapaz de ofrecer un proyecto que ilusione a los jóvenes. ¿De qué sirve que estos se declaren republicanos? ¿De qué sirve que en las manifestaciones griten que la república ha de ser obrera y no burguesa?

Y mientras aquí no se mueve nada, miramos a Cuba, Venezuela y Bolivia, pero también a las cercanas Grecia y Portugal, con consolidadas alternativas comunistas, además de la Francia que derrotó la Constitución europea. Los pueblos, unidos, son capaces de escribir gloriosas páginas en la historia.

Una alianza de la izquierda. Sólo con eso los pueblos de España cogerían un papel y un bolígrafo y se comenzarían a preparar para escribir.