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Sobre los acontecimientos en el aeropuerto del Prat

Pangloss y huelgas

Fuentes: Gara

Al parecer vivimos en el mejor de los mundos posibles que haría las delicias del profesor Pangloss volteriano. Todo dios tiene y disfruta de derechos. Ocurre que, a veces, estos derechos colisionan con otros derechos de igual estambre y entonces surge la voz alarmante de los cicutas que pontifican sobre la prelación y jerarquía de […]

Al parecer vivimos en el mejor de los mundos posibles que haría las delicias del profesor Pangloss volteriano. Todo dios tiene y disfruta de derechos. Ocurre que, a veces, estos derechos colisionan con otros derechos de igual estambre y entonces surge la voz alarmante de los cicutas que pontifican sobre la prelación y jerarquía de derechos en un inmaculado estado de derecho, ese invento alemán. Ha pasado con los trabajadores que han colapsado «salvajemente» los vuelos de Iberia en El Prat de Barcelona y que han ocasionado perjuicios a los usuarios. Gusta la burguesía, cuando procede, de hablar de antinomia entre libertad y seguridad, y ahora vuelve a tocar el recurrente tema de los límites del derecho de huelga siempre que choque con el derecho de otras personas a, en este caso, el goce de sus vacaciones. En otras palabras: el derecho de huelga no tiene derecho a vulnerar los derechos individuales de otros ciudadanos, ergo hay que «regular» mejor ese derecho de huelga.

Como sugería al principio, hoy el neofascismo, en lugar de restringir los derechos como el fascismo de viejo cuño, los multiplica. Suena paradójico pero en la actualidad todo derecho político tiene su réplica. Frente al derecho de huelga está el derecho de los trabajadores a trabajar. Frente al derecho de manifestación está el derecho de los demás a no ser importunados o a pasear al perro. Es decir, estamos ante derechos que se postulan pero se anulan unos a otros. Entonces, ¿qué? Se nombra a un juez «neutral» para que dilucide entre los derechos de unos y de otros conforme a una legislación que no entiende ni María santísima. Sólo les queda, con la ayuda de los chacales de prensa, azuzar a la gente unos contra otros y alienarlos un grado más si cabe. Por ejemplo, voy en mi coche a la oficina y, de pronto, veo coartado mi muy constitucional derecho al trabajo por culpa de unos descamisados en manifestación cortando la vía pública jugando con el pan de mis hijos, mis gin-tonics y la querida.

Volviendo a El Prat, tenemos que están quienes ejercen el derecho de huelga (sinónimo de «desorden») frente, no a la patronal, sino a quienes tienen derecho a un «merecido descanso». Cosa que no se duda, pero obsérvense dos cosas: nadie se declara en huelga por placer o deporte, primero, y, segundo, los perjudicados pasan a ser, massmediáticamente, «ciudadanos», un escalafón superior al de trabajadores. Cuando regresen de sus ocios y vuelvan a su condición de asalariados y se les ocurra hacer huelga, serán tratados como lo que son: esclavos modernos y no respetables ciudadanos, que se dice.

Y es que un trabajador siempre lleva las de perder, salvo que no haga nunca huelga frente a la mayoría «ciudadana», que no tiene «culpa» de sus problemas concretos. El capitalismo vuelve a salvarse. –