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Cronopiando

«The Death of a President-II»

Fuentes: Rebelión

Para seguir la estela de la película británica en formato documental en la que se cuenta la muerte de George W. Bush en Chicago, en el año 2007, durante una protesta contra la guerra y a manos de un hombre de origen sirio, la Koldo Golden Mayer adelanta el guión de la segunda parte en exclusiva para los lectores de este medio.

¡Ultima hora: Presidente Bush muere atragantado

 

 

« The deaht of a President/2″

of Koldo´s

 

-Escena 1 Exterior/Campo de Golf/Tarde

 

Bush vuelve a fallar un hoyo. Junto a él, su hermano Jeff que hace las veces de cally, disimuladamente, consigue que la pelota entre. A la carrera, en el temor de confirmar lo que ya ha visto, se acerca Tiger Woods que da por bueno el hoyo y felicita al presidente.

Tigre W

-¡Beatiful! ¡Qué golpe!

George

-Y eso que no me siento bien… (desentendiéndose del juego) ¿Dónde es que se ha metido mi fóquiu secretario?

 

Al grito del presidente, media docena de guardaespaldas fuertemente armados y provistos, incluso, de lentes de visión nocturna, salen de los hoyos, de debajo de un seto o se descuelgan de un helicóptero listos para entrar en acción. También llega el secretario del presidente con un teléfono móvil.

Secretario

-Señor presidente… Es Chirac, viene en camino. Dice que estará aquí dentro de tres horas.

George

-Dile que, probablemente, iremos a recibirlo al aeropuerto y que su alojamiento quizás ya está preparado…

Jeff

-¿Quiéres hacer otro hoyo George?

George

-Ahora no Jeff, ahora no. (Dirigiéndose al secretario que ya ha cerrado el teléfono) Tráeme un dossier negro que hay sobre mi mesa, el que dice «Venganza Infinita».

 

Sonriente, el secretario se lo pasa.

Secretario

-Supuse que lo necesitaría.

 

Bush también sonríe aunque de medio lado, antes de girar sobre sus tacones y compartir con los demás la destreza de su secretario. Después ojea el dossier.

George

-Cuando llegue el zapatero francés te vas a ocupar…

Secretario

-El que viene es Chirac, el francés. El Zapatero es el español y tampoco es zapatero y, si me lo permite, tiene el dossier al revés.

George

-¡Todos somos capaces de errar pero yo no estoy preocupado por esclarecer los errores que puedo haber cometido o no!¡Y sea el francés o sea el Zapatero cuando llegue te vas a ocupar de que los canapés que le sirvan estén fríos, el queso derretido y la champagne combinada con coca…

Secretario

-¿Con…coca?

George W.Bush

-¡Con Coca-Cola stupid!

Secretario

-Pero señor presidente, me permito recordarle que Chirac y Zapatero ya están colaborando, que aquellos resabios al principio de la invasión…digo, de la guerra contra el terrorismo en Iraq ya han quedado atrás y están colaborando…y que el que viene es Chirac

George W.Bush

-¡Sharap bastardo! Haz lo que te digo… (girando de nuevo sobre sí mismo en atención a su cally, a su oponente y guardaespaldas) ¡Nuestra causa es justa, nuestra causa es moral, nuestra causa es verdadera! ¡Nadie va a poder escapar a nuestra justicia, no importa donde se esconda, lo encontraremos porque, o se está conmigo o se está contra mi, o se está con la democracia o se está con los terroristas… Estados Unidos acorralará sin descanso a los terroristas… Dios salve a América!

Secretario

-Señor presidente, con el debido respeto… que se trata de nuestro aliado…!

George W.Bush

-(Mientras se desplaza camino de la mansión, se vuelve brevemente y levanta la mano en señal de despedida tal y como ha hecho tantas veces en actos públicos) ¡En lugar de pan francés que se le sirva pan de sanwich! (Volviéndose otra vez) ¡Ah… y ocúpate de que la Condolezza le toque el piano!

 

Escena 2 Exterior/Rancho de Texas/Tarde

 

Muy cansado, George sube los escalones que conducen a la galería exterior de su rancho. El grito de su madre lo sobresalta.

Bárbara

-¡Bush! ¿Puedo descansar un rato?

 

De debajo de los escalones, del tejado y del interior de la mansión surgen los guardaespaldas del presidente, como viéramos antes, dispuestos a entrar en acción.

George W.Bush

-¿Qué haces ahí mamá?

 

Bárbara, armada de una escoba, se afana en barrer la galería. Los guardaespaldas, confirmada la falsa alarma regresan a sus escondites.

Bárbara

-Lo que tú me mandaste, barriendo el porche, por si vuelve el presidente ruso… Por cierto, llevo toda la mañana ¿puedo descansar?

George W.Bush

-(Mientras sube los escalones) No era ruso, era japonés…y sigue barriendo, hay que estar preparados para cualquier imprevisto que pueda ocurrir o no porque, aunque la realidad es irreversible puede cambiar…

Bárbara

-¿Y voy a seguir barriendo siempre?

George

-¡Un presidente nunca puede decir nunca, ni siquiera nunca!

 

Escena 3 Interior/Rancho/Tarde

 

El presidente entra en el salón de su rancho. Visiblemente agotado, se deja caer sobre su sofá. Al conjuro de sus resoplidos Laura acude solícita y le quita las botas, colocando inmediatamente los pies del presidente, tal y como acostumbra a hacer todos los días, sobre una alfombrilla regalo de Aznar en conmemoración de la batalla de Perejil, que a su vez ha puesto encima de una mesita de caoba también obsequio de Aznar en agradecimiento a sus gestiones porque se le otorgara la medalla del congreso de los Estados Unidos. Después, le conecta el televisor.

Laura

-¿En qué canal es el partido?

George

-¡Y Dios me dijo, ve y lucha contra los terroristas en Afganistán… y yo lo hice! Y Dios me dijo, pon fin a la tiranía en Iraq… y yo lo hice! ¡Y ahora siento aún la palabra de Dios que me dice…

Laura

-¿Qué en qué canal es el partido?

George

-(Interrumpiendo molesto su vibrante exhortación) Es igual… déjalo así, yo lo sintonizo. Dile a Bárbara que quiero la merienda y tú tráeme la botella de wisky que me regaló Zapatero.

Laura

-No fue Zapatero. Fue Aznar.

Bush

-¡Ah sí…el del bigotito! Fue el único que en la reunión de presidentes puso conmigo los pies encima de la mesa. Siempre le dije que era más fácil triunfar con un éxito que con un fracaso pero no sé si me entendió.

Laura

(Antes de salir del salón y muy dolida) ¡George… así no podemos seguir, yo tampoco te entiendo y, antes de que sea tarde, debemos buscar una solución!

George

¡Nunca es demasiado tarde si no llegamos a tiempo y yo también creo que debemos hacer todo lo posible para poner fin a la solución!

Por la misma puerta por la que sale Laura entra Bárbara con una bandeja de galletas y expresión de profundo fastidio que se intensifica al cruzarse con Laura. Tampoco la mirada de ésta refleja, precisamente, dulzura. Bárbara pone la bandeja en la mesa, cerca de los pies del presidente y, sin decir nada, ni siquiera mirarlo, se dispone a salir.

George

-¿Qué te pasa mamá? ¿Ya no te preocupa que me atragante? ¿No me vas a recordar que debo masticar despacio, como cuando era niño?

Bárbara

(Muy seca) Entonces no sabía lo canalla que ibas a llegar a ser. Hoy ni tu padre puede competir contigo. Ahí te dejo las galletas Prezzler… Hazme caso, métetelas de dos en dos y no te digo ni por donde, con lo listo que eres seguro que aciertas.

 

Al retirarse, Bárbara se cruza en la puerta con el secretario. Los dos se miran breves segundos, escudriñándose la mutua desconfianza.

George

-¿Te entregó Dick el paquete?

Secretario

-Sí, señor presidente, (mientras le pasa un envoltorio) y le hizo saber que para el fin de semana le va a llegar un buen cargamento de Afganistán, y que lo tendrá a usted presente.

 

Rápidamente, George desenvuelve el paquete y extrae suficiente cocaína como para hacer cuatro enormes rayas sobre el tallado espejo de mano que le regalara Aznar durante el encuentro en las Azores. Servicial y eficiente, el secretario enrolla un billete de diez dólares y se lo pasa a George que, inmediatamente, hace desaparecer la primera, la segunda, la tercera y la cuarta raya. El estupor del secretario al descubrir que no hay reparto aún es mayor cuando advierte que el presidente se queda también con el billete.

George

-¡Ya va siendo hora de que la raza humana entre en el sistema solar que, al fin y al cabo, los seres humanos y los peces podemos coexistir en paz!

 

El secretario se cruza al salir con Laura provista de una botella y un vaso con hielo. Ni uno ni otra se soportan y las miradas que intercambian los ponen en evidencia.

Laura escancia el trago, muy seria, y se lo acerca a George.

George

-¿Y tú no bebes? ¿Por qué no quieres beber conmigo?

Laura

-Yo no he bebido nunca y no voy a empezar a hacerlo ahora…

George

Tienes razón, tal vez en el futuro. Y el futuro siempre será mejor mañana.

Laura

-¿En qué canal es el partido?

George

(Mientras bebe wisky como si fuera agua) ¡No es la contaminación lo que amenaza el wisky sino la impureza del hielo y del vaso.

 

Laura se cruza al salir con Jeff Bush. Acaso porque nunca se han llevado bien, también se miran amenazadoramente.

Jeff

(Al tiempo que observa a George comiendo galletas a dos carrillos) ¿Quieres jugar otro hoyo George?

George

-No, ahora no Jeff, ahora no…

Jeff

-Te traje las pastillas…

 

George se abalanza sobre su hermano, le arrebata las pastillas y se introduce varias en la boca.

George

-¿Sabías que la mayoría de las pastillas que importamos las traemos de fuera del país? Jeff, ya va siendo hora de que tengamos una política exterior orientada hacia el extranjero.

Jeff

-Como tú digas, George… ¿de verdad que no quieres jugar otro hoyo?

George

-No, ahora no Jeff… voy a ver el partido… Por cierto, ¿en qué canal lo pasan?

Jeff

-No sé… ¿quieres que llame a Donald?

George

-No, yo lo busco… déjame ahora.

Jeff

-¿Seguro que no quieres…

George

-(Mientras se toma más pastillas, otro trago de wisky, dos galletas y cuatro rayas que tampoco comparte) ¡Te he dicho que ahora no Jeff! (gritando) ¡Ahora no!

 

A la vez que entran de nuevo en acción los guardaespaldas, atraídos por el grito de George, Jeff se retira cruzando con los agentes de seguridad miradas cargadas de odio. Tal vez por ello, ni él ni ellos reparan en el colapso del presidente. George, tras hacer indicaciones a los agentes para que se retiren, se toma con las dos manos el vientre, también la cabeza, la boca y las narices y, ya a solas, se tambalea por el salón camino del televisor. Dos sacudidas más tarde y entre horribles convulsiones, George W.Buh cae al suelo hecho una boñiga. Abre la boca tratando de llevar algo de aire a sus pulmones, el imprescindible para pedir socorro pero vomita sobre la moqueta y estornuda, todo al mismo tiempo, contrayendo su rostro en una extraña y enrojecida mueca que no presagia nada bueno, obviamente, para él. Después se arrastra lentamente mientras le sobrevienen más espasmos y arcadas, hasta lograr, finalmente, alcanzar el teléfono. Nadie descuelga al otro lado y, mientras la llamada timbra, el presidente se toma el bajo vientre, desesperado, y aprieta los dientes. A punto de sucumbir, oye la voz de Condolezza Rice.

 

Condolezza (Voz Off)

Hola, en estos momentos no estoy en casa. Ando en Nueva York comprándome zapatos. Llama más tarde o déjame tu mensaje… Tip.

 

Con un hilo de voz, el que le queda, el presidente tose, susurra, balbucea y, finalmente, graba su mensaje sin darse cuenta de que tiene el teléfono al revés.

George

-¿Puedo… puedo ir… puedo ir al baño?

 

Hecha la pregunta, el presidente inclina la cabeza y lanza un penúltimo estertor, suficiente para recordar el extraño brillo que tenía el wisky que le sirviera su esposa, o el raro color que tenían las galletas que le ofreciera su madre. También su memoria recrea la sonrisa de su secretario al entregarle el envoltorio, sonrisa que no percibió entonces, y recuerda las manos y la frente de Jeff, su propio hermano, sudando copiosamente mientras le daba las pastillas que se apresuró a tomar. Y repasa febril las imágenes de sus guardaespaldas cuando entraron a la oficina y la humeante pistola con silenciador de uno de ellos… Estaba seguro de que lo habían asesinado y no acertaba a descubrir la identidad del criminal. Todos los implicados tenían razones para asesinarlo. A su secretario ya no le cabían más humillaciones, su madre ni siquiera disimulaba el asco que le tenía, Laura quería librarse de él, Jeff seguía celoso por no haber heredado el nombre de su padre y,sobre todo, el cargo; y los guardaespaldas eran unos ineptos… No sabía quién pero uno de ellos o todos juntos eran los responsables de su asesinato…

Entonces soltó el último estertor y murió.

 

Escena 4 Interior/Rueda de Prensa/Día

 

Angel Acebes, tan expresivo como acostumbra, se acerca al atril ante los fogonazos de las cámaras.

Acebes

-Todavía no podemos adelantar absolutamente nada sobre el atentado que ha costado la vida al presidente Bush pero el gobierno investiga la autoría de ETA como primera hipótesis de trabajo.

Entra banda sonora.

The End