El gran historiador de los de abajo, Howard Zinn, convocó anoche a los héroes populares del pasado para guiar, apoyar y alentar a los héroes del presente en el movimiento de resistencia en Estados Unidos. Rompiendo silencios inaguantables, discursos, cartas, poemas, canciones de lucha, ira, denuncia y gritos en favor de la justicia y en […]
El gran historiador de los de abajo, Howard Zinn, convocó anoche a los héroes populares del pasado para guiar, apoyar y alentar a los héroes del presente en el movimiento de resistencia en Estados Unidos.
Rompiendo silencios inaguantables, discursos, cartas, poemas, canciones de lucha, ira, denuncia y gritos en favor de la justicia y en contra de las guerras en el transcurso de la historia de este país, resonaron en el gran auditorio de la universidad Cooper Union en esta ciudad, en voz de actores, poetas, periodistas y músicos reconocidos.
«Estas son las voces no de la historia oficial, sino de los que han resistido, de los disidentes, gente trabajadora, socialistas, anarquistas, los que se opusieron al establishment en nombre de la paz y la justicia para todos», declaró Zinn al inicio del acto. «Ellos son la voz de los desafiantes, porque esa es la voz que necesitamos. Tenemos que alentar a la gente a desafiar este sistema, tenemos que hacer algo; esto es más bien un llamado a la acción».
Aquí estaba Bartolomé de la Casas, se presento el gran líder libertador afroestadunidense Frederick Douglass, junto al líder socialista Eugene Debs, los poetas Langston Hughes y Allen Ginsberg, y músicos como Billie Holiday y Woody Guthrie, entre otros, en voz del actor Danny Glover, Ally Sheedy, la artista de spoken word Staceyann Chin, el músico (y premio Grammy) Steve Earle, y la periodista Deepa Fernández, entre otros.
Earle entonó la famosa canción de Woody Guthrie, pero incluye los versos que casi nunca se cantan, como «al caminar/me topé con letrero/un lado decía ‘propiedad privada’/pero del otro lado no decía nada/ese lado estaba hecho para ti y para mí». Earle, en medio, le dice a los cientos que llenan el auditorio: «nunca vamos a poder detener una guerra si siguen cantando así, canten fucking fuerte»; de pronto los versos del gran trovador de los de abajo -maestro e inspiración de Bob Dylan y Bruce Springsteen, entre otros- estaban en boca de todos.
Un actor lee la descripción de Bartolomé de las Casas sobre la brutalidad y la avaricia en los primeros encuentros entre los europeos y los indígenas americanos que dejaron devastadas las islas del Caribe, todo bajo la bendición de los «cristianos». Las palabras de De las Casas en voz del actor incluyen lo que contó sobre un líder indígena de Haití, ahora Cuba, quien cuando es capturado y antes de ser quemado vivo, un fraile le pregunta si desea aceptar la fe cristiana en sus últimos momentos para poder ir al paraíso en lugar del infierno. Hatuey, como se llamaba, «le preguntó al fraile franciscano si todos los cristianos iban al paraíso. Cuando fue informado de que sí, dijo que prefería ir al infierno».
Todos los estadunidenses, dice Zinn, son educados sobre la maravilla de la democracia Jacksoniana, pero «no había tal democracia para todos los indígenas que mató el presidente Andrew Jackson, ni para las mujeres jóvenes que laboraban en las fábricas textileras de Nueva Inglaterra».
Una actriz da voz a las palabras de Harriet Hanson Robinson, quien empezó a trabajar en las maquiladoras textileras a los 10 años de edad a mediados del siglo XIX, y que muchos años después describe cómo participó en una de las primeras huelgas que organizaron más de mil mujeres, entre ellas un gran número de menores de edad.
Se da voz a un editorial del periódico North Star, publicación encabezada por el gran líder afroestadunidense Frederick Douglass, donde ofrece una larga, furiosa y apasionada denuncia de las mentiras, la manipulación política y la justificación religiosa para una guerra lanzada y justificada por ambos partidos políticos -o sea, casi idéntico a la coyuntura actual- pero en este caso se trataba de la guerra contra México en 1848.
«Rogamos a nuestros paisanos a dejar este conflicto horrendo, abandonar sus planes asesinos y el camino de la sangre. Antes de la aventura, nuestro país aún puede salvarse. Que la prensa, el púlpito, la iglesia, la ciudadanía, se unan; y que las peticiones inunden los pasillos del Congreso por millones, pidiendo por el retorno de nuestras tropas en México. Eso no podría salvarnos, pero es nuestra única esperanza».
El gran líder socialista de principios del siglo XX, Eugene Debs, se escucha como si fuera hoy. En un discurso contra la Primera Guerra Mundial, advierte que los explotadores siempre se envuelven en las banderas del patriotismo, pero todas las guerras son iguales, sólo benefician a la clase dominante. «La clase dominante siempre declara las guerras, mientras que la clase subordinada es la que lucha en ellas. La clase dominante no tiene nada que perder en las guerras, la clase subordinada tiene todo que perder… Por eso, ustedes, el pueblo, jamás han declarado un guerra. Si una guerra es justa, que sea declarada por el pueblo».
Presente también está Sojourner Truth, ex esclava y líder del movimiento contra la esclavitud, pero también por la dignidad y derechos de las mujeres. En un discurso en 1851, Truth rechaza los argumentos de siempre sobre por qué las mujeres tienen que guardar su lugar y aceptar su posición secundaria, y al abordar estos argumentos, llega al que siempre está al final; las mujeres por ley divina no son iguales que los hombres porque Cristo fue hombre. «Sí, Cristo no fue mujer… pero ¿de dónde vino? Cristo vino de Dios y de una mujer. Los hombres no tenían nada que ver en ello».
La noche avanza, con Zinn y 14 colegas dando voz a mujeres estadunidenses japonesas puestas en campos de concentración después de Peral Harbor, el poeta beat Allen Ginsberg detonando los mitos estadunidenses, Martin Luther King culpando al gobierno de Estados Unidos de ser «el mayor proveedor de violencia en el mundo», a poetas y estudiantes que se enfrentan a la guerra, con canciones de Dylan, Billie Holiday y versos de Langston Hughes. Partes invisibles de la historia de lucha, denuncia y desafío aparecen. Algunas de las palabras son tan emotivas, tan contemporáneas, tan llenas de coraje y de dignidad que en más de una ocasión un actor o artista dando voz a estos antepasados paró en lágrimas.
Los documentos (discursos, poemas, canciones, cartas y reportajes) fueron seleccionados de su libro Voces de una historia del pueblo de Estados Unidos, coeditado por Anthony Arnove, uno de los participantes en esta función. Zinn, también colaborador de La Jornada, ha realizado varios de estos actos en diversas partes del país durante los últimos dos años.
Zinn, cuya Historia del Pueblo de Estados Unidos continúa como uno de los textos de historia más vendidos en este país, convocó a estos héroes y anoche aceptaron su invitación. Tal vez ellos invitarán ahora a nuevos héroes desafiantes.