Las declaraciones del Papa Benedicto XVI, un misionero político de la derecha, en contra de la Teología de Liberación y sus agravios al hermano Leonardo Boff, demostró una vez más la realidad de cómo la Iglesia como institución no responde, en la mayoría de los casos, a los intereses del pueblo, sino más bien a […]
Las declaraciones del Papa Benedicto XVI, un misionero político de la derecha, en contra de la Teología de Liberación y sus agravios al hermano Leonardo Boff, demostró una vez más la realidad de cómo la Iglesia como institución no responde, en la mayoría de los casos, a los intereses del pueblo, sino más bien a la ideología y política del proyecto de la globalización neoliberal capitalista con una teología de mercado.
En su visita a América Latina el Papa Benedicto ha dicho que «las ideas de la Teología de la Liberación eran erróneas…» Particularmente en su estadía en Brasil él abiertamente declaró que Teología de la Liberación fue una forma de Milenarismo que no tiene justificación en la actual realidad latinoamericana». Y, por supuesto, no podía faltar el embeleco contemplativo con la cual siempre la política de derecha quiere acallar a la política de izquierda dentro del movimiento religioso de vanguardia: «la misión de la Iglesia es religiosa, pero se abre a las soluciones de los grandes problemas sociales».
Ahora bien, ¿por qué molesta tanto la Teología de la Liberación? Porque tiene como postulado básico el reencontrar a Dios en las luchas del pueblo. De ahí que combata abiertamente la desesperanza que se le quiere producir a ese pueblo. No olvidemos que esa desesperanza tiene como función principal el facilitar en las personas la aceptación de la ideología del fatalismo. O sea, el convencimiento de que no hay remedio para lo que estamos confrontando. En esa ideología o manera de pensar también se promueve las ideas falsas sobre nuestra Diosa. Por ejemplo, esta idolatría, la cual se distingue por crear una imagen falsa de nuestra Diosa, se elabora atribuyéndole a la divinidad la responsabilidad causal de la pobreza, ocultando la realidad de cómo unas estructuras, instituciones y sistemas son utilizadas por la clase dominante para producir y reproducir las desigualdades económicas en nuestra sociedad.
En la Teología de la Liberación promovemos el postulado que la esperanza tiene como función principal el forjar en las personas la convicción del optimismo radical. O sea, el convencimiento de que existen soluciones a las realidades existentes. De aquí entonces el que la esperanza primeramente persigue alcanzar la comprensión mas crítica de cualquier situación de opresión, explotación, exclusión y colonización, buscando entender los proceso históricos, socio-económicos y políticos, muy particular los efectos de estos en nuestro diario vivir.
A esta experiencia transformadora el compañero y hermano Jesús lo denominó como el nacer de nuevo. Por otro lado, el compañero y hermano Paulo Freire la identificó como el revivir y repensar. El nacer de nuevo, revivir y repensar no solo de nuestra realidad contemporánea del diario vivir, pero también de nuestra memoria histórica. Esa memoria histórica que el/la opresor@ desea que olvidemos es necesario revivirla constantemente y en el transcurso de revivirla volvemos a repensarla hasta convertirnos en nuevas criaturas. Esto es el nuevo hombre y la nueva mujer de la cual nos hablaba el profeta Che Guevara. En todo esto no debe quedar duda alguna de donde venimos, porque este punto de referencia nos ayuda a entender por un lado en donde estamos, y por otro lado, hacia donde debemos dirigirnos. La experiencia del revivir y repensar tiene como objetivo el readueñarnos de nuestras vidas, o sea, el devolvernos nuestra humanización. Este proceso es el comienzo de sacarnos de la inercia.
Por tal razón en la Teología de la Liberación, esa que al Papa Benedicto y a sus aliados de la clase dominante le molesta tanto, promueve una verdadera fe que está comprometida con las luchas del pueblo inspirándole a la práctica de la justicia social. En otras palabras, esta fe debe de tener la capacidad de resucitar la esperanza del pueblo convirtiéndose en una experiencia mística de la subversión para destruir el desorden que existe en este mundo con la intención de darle un orden correcto.
En todo este asunto hay un dato curioso con la Escuela de Las Américas -conocida como la escuela de asesinos- ahora con el nombre de Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, en donde fueron entrenados cientos de militares latinoamericanos pertenecientes a los escuadrones de la muerte con la intención de destruir el movimiento de la Teología de la Liberación. Fue dentro de las Iglesias que el pueblo comenzó a rescatar esa fe que inspira la justicia social porque no se le dio religión al pueblo para que no pensara sino más bien para que se organizara y se movilizara. Un caso muy particular lo podemos ver en El Salvador, en donde los escuadrones de la muerte entrenados y armados por la Escuela de las Américas, asesinaron curas, monjas y al arzobispo. ¿Qué hizo el Vaticano y el resto de las denominaciones religiosas? Con su silencio de complicidad bendijeron las armas de los asesinos y oraron por las almas de los muertos. Esto es un pecado capital.
Ahora bien, ¿por qué el gobierno de Estados Unidos, uno que se la pasa dando alardes de su creencia en Dios, a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y del Vaticano, se atrevieron a declarar una guerra abierta contra la Teología de la Liberación a partir de los años de 1980? Porque esta es una teología en donde por un lado se establece que Dios tiene una opción preferencial con la gente pobre y por otro lado se establece que la pobreza es creada por la repartición desigual de los recursos que nos dieron en creación. De aquí el que en esta Teología de la Liberación nos atrevemos a rechazar abiertamente el proyecto capitalista y le damos la bienvenida a un socialismo democrático para el siglo veintiuno. Pero la liberación no se limita a solamente el aspecto económico y esta es una realidad que todavía para muchos teólogos de la liberación ha quedado miope y es necesario corregir.
Véalo de esta manera. ¿Cómo puede una persona encontrar a Dios en sus luchas diarias si ésta no es una experiencia de liberación? Como dijimos anteriormente la gente pobre necesita ser liberada de la opresión y exclusión clasista. Pero también las mujeres de la opresión y exclusión sexista; las personas negras de la opresión y exclusión racista; las personas gay y lésbicas de la opresión y exclusión heterosexista y homofóbica; las personas jóvenes de la opresión y exclusión adulto centrista; las personas no cristianas de la opresión y exclusión cristo centrista; las personas que no creen en Dios de la opresión y exclusión teísta; las personas que creen en Dios de la opresión y exclusión ateísta; etc. En otras palabras, aquí es que está el meollo del asunto que tanto le molesta al Papa Benedicto con el asunto de la Teología de la Liberación: Esto es un proyecto de liberación que implementa la justicia en todas sus dimensiones. Por supuesto, esto también le molesta al liderato dentro de la Teología Protestante quienes también bailan el mismo son. Para muestra un botón nos basta y ahí tienen el caso muy particular del presidente George W. Bush y su teología atolondrada en contra de las comunidades gay y lésbicas, de los derechos civiles reproductivos de las mujeres y su irreverencia para con la vida a través de sus guerras imperialistas.
Por tal razón, en la Teología de la Liberación esta esperanza tiende a ser impersuasible, compasiva, emancipadora, vanguardista, descolonizadora, recordadora y por supuesto, anticapitalista. Es a esto a lo que estamos llamando el comenzar a construir el Reino de Dios aquí en la tierra, porque nadie va al cielo, sin pasar por la tierra. Es de esta manera que construimos la paz con justicia.
P. Luis Barrios
Iglesia San Romero de Las Américas
18 de mayo de 2007