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Frustrado con Bush, el vicepresidente insta a Israel a atacar Irán

Cheney, Israel e Irán

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

«Actualmente hay una carrera entre diferentes flancos del gobierno para determinar el curso futuro de la política USA-Irán,» escribe Steven C. Clemens, conocedor de lo que sucede en Washington, en su blog Washington Note. «En un flanco están los diplomáticos, en el otro está el equipo del vicepresidente Cheney y sus acólitos – que pueblan una franja bastante ancha que pasa por la burocracia de la seguridad nacional estadounidense.» Es «inquietante» porque «la persona en el gobierno de Bush que más quiere un conflicto ‘caliente’ con Irán es el vicepresidente Cheney.»  

Clemens cita a un ayudante de Cheney diciendo «que el propio Cheney está frustrado con el presidente Bush y cree, de modo muy similar a Richard Perle, que Bush está cometiendo un error desastroso» al apoyar la actitud diplomática hacia Irán que aparentemente prefiere el Departamento de Estado. Así que Cheney planea emprender una «estrategia de carrera directa hacia el objetivo» esquivando al presidente (que actualmente se tambalea más hacia los «realistas» de Condi Rice que hacia los neoconservadores de Cheney) si su flanco no prevalece y Bush resiste a las exigencias de los neoconservadores y del lobby de AIPAC para un enfrentamiento sangriento.

«El pensamiento del equipo de Cheney es coludirse con Israel, dar a Israel un codazo aprobatorio en algún momento crucial del actual impasse entre las actividades nucleares de Irán y la frustración internacional al respecto, para que lance un ataque convencional a pequeña escala contra Natanz, utilizando misiles crucero. Esperaría que esta estrategia provoque un contraataque iraní contra fuerzas de USA en el Golfo que baste para obligar a Bush a abandonar el camino diplomático que propugnan los realistas del gobierno y a que se lance a otra guerra.»

Es el artículo más aterrador que haya leído desde hace tiempo, junto con la última columna de Justin Raimondo en antiwar.com que se basa en él. Raimondo, citando una reciente entrevista de CNN con Seymour Hersh, vincula a Cheney y al Consejero Adjunto de Seguridad Nacional Elliott Abrams (actualmente el neoconservador más poderoso en el gobierno) con el apoyo de USA para la milicia suní Fateh al Islam en el Líbano como un medio para debilitar a Hezbolá. «George W. Bush,» declara, «está totalmente fuera de circuito» en lo que Raimondo llama «el gobierno de Cheney.»

Estos informes suenan a verdad, me parece. Bob Woodward ha documentado, citando a Colin Powell, cómo Cheney y su pandilla neoconservadora formaron «un pequeño gobierno separado» en 2002 a fin de organizar el ataque contra Iraq, precedido por una campaña de desinformación que el estúpido en la Oficina Oval podría perfectamente haber tragado ansiosamente y sin cuestionar nada. Cheney declaró en el show de Don Imus en MSNBC en enero de 2005, que «en vista del hecho de que Irán tiene una política declarada cuyo objetivo es la destrucción de Israel, los israelíes perfectamente podrían decidir actuar primero, y dejar que el resto del mundo se preocupe después de limpiar el lío diplomático.» Implicó que si USA no actuara contra Irán, los israelíes podrían tener que hacerlo y tendrían razón. Los propugnadores de AIPAC y de los thinktank neoconservadores de un ataque contra Irán cuentan con la comprensión de legisladores de ambos partidos. A pesar de contratiempos y de lo que la gente pensante pueda ver como el desprestigio total de la facción neoconservadora resultante de la denuncia de las mentiras del gobierno, el amplio plan neoconservador (la imposición de regímenes favorables a USA, amistosos hacia Israel, en todo el Sudeste Asiático) sigue estando a la orden del día.

Cheney, dice Clemens, está frustrado con Bush. Tal vez la relación entre mentor y discípulo de la que gozó con el presidente más joven, confiado, ignorante e impresionable se ha debilitado con el tiempo. Tal vez sea posible que Bush haya creído verdaderamente los trozos de desinformación colocados sobre su escritorio por Douglas Feith, Abram Shulsky y los otros operadores de la Oficina de Planes Especiales que ahora han sido todos tan claramente desenmascarados, y ahora que ahora culpe a Cheney y a sus neoconservadores por su embarazo. Tal vez su querida amiga Condi lo esté urgiendo para que cuestione el buen juicio de Cheney sobre la política en Oriente Próximo. Y tal vez el vicepresidente más poderoso de la historia de USA esté realmente impulsando una «estrategia de carrera directa hacia el objetivo» para realizar la agenda neoconservadora, dejando a Bush fuera de circuito.

Ha quedado en claro por lo menos desde hace cinco años que Cheney, la figura clave en este gobierno dirigido formalmente por un sujeto perdidamente confuso que sigue aprendiendo a hablar, quiere llevarlo a expedir las órdenes necesarias para derribar a los gobiernos iraní y sirio y aplastar a sus aliados en el Líbano y Palestina. Él y su jefe de equipo «Scooter» Libby, junto con Perle y toda la cabala, parecían estar tener la situación bajo un control perfecto hasta que el pueblo iraquí a través de su resistencia contra la ocupación llevó al pueblo estadounidense a darse cuenta de lo que cuesta la agresión imperialista y creó una oportunidad para el periodismo crítico en una atmósfera fascista incipiente. Ahora existe definitivamente una «carrera en vías de ejecución» no sólo entre dos facciones del gobierno sino entre el movimiento contra la Guerra y el movimiento de Apocalipsis Ahora encabezado por Cheney.

Inmediatamente después del 11-S Cheney habló de una guerra que duraría generaciones, comparable con la Guerra Fría, una guerra que no se limitaría a una reacción contra al-Qaeda sino que tendría objetivos múltiples y cambiantes. Es un hombre bien consciente de su mortalidad, a los 66 años, después de cuatro ataques cardíacos, que se siente cómodo generando esa guerra artificial no provocada basada necesariamente en la ignorancia y la islamofobia. Probablemente sabe que aunque desencadene el infierno total sobre el Sudoeste Asiática podrá morir confortablemente rodeado por sus nietos. Con aire de suficiencia se siente seguro de que nunca enfrentará la suerte de un Tojo Hideki o de un Heinrich Himmler. Probablemente tiene razón en esto, pero es seguro que es impugnable, incluso sobre la base de lo que Clemens sugiere que podría constituir una «insubordinación criminal» contra el necio de su jefe.

El mes pasado el representante Dennis Kucinich presentó una resolución en la Cámara de Representantes para impugnar a Cheney, en parte porque ha «amenazado abiertamente con la agresión contra la República de Irán, sin que haya ninguna amenaza real contra USA, y lo ha hecho con la capacidad demostrada de USA de ejecutar amenazas semejantes.» ¿No aumentan estos últimos informes el caso contra ese monstruo, y subrayan la urgencia de impugnarlo?

Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de Religión Comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa Japan»; «Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan»; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900.» También colaboró con la despiadada crónica de CounterPunch sobre las guerras en Iraq, Afganistán y Yugoslavia: «Imperial Crusades.» Para contactos escriba a: [email protected]

http://www.counterpunch.org/leupp05262007.html