Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El Zyklon B era la marca registrada de un insecticida a base de cianuro que se usó en la Alemania Nazi durante el Holocausto, para asesinar a millones de personas. [http://es.wikipedia.org/wiki/Zyklon_B]
El Zyklon B llegó a El Paso en los años veinte del siglo pasado. En 1929, por ejemplo un funcionario del Servicio de Salud Pública de EE.UU., J.R. Hurley, pidió el material – ácido prúsico en forma de gránulos – por un valor de 25 dólares, como agente de fumigación para ser utilizado en la estación de despiojamiento de El Paso, donde mexicanos cruzaban la frontera desde Juárez. El Zyklon, desarrollado por DEGESCH (Corporación Alemana de combate contra Alimañas) era producido en diferentes concentraciones: Zyklon C, D y E que representaban gradaciones en potencia y precio. Como lo describe Raul Hilberg en «La destrucción de los judíos europeos,» la concentración E era requerida para la erradicación de alimañas especialmente resistentes, como ser cucarachas o para gasear en barracas de madera. La preparación ‘normal,’ D, fue utilizada para exterminar piojos, ratones, o ratas en estructuras grandes, bien construidas, que contenían muebles. Seres humanos fueron asesinados en cámaras de gas con Zyklon B.» En 1929, se dividió el mercado mundial con una corporación estadounidense, Cyanamid, de modo que Hurley presumiblemente obtuvo su Zyklon B de esta última.
Como describe David Dorado Romo en su maravilloso «Ringside Seat to a Revolution: An underground history of El Paso and Juárez : 1893-1923» [Butaca de primera fila en una revolución: Una historia clandestina de El Paso y Juárez), Zyklon B llegó a ser asequible en EE.UU. al comienzo de los años veinte cuando los temores de una infección foránea fueron inflamados por las señales de alarma de los eugenicistas, la mayoría provenientes del extremo «progresista» del espectro político. En 1917, el Congreso de EE.UU. aprobó y Wilson – un ardiente eugenicista – firmó la Ley de Inmigración. El Servicio de Salud Pública de EE.UU. publicó simultáneamente su Manual para la Inspección Física de Extranjeros.
El Manual incluía su lista de excluibles de EE.UU., una representación madura de las obsesiones de los eugenicistas: «imbéciles, idiotas, personas débiles mentales, personas de inferioridad constitucional psicopática (homosexuales), vagos, defectuosos físicos, alcohólicos crónicos, polígamos, anarquistas, personas afectadas por enfermedades execrables o contagiosas peligrosas, prostitutas, jornaleros por contrato, todos los extranjeros de más de 16 que no sepan leer.» En el mismo año, agentes del Servicio de Salud Pública de EE.UU. «bañaron y despiojaron» a 127.123 mexicanos en el Puente Internacional de Santa Fe entre Juárez y El Paso.
El alcalde de El Paso de la época, Tom Lea Sr., representaba, como dijo Romo, «el nuevo tipo de político anglo en la ‘Era Progresista’. Progresista no significaba necesariamente liberal en aquel entonces. En el caso de Lea, ‘progreso’ significaba que limpiaría la ciudad.» Como parte de sus operaciones de limpieza, Lea convirtió su ciudad en la primera de EE.UU. que prohibió el cannabis, alias marihuana, como una sustancia mexicana foránea. Tenía un temor visceral de la contaminación y, como reveló posteriormente su hijo, usaba ropa interior de seda porque su amigo, el doctor Klutz, le había dicho que los piojos del tifus no se pegaban a la seda. Con sus entrañas bien protegidas, por lo tanto, Lea bombardeó al gobierno de EE.UU. con exigencias de que hubiera un campo de cuarentena total en la frontera en el que se mantendría a todos los inmigrantes durante hasta 14 días. El funcionario sanitario local, B.J. Lloyd, consideró que esto era estrafalario, y dijo al inspector general de sanidad que la fiebre tifoidea «no es ahora, y probablemente nunca será, una amenaza seria para nuestra población civil.»
Lloyd tenía razón al respecto. Lea obligó a los inspectores sanitarios a lanzarse sobre Chihuahuita, el barrio mexicano de El Paso, forzando a habitantes sospechosos de tener piojos a tomar baños de kerosén y vinagre, a que se les afeitaran las cabezas e incineraran sus ropas. La inspección de 5.000 habitaciones no estigmatizó a Chihuahuita como una zona de plagas. Los inspectores hallaron dos casos de tifus, uno de reumatismo, uno de tuberculosis, y uno de varicela. Irónicamente, Klutz, presumiblemente con su ropa interior de seda, contrajo el tifus mientras supervisaba esas operaciones y falleció.
Pero Lloyd recomendó plantas de despiojamiento, diciendo que estaba dispuesto a «bañar y desinfectar a toda la gente sucia, piojosa, que viene a este país desde México.» La planta estuvo lista para la actividad de inmediato cuando la Ley de Inmigración fue promulgada. Pronto los cuerpos de los mexicanos fueron controlados, untados con kerosén cuando era considerado necesario, y sus ropas fueron fumigadas con gasolina, kerosén, cianuro sódico, cianógenos, ácido sulfúrico y Zyklon B. El periódico El Paso escribió respetuosamente en 1928: «El gas de ácido cianhídrico, el más tóxico que se conozca, más letal incluso que el utilizado en los campos de batalla de Europa, es empleado en el proceso de fumigación.»
Las operaciones de despiojamiento provocaron furia y resistencia entre los mexicanos a los que todavía les hervía la sangre de rabia después de un mortífero incendio de gasolina en 1916 en la cárcel de la Ciudad de El Paso. Como parte de la campaña de desinfección en toda la ciudad del alcalde Lea, se ordenó a los prisioneros en la cárcel que se desnudaran. Sus ropas fueron lanzadas en un baño lleno de una mezcla de gasolina, creosota y formalina. Entonces los obligaron a entrar a un segundo baño repleto con «un balde de gasolina, un balde de carbón y un balde de vinagre.» Cerca de las 3 de la tarde del 5 de marzo de1 1916, alguien encendió un fósforo. La cárcel ardió como una antorcha. El Paso Herald informó que unos 50 «prisioneros desnudos cuyos cuerpos desprendían gases de gasolina,» muchos de ellos encerrados en sus celdas, se incendiaron. 27 prisioneros murieron. A fines de enero de 1917, 200 mujeres mexicanas se rebelaron en la frontera y provocaron un gran disturbio, provocando la fuga de policías y soldados a ambos lados de la frontera.
El uso de Zyklon B se hizo habitual. Los funcionarios sanitarios pulverizaban las ropas de los inmigrantes. Ahora bien, Zyklon B, en su forma gaseosa, es fatal cuando es absorbido a través de la piel en concentraciones de más de 50 ppm. ¿Cuántos mexicanos sufrieron agonías o murieron, cuando se pusieron esas vestimentas? Como Romo declaró recientemente al periodista basado en El Paso, Paul Spike, que escribe para el periódico en línea de Gran Bretaña, The First Post: «Es un inmenso agujero negro en la historia. Por desgracia, sólo tengo historias orales y otra evidencia anecdótica sobre los efectos dañinos de los productos químicos nocivos utilizados para desinfectar y despiojar a los mexicanos que cruzaban la frontera – incluyendo muertes, defectos al nacer, cáncer, etc. Podrían ser decenas de miles. Es increíble que absolutamente nadie, después de todos estos años, haya tratado alguna vez de documentarlo.»
El uso de Zyklon B en la frontera entre EE.UU. y México fue un asunto de agudo interés para la firma DEGESCH. En 1938, el doctor Gerhard Peters pidió que fuera utilizado en Desinfektionskammern [cámaras de desinfección] alemanas. Romo publicó un artículo que Peters escribió en una revista de ciencias de las plagas alemana, Anzeiger für Schädlingskunde, que publicó dos fotografías de las cámaras de despiojamiento de El Paso. Peters llegó a ser gerente general de DEGESCH, que manejó el suministro de Zyklon B para los campos de la muerte nazis. Fue juzgado y condenado en Nuremberg. Hilberg informa que lo sentenciaron a cinco años, luego logró un nuevo juicio que fijó la sentencia en seis años. En un nuevo juicio en 1955, lo absolvieron.
En EE.UU., los eugenicistas siguieron adelante hasta lograr su gran triunfo: la Ley de Restricción de la Inmigración de 1924, que condenó a millones en Europa a su encuentro final con Zyklon B veinte años más tarde. Al llegar los años treinta, los eugenicistas estaban generalmente desacreditados, aunque muchos – particularmente en el movimiento ecológico – siguen fieles a sus obsesiones racistas hasta hoy. La Ley de Restricción, ese monumento a la mala ciencia unida a políticos inescrupulosos y a una política pública entusiasta por el bien de generaciones venideras, permaneció sin cambio durante 40 años.
En 1928, la enfermedad verdaderamente atravesó la frontera, como señala Romo. Romo cita una carta del doctor John Tappan, que había desinfectado a miles de mexicanos en la frontera: «10.000 casos en El Paso y los mexicanos murieron como moscas. Familias enteras fueron exterminadas. Fue la gripe «española» proveniente del distrito Haskell, en Kansas, EE.UU.