«Cayó sobre la CIA como un ciclón. Su paso ha sido el más corto de todos -cuatro meses- pero el que más huellas dejó.» Así escribió William «Bill» Colby en sus memorias [1] , sobre James Schlesinger, nombrado jefe de la Agencia por el presidente Richard M. Nixón en febrero de 1973. Hasta ese momento […]
«Cayó sobre la CIA como un ciclón. Su paso ha sido el más corto de todos -cuatro meses- pero el que más huellas dejó.» Así escribió William «Bill» Colby en sus memorias [1] , sobre James Schlesinger, nombrado jefe de la Agencia por el presidente Richard M. Nixón en febrero de 1973. Hasta ese momento había sido presidente de la toda poderosa Comisión de Energía Atómica.
Nixón había despedido a Richard Helms por haberse negado a bloquear las investigaciones que varias comisiones oficiales realizaban sobre el llamado Watergate. Ese que tenía a Nixón contra la pared al haberse descubierto que él había ordenado el espionaje a la sede del Partido Republicano en 1972. Y que al final le costó la presidencia.
La tarea única de Schlesinger era proteger al presidente y su entorno más cercano. Pero no sólo del «asunto» Watergate. Por tanto, según contó Colby, ordenó a todos los oficiales de la CIA, incluidos los ya retirados, de entregar la información sobre aquellos sucesos que podrían afectar la seguridad de la nación y del presidente. Ante ello nadie se podía negar. Igualmente ordenó que se le entregaran los informes más delicados que estuvieran en los amplios archivos de la Agencia, desde que Nixón era vicepresidente de Dwight D. Einsenhower (1953-61). A este dossier, que acumuló 693 páginas, le llamó «Los secretos de la familia». Es lo que contó Colby, que participó de tal operación interna.
Esto es lo que hace escándalo hoy en el mundo, al desclasificarse totalmente. Y se debe decir ‘totalmente’, aunque ya algunos documentos habían sido publicados ante la presión de organismos oficiales y privados.
Además, los principales detalles de su contenido fueron narrados por Colby -quien reemplazó a Schlesinger, cuando este pasó a secretario de Defensa- en su libro de memorias publicado en 1978. Adjuntando sus propias experiencias, he aquí algunas de las cosas que Colby contó, con las cuales se podía re-comprobar que las denuncias del gobierno cubano no eran una fantasía. Como tampoco lo siguen siendo hoy, pues esos documentos que compiló Schlesinger vuelven a probarlo.
Cuba: a pagar la humillación a Estados Unidos.
«Definitivamente, el fiasco de la bahía de Cochinos [19 de abril 1961] había producido resultados más profundos de los que me podía imaginar. Porque ello dio la señal para que la Agencia recibiera una serie de criticas que jamás había conocido, tanto de los medios políticos como de la opinión pública en general. En consecuencia, la Agencia comenzó a transformarse a su interior de una manera que trastornó sus técnicas y su accionar (…)»
«La Agencia tenía una reputación irreprochable. Coraje, entrega, inteligencia, heroísmo, una sucesión de aventuras al estilo James Bond. Tales eran las cualidades que el público creía de sus agentes (…) robar secretos a los rusos, o que operarios realizaran acciones astutas -como hacer huir al gobierno pro comunista de Arbenz en Guatemala [1954], o devolver al trono al Sha de Irán [1953] (…)»
«Pero con el desastre de bahía de Cochinos todo cambia, o mejor, empieza a cambiar (…) y en medio del escándalo, el presidente [John F.] Kennedy declara lleno de cólera que quiere «regar las cenizas de la CIA a los cuatro vientos». Con lo de bahía de Cochinos quedó la sensación de que la Agencia era una banda de aventureros idiotas que conducía a sus hombres a la muerte inútil (…)»
«En un caso preciso los hermanos Kennedy [el presidente y Robert, el fiscal general] impulsaron totalmente a la CIA: ellos la encargan de un programa intensivo dirigido contra el régimen de Castro, responsable de la humillación a Estados Unidos.»
«Algunos días después de ese gran fracaso, los Kennedy convocan a Bissell [Richard, segundo de la CIA, y encargado de las operaciones especiales y de guerra sucia] para reprocharle en términos muy fuertes de no haber hecho lo suficiente contra Cuba. Después, en noviembre de 1961, Kennedy lanza la operación Mangosta, «para ayudar a Cuba a derrocar el régimen comunista». Y para ello pone a un veterano especialista de la acción clandestina, [Edward] Ed Lansdale, quien a su vez queda bajo la supervisión de Robert Kennedy y de Maxwell Taylor. Siempre ingenioso e imaginativo, Lansdale propone una treintena de acciones -desde el sabotaje de industrias y líneas de tren, hasta el riego de campos de caña de azúcar con diversas sustancias químicas destinadas a enfermar a los trabajadores (…) Un año después, la autorización de realizar esos sabotajes se entregó a un nuevo equipo de la CIA.«
«La Crisis de los Misiles [octubre 1962] endurecería la posición del gobierno Kennedy (…) Pero la consecuencia más importante de esta Crisis fue que exacerbó la cólera de los Kennedy contra Castro, y reforzó su determinación de utilizar a la CIA, y sus capacidades de acción clandestina, para «deshacerse de él», con toda la ambigüedad que este término contiene (…) la campaña comprende muchas tentativas de asesinato contra Castro (…)»
Colby, en sus memorias, también mencionó el asesinato del presidente Kennedy, Dallas, 22 de noviembre de 1963. Y en vez de ser parte del grupo que por el mundo ha querido vincular a Fidel Castro Ruz en el magnicidio, precisó: «En cuanto a las alegaciones, según las cuales los intentos de la CIA para asesinar a Castro llevaron al dictador cubano a responder de la misma manera, puedo decir que no existe la mínima sombra de una prueba, por tanto esas alegaciones sólo quedan como razonamientos descabellados.»
Chile: «La Segunda Vía»
«En Chile, la CIA lanza un programa de acción clandestina (…) La CIA se lanzó a ella, una de las acciones más controvertidas, a pedido personal del presidente Nixón (…) Había que apoyar a los partidos de centro y a las fuerzas políticas que, en Chile, se opusieran a la toma del poder por los comunistas apoyados por Castro. Para las elecciones presidenciales de 1964, por ejemplo, la CIA había entregado unos tres millones de dólares [suma inmensa para la época] para asegurar la victoria de la Democracia Cristiana de Eduardo Frei. En los años siguientes (…) la CIA invirtió sumas más importantes para sostener a Frei, la Democracia Cristiana y a los otros partidos democráticos, contra la izquierda de Salvador Allende (…)»
«Para las elecciones presidenciales de 1970, que marcan el fin del gobierno de Frei, el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos toma una decisión un poco ridícula. En vez de sostener a uno de los candidatos no comunista, la CIA debe dirigir todos sus esfuerzos contra el marxista Allende, realizando una vasta campaña de propaganda en su contra (…)»
Pero Allende gana. Entonces «Nixon entra en un estado de gran furor. Él está convencido que la victoria de Allende hará pasar a Chile al campo de la revolución y del anti-americanismo, y que el resto de América Latina no demorará en seguirlo. Después de algunos días de discusiones en el vacío, en Washington y Santiago, Nixon, convoca a Richard Helms a la Oficina Oval [oficina presidencial], para una reunión con Henry Kissinger, que sólo era su consejero de seguridad, y el ministro de Justicia John Mitchel. Nixón les dice claramente que se debe evitar la toma de funciones a Allende. Así ordena preparar el plan bautizado «Segunda Vía», para distinguirla de las otras actividades que la CIA realizaba en Chile (…) La Agencia debía asegurar por todos los medios, e incluido el llamado a los militares, que el Congreso chileno no confirmaría la elección de Allende (…) Helms recibió otra orden del presidente: ni el embajador en Santiago, ni el secretario de Estado, ni el secretario a la Defensa, podrían saber de la «segunda vía». Algo infrecuente, pero dentro de las atribuciones del presidente (…)»
«Nuestros agentes tomaron contacto con los responsables políticos y militares chilenos para seleccionar aquellos que estaban listos a actuar contra Allende, determinando con ellos la ayuda financiera, las armas y el material que creyeran necesario para quitar a Allende de la ruta presidencial (…) El jefe de las fuerzas armadas, el general René Schneider, había dicho claramente que el ejército respetaría la Constitución y sería su garante. Entonces no se podía descartar el matar a ese hombre. Sin alternativa, organizamos contra él una tentativa de secuestro, pero fue herido al oponer resistencia y murió poco después (…) Allende llega finalmente a la presidencia y la CIA pone fin a la «segunda vía» (…)
«Es indiscutible que las ordenes directas y formales del presidente Nixon a la CIA, eran el de fomentar un golpe de Estado militar en 1970. No existe discusión: la CIA es responsable de buena parte de los eventos posteriores (…)»
Y esos «eventos» terminaron en el golpe de Estado en 1973, donde murió el presidente chileno, y el general Augusto Pinochet tomó el poder para establer una sangrienta dictadura…
En el Epilogo de sus memorias, William «Bill» Colby, que estuvo al frente de la CIA hasta 1976, contó que no era buena la opinión de los ciudadanos estadounidenses sobre la CIA, debido a «sus actividades dudosas, llenas de cinismo, inmoralidad, y hasta de crueldad.» Era lógico verla así; insistía Colby: «El drogar a ciudadanos estadounidenses sin su consentimiento, espiar su vida y su correo, discutir con la Mafia formas de envenenar a Fidel Castro, y otros horribles métodos no son justificativos para asegurar la protección del país y de la seguridad nacional (…)»
Colby murió misteriosamente en 1996 mientras pescaba…
Hernando Calvo Ospina. Periodista y escritor colombiano, residente en Francia. Colaborador de Le Monde Diplomatique.
[1] Colby, William (Con la colaboración de Peter Forbath). Honorable men. My life in the C.I.A. Simon and Schuster. New York, 1978. Versión francesa: 30 ans de C.I.A. Presses de la Renaissance. Paris 1978.