La religión, que supone ser fuente de consuelo, esperanza y regocijo del alma humana, en Estados Unidos también es un instrumento electoral. Hacer uso de la religión para gobernar es tan viejo como la humanidad misma. Solamente habría que recordar que los jefes guerreros consultaban al brujo antes de tomar decisiones. Si las creían honestamente […]
La religión, que supone ser fuente de consuelo, esperanza y regocijo del alma humana, en Estados Unidos también es un instrumento electoral.
Hacer uso de la religión para gobernar es tan viejo como la humanidad misma. Solamente habría que recordar que los jefes guerreros consultaban al brujo antes de tomar decisiones. Si las creían honestamente es irrelevante. El chamán, el gurú o cualquiera de las múltiples maneras como se conocen a estos «adivinadores del futuro», cuyas predicciones eran puras simbologías que podían ser interpretadas de diversas maneras, tenían especial importancia para el manejo de los guerreros y miembros de la tribu.
No vamos a exponer ahora el desarrollo y las distintas modalidades de tan vieja práctica. Pero los personajes primitivos eran más genuinos y reales que la iglesia que administraba y dirigía los feudos, organizaba cruzadas contra El Oriente, distribuyó el «Nuevo Mundo» entre españoles y portugueses mediante el Tratado de Tordesillas, estableció límites en los reinados de los incipientes estados-nación, etc… Los «brujos» de aquellas tribus utilizaban elementos esenciales dados por la experiencia que les permitían sembrar en el mejor lugar y en el tiempo correcto, dar partes del tiempo, avizorar ataques enemigos, etc…Eran los sabios de entonces. Personas inteligentes sin dudas, capaces de interpretar los conocimientos diarios y convertirlos en experiencias útiles.
La situación de hoy es diferente. Es simplemente una excelente práctica diversionista para controlar el Poder. Como siempre ha ocurrido en la sociedad, es una vieja costumbre que respondió a necesidades reales y derivó, con los años, en la caricatura de hoy.
Mitt Romney es hijo de George Romney, ambos mormones. El segundo fue candidato presidencial del Partido Republicano en 1968. Su retiro de la contienda no dio oportunidad para ser cuestionado por sus creencias. En cambio su hijo, quien es candidato en la del 2008, es constantemente presionado por pertenecer a la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Último Día. Los conservadores dicen que debe cambiar de religión para tener más aceptación.
Mientras que los candidatos eran protestantes, bautistas y metodistas, el debate religioso no era tan sonado en la campaña electoral. Fue en las elecciones de 1960 con John F. Kennedy, un católico como candidato presidencial, que la religión se convirtió en un escabroso tema. En las elecciones del 2008, el asunto ha cobrado inusitada importancia. En las preguntas a los candidatos se les obliga a dar respuestas a los problemas sociales y políticos, basadas en sus creencias religiosas y algunos tienen que infligirse verdaderos castigo intelectuales para ocultar el divorcio, que casi siempre existe, entre realidades y creencias dogmáticas.
El discurso de cruzado enarbolado por Bush para encubrir la injusta ocupación de Irak, ha influenciado a candidatos como el Senador Barak Obama quien ha confesado públicamente tener «una relación personal con Jesucristo». El Senador John McCain ha tenido que confesar que «Dios creó el cielo y la Tierra y no hay más que hablar». La Senadora Hillary Clinton confiesa que la Iglesia Bautista la ayudó a «salvar su matrimonio». La religión es algo así como la piedra angular para alcanzar el Poder Político. El Sr. Romney es quien presenta mayores problemas porque es un mormón. En tiempos donde muchos creen que el problema del Medio Oriente es una cuestión de Biblia contra Corán, un Mormón no tiene velas en el entierro electoral. Y digo entierro porque las elecciones en USA son el instrumento donde se entierra el debate de las reformas en aras de lograr un candidato hermoso o habilidoso, que continúe la comparsa.