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«Todos» no somos todos

Fuentes: www.javierortiz.net

Es fantástico lo muchísimo que pensamos, sentimos, exigimos e incluso poseemos «todos los españoles». Mariano Rajoy insistió en su mensaje institucional del miércoles en lo muy identificados que estamos «todos» con la bandera del Reino, con la Monarquía, con la sagrada unidad de la Patria, con el 12 de Octubre y no recuerdo ya con […]

Es fantástico lo muchísimo que pensamos, sentimos, exigimos e incluso poseemos «todos los españoles». Mariano Rajoy insistió en su mensaje institucional del miércoles en lo muy identificados que estamos «todos» con la bandera del Reino, con la Monarquía, con la sagrada unidad de la Patria, con el 12 de Octubre y no recuerdo ya con cuántas cosas más. (¿Habló de la Virgen del Pilar? No lo recuerdo. Habría sido lo suyo, en tan señalada fecha).

De entrada, me dejó perplejo. Me dije: «Coñe, si tan identificados estamos todos con la bandera bicolor y tanto vibramos todos con la unidad de España, ¿a qué viene poner tanto énfasis en la defensa de lo que nadie ataca?»

La torpeza fue mía, por no darme cuenta de que, en el problemático subconsciente de don Mariano, no todos somos «todos». El «todos» que evoca el que llaman «líder de la oposición» -como si sólo hubiera una- incluye en exclusiva a quienes él suele identificar como «españoles de bien» (o «bien nacidos», alternativamente).

Quedan al margen de la españolidad de bien todos aquellos y aquellas a los que no les apetece nada de nada verter hasta la última gota de su sangre (ni siquiera la primera) en defensa de la enseña del Estado, y los que no acaban de captar la épica político-musical de la Marcha Real (con o sin letra), y los que no se sienten poseídos por el deseo incontenible de clamar que el islote de Perejil es como Melilla, como Gibraltar y como Olivença, o sea, España en estado metafísicamente puro. También quienes se chotean de que lleve la pechera cargada de medallas alguien cuyo único mérito militar fue entregar el Sahara a Hassan II.

Pero tales inadaptados, obviamente, no tienen cabida en el «todos». ¿Cómo van a entrar en el «todos» los don Nadie?

Coda

No sé si compraríais ayer Público. Si no lo hicisteis, peor para vosotros, porque yo lo veo mejorar de día en día, y ya sabéis que algo así sólo lo puedo decir con harto dolor de mi corazón, porque a mí me pirria meterme con la empresa para la que trabajo, en aplicación de uno de mis principios rectores: «Contra el patrón, como contra la Patria: con razón o sin ella».

Pero es que tiene cosas realmente refrescantes. Ayer, Rafael Reig sacaba en la sección Carta con respuesta, en la misma página en la que aparece mi columna, un comentario titulado «En la fiesta nacional…» que no tenía desperdicio. Decía así (copio):

«Ah, o sea, que es la hispanidad lo que celebran. Ni la más remota idea. Yo pondré un disco de Paco Ibáñez cantando a Brassens: «En la fiesta nacional, me quedo en la cama igual; la música militar nunca me supo levantar». Celebrar que uno es español (o esloveno) me parece una señal inequívoca de cretinismo. No entiendo qué se celebra. Menos mal que Rajoy ha salido del armario y ha proclamado su opción nacional «sin aspavientos, pero con orgullo». Así lo ha convertido en un Día del Orgullo, como si los españoles fuéramos, en España, una minoría y víctimas del rechazo. Alucinatorio, claro.

«¿Frente a quién proclaman el orgullo de ser español? ¿Frente a esos pobres esquimales que sufren la desdicha de no haber nacido en Calahorra? Según Mariano, se trata de que «todo el mundo sepa lo que los españoles sentimos por España». Vale, pero los españoles ya sabemos lo que sentimos, ¿no?, así que sin duda quiere demostrárselo a los bosquimanos, finlandeses, magrebíes y otros desinformados. ¡Se van a enterar! Lo que un tanzano siente por Tanzania nada tiene que ver con lo que Rajoy siente por España. No hay color.

«Rajoy, además de salir del armario, promueve el outing: quiere que los demás «hagan algún gesto que muestre lo que guardan en su corazón». Cursilerías aparte, ¿de qué habla? ¿De guiñar un ojo? ¿Contonearse patrióticamente? ¿Cómo demostrar que entiendes, que no desdeñas las experiencias patrióticas (hay que probarlo todo)? ¿Se propone acaso Mariano desenmascarar a esos patriotas que aún no se atreven a declarar en público su condición? Delirante. Igual que lo de Zapatero. ¿Que se quieren apropiar de la bandera? Que les aproveche y, de propina, se llevan a mi suegra.

«¿No le produce a usted desaliento ver a socialistas defendiendo fruslerías como la bandera, la patria y la Corona? A mí, sí. Hoy, me quedaré en casa, bebiendo whisky a sorbitos y jugando con mi hija, mientras pasan las carrozas (y los tanques) del Día del Orgullo. Les respeto. No son enfermos.

«Su opción patriota es tan respetable como otra cualquiera y muchos de mis mejores amigos son patriotas.»

Me cuesta creerme la última frase, pero tampoco me parece mal. Sólo poco verosímil.