«Sabía que nunca más podría elevar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin hablar primero claramente ante el más grande proveedor de violencia en el mundo hoy día, mi propio gobierno», declaró Martin Luther King, Jr. hace poco más de 40 años. Ayer fue feriado en Estados Unidos en honor […]
«Sabía que nunca más podría elevar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin hablar primero claramente ante el más grande proveedor de violencia en el mundo hoy día, mi propio gobierno», declaró Martin Luther King, Jr. hace poco más de 40 años.
Ayer fue feriado en Estados Unidos en honor del natalicio del gran líder del movimiento de derechos civiles, quien después vinculó la lucha por la justicia racial con la lucha por la justicia social y económica. En su famoso discurso en la iglesia Riverside de Nueva York en abril de 1967, detalló las razones para ampliar su mensaje, contra el consejo de muchos de sus asesores, más allá de los derechos civiles, y donde llamó a una «revolución de valores» dentro de este país.
Mucho de lo que declaró hace 40 años se mantiene vigente.
Sobre la guerra, señaló que lo único que cambió en Vietnam con el ingreso de Estados Unidos fue «el incremento de los compromisos de tropas en apoyo a gobiernos que eran singularmente corruptos, ineptos y sin apoyo popular. Mientras tanto, la gente leía nuestros panfletos y recibía promesas constantes de paz, democracia y reforma agraria. Ahora languidecen bajo nuestras bombas y nos consideran… su enemigo real. Se mueven tristes y con apatía mientras los sacamos de las tierras de sus padres a los campos de concentración donde las necesidades sociales más mínimas casi nunca se satisfacen. Saben que tienen que moverse y ser destruidos por nuestras bombas».
«Nos observan mientras envenenamos sus aguas, matamos un millón de acres de sus cultivos. Deberán llorar mientras los bulldozers destruyen sus preciosos árboles. Llegan a los hospitales con por lo menos 20 bajas causadas por el fuego estadunidense por cada herida infligida por el Viet Cong. Hasta ahora podremos haber matado un millón de ellos, en su mayoría niños».
«¿Qué piensan los campesinos cuando nos aliamos con los terratenientes y rehusamos poner en acción nuestras muchas palabras sobre reforma agraria? ¿Qué piensan cuando probamos nuestras armas más recientes sobre ellos, igual que los alemanes probaron nuevas medicinas y nueva torturas en los campos de concentración de Europa?»
El reverendo King, después de ofrecer más detalles de la guerra, afirmó: «Hablo como un ciudadano del mundo, por el mundo que ve horrorizado el camino que hemos tomado. Hablo como un estadunidense a los líderes de mi propia nación. La gran iniciativa en esta guerra es nuestra. La iniciativa de detenerla tiene que ser nuestra».
Pero no se limitó a un llamado contra la guerra, sino que fue mucho más allá. «La guerra en Vietnam es sólo un síntoma de una enfermedad mucho más profunda dentro del espíritu estadunidense, y si ignoramos esta grave realidad… estaremos marchando y asistiendo a mítines sin fin, a menos que se dé un cambio significativo y profundo en la vida y política estadunidense», dijo.
Afirmó que alguien había dicho que Estados Unidos estaba del lado equivocado de una «revolución mundial», y agregó que «durante los últimos diez años hemos visto surgir un patrón de supresión que ahora ha justificado la presencia de ‘asesores’ militares estadunidenses en Venezuela. La necesidad de mantener la estabilidad social para nuestras inversiones explica la acción contrarrevolucionaria de las fuerzas estadunidenses en Guatemala. Nos dice por qué los helicópteros estadunidenses se están empleando contra la guerrilla en Colombia y por qué el napalm estadunidense y las fuerzas de boinas verdes ya han estado activas contra rebeldes en Perú. Con tal actividad en mente, las palabras de John F. Kennedy regresan para espantarnos. Hace cinco años dijo: ‘Quienes hacen imposible la revolución pacífica harán inevitable la revolución violenta’. Cada vez más, por decisión o por accidente, este es el papel que ha asumido nuestra nacional, al rehusar ceder los privilegios y placeres que resultan de las inmensas ganancias de la inversión en el exterior».
King afirmó: «estoy convencido que si vamos a poder estar en el lado correcto de la revolución mundial, nosotros como nación tenemos que realizar una revolución radical de valores. Cuando las máquinas y las computadoras, las ganancias y los derechos de propiedad son considerados más importantes que la gente, campean los trillizos gigantescos del racismo, el materialismo y el militarismo».