Son las tres de la mañana. Los niños duermen tranquilos. De pronto, suena el teléfono. Hay una crisis en una provincia lejana del imperio. No hay tiempo para convocar a reunión de asesores o consultar pesados documentos sobre política exterior. El presidente debe tomar una decisión rápidamente. Se trata de un anuncio de la campaña […]
Se trata de un anuncio de la campaña de Hillary Clinton y está dirigido a convencer a los votantes demócratas de que ella, y no Barack Obama, es quien mejor puede desempeñarse en la Casa Blanca. Ella es quien puede ser, desde el primer día, el comandante en jefe de las fuerzas armadas. Hillary sí sabe cómo contestar el teléfono.
El espot ha estado en las pantallas de televisión desde hace dos semanas. Alguien podría concluir que el anuncio pinta al pueblo estadunidense como infantil y dormido. Pero para el cuartel general de la señora Clinton el mensaje es lo que ha machacado desde el principio: ella es toda experiencia, mientras Obama es un hábil orador que no sabe dónde aterrizar.
La campaña para obtener la postulación demócrata se tornó más violenta desde que Hillary se percató de que no se trataba de una marcha de coronación. Sus ataques contra Obama se volvieron más venenosos. De continuar la pelea Hillary-Obama el daño será para los demócratas y el ganador será John McCain.
Ni Obama ni Hillary se acercan al número de delegados necesarios para obtener la postulación. A menos que ocurra una sorpresa, la distribución de delegados no cambiará mucho y ninguno de estos dos rivales podrá jactarse de haber alcanzado el número de delegados para amarrar la candidatura antes de la convención nacional demócrata. La pelea va a ser hasta el final y debilitará al Partido Demócrata.
«Lo que necesitamos ahora es experiencia y resultados, no discursos», dice la ex primera dama. Pero ¿de qué experiencia está hablando?
En realidad, Hillary nunca intervino en negociaciones sobre armas nucleares o sobre Corea del Norte. Tampoco jugó un papel importante en las crisis de Ruanda, Bosnia, Kosovo y Somalia. Y cuando Bill pudo reunir a israelíes y palestinos, Hillary estuvo ausente.
La señora Clinton nunca tuvo la autorización requerida para ver informes secretos de la CIA o para asistir a las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad. Nunca participó en discusiones sobre los campamentos de Al Qaeda en Afganistán o el papel de esa organización en los atentados a las embajadas en África o al USS Cole en Aden.
¿Qué hizo Hillary cuando Bill heredó el Tratado de Libre Comercio para América del Norte? ¿Le habrá aconsejado recurrir al maquillaje de los inútiles acuerdos paralelos (el de cooperación ambiental y el de derechos laborales)? De ese modo Bill no perdió cara y se pudo acomodar a los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales, únicas beneficiarias directas del TLCAN.
Quizás la gente de Ohio ahora le pregunte: ¿dónde estabas, Hillary, cuando desaparecieron nuestros empleos? Ohio es uno de los estados más afectados por la fuga de empleos a las maquiladoras en Ciudad Juárez. La señora Hillary podría responder que, debido a su vasta experiencia, estaba platicando con el secretario del Tesoro, Robert Rubin, sobre la crisis mexicana de diciembre 1994. ¿Habrá sido ella quien le dijo cómo rescatar al gobierno mexicano?
Hace unos días, Hillary se lució en su ataque a Obama. En una entrevista televisada dijo: «Yo llevaría a la Casa Blanca la experiencia de toda una vida en asuntos públicos; reconozco que John McCain también llevaría la experiencia de toda su vida. Obama llevaría un discurso escrito en 2002.»
Pero Barack Obama votó en contra de la invasión de Irak, mientras Hillary la aprobó. Por eso, cuando Bush presentó su último informe presidencial y anunció que la guerra en Irak iba por buen camino, ella estuvo entre los primeros en aplaudir de pie. O sea, si se trata de tomar decisiones cuando suena el teléfono a las tres de la madrugada, lo más importante es tener las ideas claras y el juicio sereno.