Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El martes 3 de junio, Barack Obama reclamó el mayor premio que el Partido Demócrata puede ofrecer, a saber, su nominación como candidato a la presidencia. Al siguiente día, el vendedor del «cambio» regresó desde Minnesota a Washington para ponerse públicamente a los pies de una organización cuya principal misión es asegurar que ningún gobierno de EEUU presione nunca al estado de Israel para obligarle a cambiar sus políticas. Los términos de la rendición de Obama explotaron como retóricas bombas de racimo por todo Oriente Medio. Ante Israel y sus vecinos, lo que seguramente significó fue que quienquiera que fuese el que llegara a la Casa Blanca el próximo enero, no habría diferencia alguna con el papel desempeñado por Bush como garante de la intransigencia israelí.
Las conferencias del American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) se han convertido en escaparates del peso político de este grupo de presión. La influencia es real. Un político que enoje al Lobby contemplará de inmediato cómo la financiación de su campaña se queda seca y se ve obligado a afrontar toda una serie de desafíos-sorpresa por parte de opositores bien financiados. Retrocediendo hasta septiembre de 1991, nos encontramos con que el Presidente George Bush padre se enfrentó al Lobby señalando que EEUU gastaba casi 1.000$ al año por cada israelí, sugiriendo que eso representaba una extorsión de manos del AIPAC. «Estoy en contra de algunas fuerzas poderosas», dijo en una conferencia de prensa. «Tenemos hasta 1.000 miembros del lobby trabajando en el Capitolio en el otro aspecto de la cuestión. Y aquí tan sólo un pequeño chico solitario». Quiso emprender esa particular batalla, pero hay quien señala la consiguiente hostilidad del AIPAC como uno de los factores importantes que al año siguiente contribuyó a su derrota frente Clinton. Si realmente fue así, desde luego que George hijo se aprendió bien la lección.
Mientras congresistas y senadores estadounidenses y sus equipos se arracimaban en los pasillos del centro de convenciones, toda una audiencia de 7.000 funcionarios judíos provenientes de todos los lugares de EEUU no paraban de jalear mientras, uno tras otro, los tres aspirantes se dirigían a la tribuna para hacer las políticamente provechosas declaraciones de lealtad a Israel.
Antes de dar comienzo a su campaña para la nominación, Obama puso especial cuidado en conseguir el apoyo de influyentes judíos estadounidenses de Chicago, como la familia Crown, asociada con la firma aeroespacial General Dynamics.
Como escribí aquí en febrero, hubo un tristemente célebre escándalo durante los años de Kennedy en el que se vio implicado su Secretario de Defensa, Robert McNamara, quien desautorizó cualquier inspección experta y cualquier recomendación de adquisición, insistiendo en que fuera General Dynamics en vez de Boeing quien fabricara el desastroso F-111. Lo que se sospecha es que Henry Crown, de Chicago, hizo alguna llamada para conseguir algún que otro favor por el papel jugado a la hora de decidir en 1960 el voto por JFK en el Condado de Cook, Illinois, ante la furia impotente de una Hillary Clinton adolescente, que era entonces observadora, por Nixon, en el recuento de votos. Crown, de Chicago Sand and Gravel, tenía 300 millones de dólares de la mafia en bonos de General Dynamics, y después del desastre del Convair, General Dynamics necesitaba el F-111 para evitar irse a pique, llevándose así consigo los 300 millones de dólares de la mafia.
Henry Crown pasó ya al gran paraíso venal en el cielo, pero sus descendientes en el clan Crown son devotos contribuyentes de Obama, dándole decenas de miles de dólares, como puede atestiguarse rápidamente echando una ojeada a la página de Internet del Center for Responsive Politics. La familia Crown sigue aún profundamente implicada en los asuntos de General Dynamics. Lester y James Crown han conseguido sendos puestos en la junta de la compañía en años recientes. General Dynamics está muy involucrada con contratistas militares israelíes. En un panfleto de 2003 de la empresa General Dynamic citado por Chicago Indymedia se proclamaba «una alianza estratégica con Aeronautics Defense Systems Ltd.», una firma israelí con sede en Yavne. Aeronautics Defense Systems Ltd. es la firma que desarrolló el dispositivo de vigilancia aérea Unmanned Multi-Application System (UMASa) que el ejército israelí utiliza para «proporcionar un panorama ‘a vista de pájaro’ en tiempo real de la zona vigilada a los comandantes de combate y a los puestos del mando aéreo». La historia de Indymedia citaba al entonces Viceprimer Ministro israelí Ehud Olmert declarando que el acuerdo entre General Dynamics y Aeronautics Defense Systems para unir a «ambas compañías de tecnología punta en defensa y seguridad interior» era «la prueba adicional de los beneficios comerciales y tecnológicos que las alianzas entre industrias estadounidenses e israelíes podían producir». Un ojo en el cielo de Gaza se convierte en un dólar en la «caja de guerra» de Obama.
El 11 de enero de este año, pegado a los talones de un editorial alabando a Obama como Amigo de Israel en el rabiosamente sionista New York Sun, Lester Crow hizo circular una recomendación para la comunidad judía, expresando su impaciencia por «compartir con vosotros mi confianza en que el historial estelar del Senador Barack Obama en relación con Israel me asegura con gran alivio que, como Presidente, será el amigo de Israel que todos queremos ver en los incondicionales de la Casa Blanca para la defensa de la seguridad de Israel y comprometido en ayudar a que Israel consiga la paz con sus vecinos. Pocas figuras públicas inspiran tanta esperanza y optimismo como Barack Obama. Por favor, pasen este mensaje a todos aquellos que puedan estar interesados».
Preocupado por los rumores avivados por la campaña de Clinton de que seguía siendo musulmán en secreto, Obama insistió en que antes de las primarias del 22 de abril en Pensilvania, un estado con un voto judío políticamente significativo, su campaña abrió un blog en lengua judía en Israel.
Por eso, Obama llegó este año a la conferencia del AIPAC determinado a eliminar todas las dudas que pudieran quedar de que él es Amigo de Israel. «Utilizaremos todos los elementos del poder estadounidense para presionar a Irán», aseguró al AIPAC. «Haré todo lo que esté en mi poder para impedir que Irán consiga armas nucleares. Todo lo que esté en mi poder. Y con todo, quiero decir todo». Juró que no hablaría con Hamas, los representantes elegidos del pueblo palestino. Ante el estruendoso aplauso, declaró: «Jerusalén permanecerá como la capital indivisa de Israel».
Como Uri Avnery, el veterano escritor y activista por la paz israelí protestó furiosamente a raíz de esa última sentencia:
«Ahora llega Obama y recupera del basurero el gastado lema de ‘una Jerusalén indivisa como capital de Israel para toda la eternidad’. Desde Camp David, todos los gobiernos israelíes han comprendido que ese mantra constituye un obstáculo insuperable para cualquier proceso de paz. Por eso ha desaparecido -sigilosamente, casi en secreto- del arsenal de consignas oficiales. Ningún palestino, ningún árabe, ningún musulmán hará jamás la paz con Israel si el complejo de Haram-al-Sharif (también llamado Monte del Templo), uno de los tres lugares santos del Islam y uno de los más destacados símbolos del nacionalismo palestino, no se transfiere a soberanía palestina. Ese es uno de los meollos del conflicto. Por esa misma cuestión, se puso fin a la conferencia de Camp David de 2000».
Los asesores de política exterior de Obama se desgarraron las vestiduras y al siguiente día su campaña emitió una aclaración: «Jerusalén es una cuestión del estatuto final, lo que significa que tiene que ser negociada entre las dos partes» como parte de «un acuerdo con el que ambas puedan vivir». Más o menos es lo mismo, insistían en que Jerusalén, a los ojos de Obama, debe ser la capital de Israel.
El talento que salta a la vista de Obama es su capacidad para adaptar su retórica con una velocidad inquietante para despejar cualquier sospecha que pueda surgir entre los poderosos asegurándoles que, aunque pueda parecer que se sale de madre, no deben preocuparse. Al principio de su campaña fue criticado por no llevar la bandera estadounidense en un alfiler en la solapa. En la conferencia del AIPAC llevaba un alfiler doble con las banderas estadounidense e israelí. ¿Hay un «Obama verdadero» esperando aparecer, una vez que haya superado el turbio negocio de agradar a los votantes? Realmente no. La fabricación del «auténtico» Obama es un proyecto en curso, y el AIPAC es un evaluador importante de la evolución de «cambio».
Aunque la humillación de Obama tuvo amplia cobertura por todo el Oriente Medio, la prensa aquí, desde el New York Times al «Democracy Now» de Amy Goodman (véase el artículo de Mumhammad Idrees de la pasada semana) guardaron silencio. Fue evidentemente considerado como un regalo, indigno de un comentario editorial, que un hombre que podía muy bien ser el próximo presidente, estuviera desactivando la política de «cambio» precisamente cuando más necesaria era a instancias de los hombres que Jon Stewart ridiculizó en su show con tono de voz crispado llamándolos «los sabios de Sion». Stewart disparó algunos comentarios bastante mordaces sobre el AIPAC, para mi sorpresa, porque no soy precisamente un gran fan suyo, después de comprobar que se ha convertido en un programa de culto, a la mayor gloria de Stewart, de manera muy parecida a los devotos de «Democracy Now» y de Goodman, quienes esperan sus emisiones como si fueran una variante más de una experiencia religiosa.
El secuestro al pueblo estadounidense de las noticias importantes del mundo es una de las tareas principales de la prensa aquí. Hace un par de semanas, Patrick Cockburn escribió dos importantes primicias [*], en las que perfilaba los términos precisos del «acuerdo» secreto que EEUU está intentando hacer tragar con embudo a los iraquíes sobre las bases militares permanentes. Constituía una inmensa historia política de Oriente Medio, especialmente de Iraq. Los medios europeos le dieron cobertura. Encontré un relato detallado en las primicias de Patrick, con comentarios inteligentes, sobre el papel dirigente de la Santísima Trinidad. Pero no encontré nada aquí en casa. Ni en el New York Times, ni en el Washington Post, ni en las cadenas de radio y televisión. El 12 de junio, Goodman y Gonzalez le hicieron una útil entrevista a Patrick en «Democracy Now«. Y el viernes 13 de junio, CSPAN tuvo a Patrick en su programa Washington Journal y los televidentes supieron lo que su gobierno está tramando.
Furia asiática hacia Laura Bush
De las Primeras Damas se espera que cojan un problema y lo hagan suyo. Ladybird Johnson trabajó duro para hacer más bellos los EEUU. Nancy Reagan dijo NO a las drogas. Laura Bush ha metido a Myanmar, también conocida como Birmania, en su corazón. Pero ahora está tratando de meter la pata allí.
A raíz del terrible ciclón, la Primera Dama dijo que los EEUU considerarían el envío de ayuda a Birmania sólo si la junta militar birmana aceptaba la llegada de un equipo estadounidense de respuesta ante el desastre para asesorar sobre el alcance de la devastación causa por el ciclón Nargis. Muchos en la región creen que el principal papel de tal equipo sería preparar a la opinión internacional para una «intervención humanitaria». «Las exigencias políticas de la primera dama estadounidense fueron inadecuadas» dijo Aung Naing Oo, un analista político birmano exiliado. «En estos momentos en que las personas están muriendo y sufriendo tanto, si EEUU quiere realmente ayudar, puede hacerlo sin formular exigencias políticas».
La cínica forma estadounidense de respuesta ante el ciclón asesino y el resentimiento que esto ha causado es objeto del fascinante informe en la nueva edición de nuestro boletín.
N. de la T.:
[*] Véase en Rebelión la traducción de los dos artículos de P. Cockburn referidos: