«Acuérdese siempre que todos nosotros somos descendientes de inmigrantes y revolucionarios». Franklin D. Roosevelt La crisis económica no está tomando en cuenta raza, color, religión o etnia, y golpea despiadadamente a medida que avanza. Sin embargo, como todas las fuerzas devastadoras se ensaña especialmente con los más desprotegidos: los pobres e indocumentados. Conforme quiebran los […]
«Acuérdese siempre que todos nosotros somos descendientes
de inmigrantes y revolucionarios».
Franklin D. Roosevelt
La crisis económica no está tomando en cuenta raza, color, religión o etnia, y golpea despiadadamente a medida que avanza. Sin embargo, como todas las fuerzas devastadoras se ensaña especialmente con los más desprotegidos: los pobres e indocumentados. Conforme quiebran los negocios, la desesperación se apodera de los habitantes de Estados Unidos y cada vez más se escuchan consignas antiinmigrantes que provocan ataques xenofóbicos sangrientos, en particular contra los hispanos que son la mayoría. Estos racistas no toman en cuenta que unos 20 millones de trabajadores ilegales hispanos constituyen uno de los pilares de la economía norteamericana.
Estos hombres y mujeres, la mayoría fugitivos de la pobreza de México, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Colombia, Ecuador y los otros países latinoamericanos, son los que durante las últimas dos décadas han asumido los trabajos más peligrosos, más duros y menos remunerados en el mercado laboral, haciendo aumentar vertiginosamente las ganancias de sus empleadores. Estos trabajadores no exigen seguro médico, seguro social, seguro de retiro ni ningún otro beneficio aceptando cualquier trabajo que se les presente.
Sus pasados y presentes detractores siempre han mentido acusándolos de ser una carga para el seguro social y los gobiernos federal y local, pero es una mentira burda. La especialista Deborah White en su ensayo «Ilegal Immigration Explained» dice que ya en 1999 el Seguro Social registró 189 mil millones en sueldos en carpeta de suspenso debido al uso de tarjetas falsas del Seguro Social. Actualmente esta cantidad aumentó a unos 600 mil millones de dólares al año que significa una ganancia limpia de unos 10 mil millones de dólares al año para el Seguro Social y unos dos mil millones para el Seguro Médico a través del retorno de impuestos que jamás serán reclamados. Tal es la situación que en tres estados con mayor presencia de indocumentados: California, Texas e Illinois, de cada cien empleados más de la mitad tienen tarjetas falsas del Seguro Social, es decir son indocumentados.
De acuerdo al pastor Robin Hoover de «Human Borders», «sin los trabajadores indocumentados, la economía de EE.UU. colapsará. El problema es que necesitamos la mano de obra barata pero no necesitamos inmigrantes». Precisamente esta política de doble filo respecto a los indocumentados fue utilizada tanto por el gobierno de Bill Clinton como el de George W. Bush que estimulaban de vez en cuando periódicas redadas selectivas para quedar bien con los representantes de la extrema derecha cristiana y al mismo tiempo no desalentaban a los empresarios de usar la mano de obra indocumentada, para no perder donaciones en sus campañas electorales. Así siempre ha sido el juego político económico norteamericano.
El nuevo presidente Barack Obama expresó en su campaña electoral cierta simpatía al problema de los indocumentados. Dijo que «los hispanoamericanos han vivido en este país por generaciones y los nuevos inmigrantes latinos que han llegado solamente harán más rico a nuestro país y no existe ninguna razón para tenerles miedo».
Eran palabras alentadoras de Barack Obama pero se las llevó el viento y no se vislumbra ninguna solución, por eso, cada hispano en general, documentado o no, debe despertar, conocer lo valioso de su aporte y empezar a organizarse para exigir sus derechos. «Hay hermanos mucho por hacer» como dijo el inmortal César Vallejo.