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Plan Bolonia y Llei Catalana d’Educació

Oportunidades perdidas para la izquierda

Fuentes: Rebelión

Este artículo quiero empezarlo con un elogio al amigo Alberto Recio, que creo que está haciendo un esfuerzo teórico importante para dar a la izquierda radical una necesaria racionalidad analítica. Sus escritos en Mientras tanto sobre la crisis económica, entre otras aportaciones, me parecen imprescindibles. Y también lo es su artículo Cuestiones boloñesas, aparecida también […]

Este artículo quiero empezarlo con un elogio al amigo Alberto Recio, que creo que está haciendo un esfuerzo teórico importante para dar a la izquierda radical una necesaria racionalidad analítica. Sus escritos en Mientras tanto sobre la crisis económica, entre otras aportaciones, me parecen imprescindibles. Y también lo es su artículo Cuestiones boloñesas, aparecida también en este sitio web. La izquierda radical, si quiere ser más que un movimiento marginal y autocomplaciente, es decir que si quiere ser una izquierda real, tiene que abandonar el izquierdismo dogmático y sectario. Alguien con conocimiento de causa tenía que decir lo que él ha dicho, que otros como yo sospechábamos pero no sabíamos a ciencia cierta. Hay que matizar, hay que argumentar, hay que convencer. Las consignas no conducen a entender nada y los voluntarismos vanguardistas llevan a un callejón sin salida. El encierro es un instrumento pero tiene que ser testimonial, sin entrar en la falta de respeto a los que van a las clases, porque no tiene sentido paralizarlas si no es con una opinión mayoritaria que además tiene que llevar a algún objetivo concreto, no algo tan ambiguo como «No a Bolonia» porque detrás de aquí hay muchos problemas que, como dice Recio, ni empiezan ni acaban con el Plan y ni siquiera éste es, en sí mismo, una privatización de la Universidad. ¿Qué critica la izquierda al actual sistema universitario? ¿Qué alternativa propone al Plan de Bolonia? Pero para esto hay que aclararse sobre la función de la universidad, su funcionamiento y financiación y no limitarse a la propaganda de los tópicos.

Hacía falta una crítica ponderada y consistente como la que plantea Recio, no consignas movilizadoras que no facilitan la comprensión de todos los aspectos que hay sobre la mesa. La propaganda es una lacra que conduce a la ignorancia y esto hay que echárselo en cara a los supuestos políticos de izquierda que están en el poder y que la utilizan de manera sistemática. Hay que explicar, argumentar y discutir para generar ciudadanos capaces de hacer política. Y es cierto que son los estudiantes los que han planteado el debate pero al final han caido en la propaganda, igual que sus defensores. Porque acabamos mezclándolo todo y no entrar en una situación anterior ya suficientemente deteriorada que necesita otra reforma y que para ello hay que plantear lo que había que cambiar ya antes del Plan Bolonia. Coincido con él en que se ha perdido la oportunidad para el debate y que el sentido antirrepresivo que adquiere ahora la lucha no conducirá a ningún lado, a menos que sigamos con la nefasta mentalidad de partido de que lo que se trata es de movilizar contra el sistema y que «contra peor para ellos mejor para nosotros». Hay que construir alternativas y no parece que en este sentido se haya avanzado mucho.

Lo mismo ha sucedido con la Llei Catalana d’Educació en Cataluña. Era una buena ocasión para el debate y se han mezclado todo tipo de reivindicaciones, desde las corporativas hasta las que reivindican una enseñanza pública de calidad. El único sindicato mínimamente coherente y combativo, la USTEC (al que me acabo de afiliar en honor a lo que acabo de decir) también ha caído en esta trampa. La que plantean CCOO y UGT, defensores de un servicio público que se apoye tanto en los centros privados como en los públicos, de que la privatización de la enseñanza pública pasa por el modelo de gestión. La privatización de le enseñanza pública en Cataluña, lo he dicho muchas veces, pasa porque el servicio público de educación lo realizan en una gran parte centros privados, muchos de ellos selectivos y elitistas. Y a la Ley Catalana de Educación hay que criticarla básicamente porque consolida esta situación. La USTEC es el único sindicato que ha insistido en este punto pero no ha tendido el valor de entrar en problemas reales de la enseñaza pública, como la de la posibilidad de cambiar el horario escolar, la de cambiar las formas de gestión de los centros públicos y darles un sistema menos rígido que el que tienen actualmente, debatir el tema de la autonomía de los centros y el de la carrera docente, aceptar que puede ser interesante algún tipo de evaluación externa de los centros o del profesorado y discutir cómo. Porque los problemas de la enseñanza pública no son sólo de recursos. Pero ha sido más fácil mezclar las demandas justas con otras corporativas: que no nos controlen, que se respete el sistema funcionarial de traslados, que no nos hagan trabajar más. Era otra oportunidad para el debate y no se ha hecho porque era más fácil para unir a todos los sindicatos y movilizar a todos los profesores contra la misma ley. Pero ni todos los sindicatos defienden lo mismo ni todos los profesores nos manifestamos por lo mismo. Y todo se ha quedado en unas huelgas puntuales y bienintencionadas que la sociedad en su conjunto no entiende y que no tendrán ninguna eficacia. La ley se aprobará y el Conseller no dimitirá.

Son algunas notas más para el debate tan necesario que siempre hemos de hacer sobre la base de argumentos, no de emociones, ni siquiera la de la ira contra los burócratas que utilizando la etiqueta de la izquierda no quieren transformar nada porque ellos ya están cómodos en sus cargos. Ellos han perdido la oportunidad pero también nosotros, la izquierda radical.

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