Hace unos meses se concedía el Premio Nobel de la paz al presidente de EEUU, una buena parte de la izquierda occidental se escandalizaba de la concesión de este galardón como si realmente dichos premios fueran un reconocimiento real de los méritos a que aluden. Se hacía balance de aquellos que habían recibido este premio […]
Hace unos meses se concedía el Premio Nobel de la paz al presidente de EEUU, una buena parte de la izquierda occidental se escandalizaba de la concesión de este galardón como si realmente dichos premios fueran un reconocimiento real de los méritos a que aluden. Se hacía balance de aquellos que habían recibido este premio y se concluía que se trataba de un reconocimiento inmerecido o se señalaba la devaluación del Nobel. Pocos se ocuparon de indagar sobre la función propagandística o el papel legitimador que tendría, de cara a la opinión pública internacional, un premio con tal proyección mediática. No hace más de un mes que se concedió otro premio, desde luego no tan relevante internacionalmente pero, sin duda, de gran significación en la política norteamericana y europea hacia Cuba, nos referimos al premio María Moors Cabot de periodismo que se otorga a «quienes se han destacado en la cobertura de Latinoamérica y el Caribe» y que este año reconoció a una bloguera cubana llamada Yoani Sánchez. Un año antes, esta ciudadana cubana ya había sido merecedora de un premio de periodismo otorgado por El País, periódico español del grupo empresarial PRISA, que concede los premios Ortega y Gasset.
Hay dos inquietudes que surgen al hilo de estos dos premios y de la historia de la bloguera cubana: qué papel juegan los premios internacionales en el sistema de propaganda, y qué nuevas formas está tomando la guerra mediática contra Cuba.
Las voces que cuestionaron el Nobel de Obama se preguntaron cómo era posible que se otorgara el premio a un presidente con tan corto historial y tan bélico. Algunos pensaron incluso que el premio serviría de acicate para un presidente con tan buena voluntad. Dicen que el propio Obama siente cierta pesadumbre por haber aceptado el premio, cierto o no, constituye un espaldarazo a su imagen de presidente capaz de «cambiar» la política estadounidense. Sobre el premio Cabot de periodismo concedido a la joven bloguera cubana, el propio Obama se refirió a él como importante galardón concedido por la prestigiosa Universidad de Columbia, reconociendo expresamente la categoría del premio y dotándole del estatus suficiente como para recibir los elogios del presidente de EEUU. Nadie del mundo del periodismo puso en cuestión el premio, ni siquiera dentro del gremio de periodistas, ante el detalle de que la galardonada no fuera periodista, y de que su labor, debido a su juventud, no fuera tan relevante, -ni siquiera el propio Vargas Llosa que recibió el premio en 2006-.
Cuando se concedió el Nobel a Obama la academia resaltó que la concesión del premio «había sido la expresión de una esperanza». Se estaba premiando al presidente de Estados Unidos no por lo realizado sino por lo prometido ya que en apenas nueve meses el presidente no había podido hacer mucho. Explicaba el comité que se trataba de un respaldo «a lo que (Obama) ha defendido y al proceso positivo que ha puesto en marcha». En el caso de la bloguera, el comité de la universidad de Columbia destacaba el éxito de su blog en tan poco tiempo y el reflejo de la vida cotidiana de los cubanos «llena de frustraciones y esperanzas» [1] . Parece pues que en ambos premios existe un componente común, según la exposición de motivos de los jurados: se premia a la esperanza que motivan los galardonados. En el caso del presidente, la esperanza de los ciudadanos que le votaron creyendo sus promesas de cambio y la esperanza de los pueblos del tercer mundo para los que esta nación constituye una pesadilla. En el caso de la bloguera, se premia la esperanza que depositan en ella muchos jóvenes cubanos respecto de la realización de sus deseos, y, quizá también, la esperanza del mundo capitalista de ver cambiar de rumbo a la isla.
A principios del siglo XX, después de la primera guerra mundial, el editorialista estadounidense padre de la propaganda moderna, Walter Lippman, sacaba las enseñanzas de la propaganda de guerra y de su trabajo como informante de EEUU y decía: «si ante un cierto número de personas, cada una con sus propias tendencias en términos de respuesta podemos encontrar un estímulo capaz de despertar la misma emoción en muchas de ellas, éste podrá sustituir a todos los estímulos originales […] La síntesis de lo que todos desean es lo que hay que buscar para despertar en todos la misma emoción». Así es como Lippman teorizaba sobre la necesidad de encontrar un sentimiento común que pudiera manipularse políticamente para que los ciudadanos, que en un sistema democrático pueden pensar lo que quieran, piensen lo adecuado. En estos tiempos convulsos, en que el Capital siente peligrar su legitimidad, uno de estos estímulos comunes, que puede despertar en todos una misma emoción, es la esperanza; un concepto abstracto, vacío, susceptible de ser rellenado adecuadamente. En el caso que nos ocupa, los premios internacionales, desde los de mayor rango a los de menor, en donde la difusión mediática del premio es más importante incluso que la dotación económica, catalizan y proyectan hacia la opinión pública los valores con los que ha de sentirse identificada. No es sólo el jurado, es la sociedad toda la que premia a Obama y a Yoani. Así, los premios y los reconocimientos, sancionan lo bueno y lo malo, el ideal que contará con los parabienes sociales, el personaje premiado concentra en su imagen aquello que el premio dice premiar y se proyectará como modelo a seguir. Es por eso que, los premios, acaban siendo un eslabón más dentro del sistema de propaganda.
Pero, además de ese papel genérico encontramos en ellos, si nos ocupamos de contextualizarlos, una función más concreta en cada tiempo y lugar. Por ejemplo, el premio Nobel de la Paz refuerza la imagen de «cambio» y «soft power» (poder blando) con la que Obama diseña la campaña de marketing que le lleva a la presidencia, justo en momentos en los que la crisis económica impulsa la política estadounidense hacia una de las mayores escaladas bélicas de la historia de este país (guerra en Afganistán, ocupación de Iraq, amenazas a Irán, instalación de bases en Colombia..). Pareciera como si el presidente Obama, que creó tantas expectativas, especialmente en su relación con América Latina, necesitara de un espaldarazo mediático que recompusiera una imagen que empezaba a agrietarse -los últimos datos muestran una caída de su popularidad del 40% en relación con el momento de tomar la presidencia-. De hecho, incluso los cubanos quisieron ver en él un cambio de rumbo en la política hacia Cuba, más próximo a lo que fue la época Clinton. Si tuviéramos que elegir una imagen que ilustrara la función de los premios utilizaríamos la del prestidigitador que llama nuestra atención con una mano mientras realiza el truco con la otra.
En el caso de Yoani, el premio Cabot se encuadra en la preparación de un personaje al que se le ha asignado un papel en la historia del terrorismo mediático contra Cuba. El premio eleva el nivel y la relevancia social de esta mujer que carece de atributos y méritos personales para convertirse en interlocutora o vocera de la sociedad cubana. Deja de ser una de tantas bloguera para ser la bloguera cubana que ha recibido un prestigioso premio internacional y en esos términos se alude a esta persona en el Congreso de EEUU y en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso español que debatirá próximamente una moción de apoyo a la joven cubana, «defensora de la libertad en la isla desde su página personal en internet («blog»), y a las iniciativas de los opositores para promover los derechos humanos en la isla»(EFE). Amnistía Internacional se refiere a este premio como el más antiguo reconocimiento internacional en el campo del periodismo y alaba la concesión a la cubana. No parece casualidad que también en mayo del 2008 el diario El País le concediera un premio de periodismo. A partir de aquí, ya no es una bloguera a la que se dirige el presidente de EEUU sino la «valiente periodista», defensora de la «libertad». Se otorga estatus de reconocimiento público a una actividad privada y se revalorizan las opiniones y la iniciativa personal de un individuo como de interés internacional. Además, se la dota de antecedentes para que no aparezca como una historia aislada, los «opositores cubanos», y se la designará como interlocutora de la sociedad civil cubana con la que podrá dialogar el presidente de EEUU.
Hace tiempo un locutor cubano para iniciar los reportajes de investigación decía a sus telespectadores: «sigamos el rastro del dinero». Sigamos nosotros el rastro de este premio y seguro encontraremos algunas razones más para que la bloguera cubana reciba tan prestigioso galardón. Ha habido tres cubanos más que lo han recibido, la Asociación de Periodistas Manuel Márquez Sterling en 2003, Raúl Rivero, en 1999, conocido por sus actividades contra el sistema cubano y, Miguel Ángel Quevedo, en 1958, que fue el editor y propietario de la revista Bohemia y que al poco de triunfar la revolución se exilió en Miami siendo un estrecho colaborador del terrorista anticubano Ernesto Montaner [2] .
El año en que se otorgó el premio Cabot a una asociación de periodistas cubanos es especialmente relevante, fue el 2003, en plena escalada bélica de Bush contra Iraq, Cuba se convertía también en objetivo de guerra, recibía constantes amenazas de la administración Bush, se incrementaban los secuestros de aviones cubanos que eran desviados a Miami, se produjo el secuestro de la lancha de turistas y se descubrió la trama de los supuestos periodistas, financiados a través de la Oficina de Intereses Norteamericanos. Fue entonces cuando el jurado del premio Cabot consideró «los logros de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling efectuados a un enorme costo personal constituyen una demostración sin precedente de valor y profesionalismo». No resulta extraño pues que algunos de estos periodistas encarcelados en el 2003 sean también colaboradores del blog de Yoani.
Desde mi punto de vista, es necesario hacer una lectura de contexto de los reconocimientos internacionales que, más allá de horrorizarnos, nos desvele su funcionalidad política -independientemente de si existe o no una intencionalidad que los oriente-, y el cómo se insertan en el complejo sistema que constituye la propaganda de guerra.
Nuevos y viejos objetivos del periodismo bélico contra Cuba
En estos momentos de crisis económica cuyas dimensiones son difícilmente medibles soplan vientos de guerra. Estos últimos años un fantasma ha recorrido América Latina caminando hacia su asentamiento definitivo en Venezuela, Bolivia y Ecuador, y amenazando con su expansión al resto del área, a través de los múltiples acuerdos de integración regional, especialmente el ALBA. El empantanamiento de EEUU en Iraq y Afganistán le impidió hacer frente a este fantasma en lo que tradicionalmente ha considerado su patio trasero. Después de la caída de los países del Este, la llama del socialismo se había mantenido viva gracias a Cuba, y con ella la posibilidad de un sistema de justicia social unido a un proyecto de soberanía nacional. Es en este sentido en el que esta pequeña isla ha constituido y constituye una amenaza para el área, una amenaza real que durante años la ha convertido en el enemigo número uno del imperio y de todos aquellos que han pretendido medrar en la región, como es el caso de España con sus intereses comerciales en sus excolonias. Recuperar terreno pues está siendo una prioridad casi vital, tanto para EEUU como para España. Y en esta doble recuperación, el complejo militar y el complejo mediático tienen un papel protagonista.
En 1961, en su discurso de despedida el presidente Eisenhower advirtió claramente de la amenaza de la industria de armas a la democracia y las libertades declarando: «En los consejos de gobierno, tenemos que tener cuidado con la adquisición de una influencia ilegítima, deseada o no, por parte del complejo militar-industrial. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y [ese riesgo] se mantendrá. No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos» [3] . Desde entonces hasta ahora ha sido la industria militar junto con la de relaciones públicas (medios de comunicación), las dos áreas empresariales que han movido más dinero en EEUU y probablemente en el mundo. Ninguna de las dos puede sobrevivir sin la guerra. En estos momentos, la puesta en marcha de la IV Flota, la instalación de siete bases militares en Colombia, el apoyo indirecto al golpe de Honduras, las campañas mediáticas contra el presidente Chávez y contra Evo Morales y los miles de dólares destinados a la propaganda contra Cuba, así lo atestiguan y forman parte del mismo entramado.
Salvando las distancias de escala y, aunque pueda parecer anecdótico, en el caso de España, las ilusiones de jugar un papel importante en el escenario latinoamericano – léase abrir un hueco al capital nacional (Repsol, telefónica, Santander, Prisa…)-, que tan buenos resultados dio gracias a la política del PSOE y al buen hacer empresarial de sus líderes políticos, también se han visto amenazadas por los gobiernos «canallas» de América Latina. Este contexto internacional es el que permite entender por qué el presidente Obama considera, lo mismo que sus antecesores, que lo que afecta a Cuba es una cuestión doméstica, y que la Comisión de exteriores del Congreso español debata sobre el caso particular de la bloguera cubana. También explica que un presidente estadounidense acepte dialogar con una insignificante bloguera cubana y que sólo en castellano existan más de 698.000 entradas en google referidas a esta historia -más de la mitad de las que existen cuando tecleamos Premio Nobel Obama-.
No vamos a entrar en los detalles de cómo se financia desde Europa y desde EEUU a los «mercenarios» cubanos para acabar con el proceso revolucionario de la isla -para este tema se puede consultar la obra de Salim Lamrani y de Calvo Ospina-, pero sí señalar que la guerra mediática ha sido la más utilizada en los últimos tiempos contra Cuba (millones de dólares para financiar radios, televisión, prensa y cualquier actividad para promover la «disidencia interna») quizá el fracaso histórico de la intervención armada en Playa Girón y los sucesivos fracasos del terrorismo hayan contribuido a inclinar la estrategia de intervención hacia este terreno; y sin duda, la fortaleza del ejército, del pueblo y de los servicios de información cubanos hayan tenido que ver en ese coyuntural viraje hacia la intervención mediática.
Este tipo de guerra se diseña como un sistema complejo en el que intervienen no solo los medios sino toda una red de instituciones, empresas e individuos que alimentan la circulación de la propaganda en los distintos ámbitos de la vida. Por eso, igual que hablamos del complejo militar podemos hablar del complejo mediático. Quisiéramos señalar algunos de los nuevos tópicos hacia los que apunta esta campaña contra Cuba. Porque el caso de la bloguera Yoani es paradigmático, igual que lo fue en el 2003 -atención a la fecha-, la utilización de un personaje como Oswaldo Payá promoviendo la iniciativa Varela que se promocionaba en Europa como «La primavera de Cuba» y que se apoyaba en un personaje vinculado a la iglesia católica.
Antes de señalar estos tópicos ocupémonos sucintamente del contexto en el que se inserta esta campaña. Ya hemos hablado del contexto de guerra en la región -de alta o baja intensidad según los analistas-, pero ¿cuál es la situación que atraviesa Cuba? A la incidencia de la crisis económica internacional se unen a las restricciones comerciales derivadas del bloqueo de EEUU, la reestructuración de la economía en el campo alimentario, el transporte, la vivienda etc. iniciada para salir del llamado periodo especial; es decir, una crisis unida a otra crisis y apenas margen de tiempo para hacerlas frente. A pesar de esta situación, la política internacional de la isla cosecha diversos éxitos, quizá porque, en el caso de EEUU, algunos de los sectores demócratas pujan de nuevo, como en la época Clinton, por unas relaciones «normalizadas» en ciertas áreas en las que ven expectativas de negocio (abrir un mercado a productos agrícolas, negocios en el sector turístico…), en el caso de España, la segunda legislatura del PSOE retoma su tradicional política hacia la isla «estar en la mejor posición para cuando la situación cambie» -no olvidemos que son los grupos económicos vinculados al PSOE, como el grupo Meliá, los que tienen ya una presencia en la isla; mientras que el PP estaba más próximo a los intereses del exilio de Miami-. Es aquí donde se sitúan los tímidos intentos de Obama por variar algunos aspectos de las restricciones que tienen los ciudadanos estadounidenses como la prohibición de viajar a la isla, favorecer las remesas de dinero, etc.; también la visita del ministro de exteriores español Moratinos y su propuesta de promover un cambio en la política común europea hacia Cuba. El éxito en las votaciones de la Asamblea de Naciones Unidas que año tras año apoyan la propuesta de Cuba de condenar el bloqueo de EEUU también es un dato a tener en cuenta.
La historia de Yoani, la bloguera cubana, y toda la campaña mediática orquestada alrededor, han de leerse en este escenario complejo de crisis. Ciertamente no ha sido el único frente de guerra mediática. Recientemente tuvimos la historia de «Una agente de la CIA apellidada», y que también fue una historia que circuló de un continente a otro. Pero el caso Yoani, desde mi punto de vista, tiene mayor dimensión por toda la preparación previa, es una campaña de más largo alcance, y porque, en esta situación de crisis, trata de bombardear lo que aparecen como flancos débiles del sistema cubano.
Si analizamos con detalle los discursos y las consignas que mueve la historia de Yoani encontramos dos núcleos alrededor de los que circulan los torpedos mediáticos: la juventud e Internet.
Desde mi punto de vista, éstas son las dos consignas que orientan el periodismo bélico contra Cuba. Y son éstas, porque el «target» hacia el que se dirigen los ataques son «los jóvenes cubanos». Tanto los científicos sociales cubanos como los estadounidenses, hace tiempo que localizaron en los jóvenes una potencialidad contrarrevolucionaria o «disidente» digna de tener en cuenta cuando se lleva tiempo tratando de conformar una «disidencia interna» capaz de dinamitar el proceso revolucionario desde dentro. Con el caso de Payá el punto de mira se localizó en «la sociedad civil» y se promovieron y financiaron todo tipo de ONG y asociaciones capaces de insertarse en el entorno cubano. Lastrados por una visión prepotente y paternalista de la sociedad cubana estos intentos hicieron aguas.
El medio ideal para llegar a los jóvenes cubanos no podía ser otro que Internet. A falta de una reflexión en la isla sobre las potencialidades y límites de las nuevas tecnologías y ante el furor y mitificación mundial que despiertan entre los jóvenes de todo el mundo, no parece que hubiera muchas opciones. En las guerras siempre es necesario localizar un objetivo y acotar el campo de batalla. A todo ello se suma el componente unificador que representa el mito Internet como símbolo de la libertad individual. De nuevo, recurrimos al teórico de la propaganda estadounidense cuando decía de los símbolos que «hacen por las bases lo mismo que los privilegios hacen por las jerarquías: preservar su unidad» (Lippman)
Ilustremos estos argumentos con la exposición de motivos del premio Cabot a Yoani:
«Yoani Sánchez es una ciudadana cubana que aprovecha Internet con un poder extraordinario. En apenas dos años, su blog semanal, Generación Y, ha conectado Cuba -digitalmente-con el resto del mundo. Generación Y no reitera la batalla de palabras que Cuba y los Estados Unidos han fomentado hasta la saciedad por cinco décadas. En cambio, es una mezcla de observaciones personales y un riguroso análisis que pone de manifiesto la vida diaria de los cubanos, llena de frustraciones y esperanzas. Licenciada en filología y de 34 años de edad, Sánchez ejerce su oficio con ingenio, recursos escasos y enorme osadía-pagando por minuto para poder usar una de las pocas computadoras conectadas al Internet disponibles a los cubanos de La Habana, rápidamente bajando y mandando sus comentarios a sus simpatizantes. Cuenta con miles de seguidores fieles»
Como vemos, la autora del blog, o sus financiadores, diseñan un blog que alude al factor generacional, en la presentación de su blog es este uno de los elementos centrales; la pretensión es que se identifiquen con él jóvenes que como ella eran adolescente en el periodo especial. La juventud se pretende un valor y se opone a la experiencia de los gobernantes cubanos ya ancianos. Una de las críticas que más ha calado, fuera de la isla, es la de no existir relevo generacional en los máximos órganos de gobierno. El objetivo es trasladar este malestar al interior de la isla. Por otro lado, se reconocen en el premio el ingenio y la osadía, ambas son consignas que esta bloguera trata de difundir en su entorno inmediato. Contradictoriamente, se señala la escasez de recursos y la falta de conexión en la isla al tiempo que se constata que Yoani dispone de dinero para pagar por minutos la conexión. El jurado señala que cuenta con «miles de seguidores fieles», lanza así un mensaje claro: el de la bloguera no es un caso aislado en la isla y además son fieles. Otro de los elementos claves de la propaganda es proyectar la imagen de «diálogo y tolerancia», en este sentido se da continuidad a la estrategia ya iniciada con campañas como las de Oswaldo Payá distanciándose del recalcitrante exilio de Miami.
El diseño de esta nueva campaña de intervención y desestabilización no se dirige sólo hacia el interior de la isla, su objetivo prioritario no es ése. Como todas las guerras, se dirige tanto al país señalado como enemigo como hacia la población del país que agrede. El complejo mediático bombardea y dispara hacia nuestros cerebros, intentando garantizar que apoyaremos, en caso de ser necesaria, una intervención armada contra el país enemigo. Así ocurrió en Iraq, en Afganistán, está ocurriendo con Venezuela, Bolivia, Ecuador… y continúa ocurriendo con Cuba. El periodismo bélico se inscribe en una lógica de guerra que atraviesa, desde la segunda Guerra Mundial, la siguiente trayectoria: aislar, demonizar, intervenir; siendo la primera y la segunda fases, las tareas asumidas por los complejos mediáticos.
La guerra contra Cuba es, ha sido siempre, una guerra contra el socialismo. Por eso no puede haber medias tintas, ni concesiones, por eso no hay tregua en los ataques que sufre. Por eso se aprovecha el más mínimo resquicio para abrir brecha. La guerra contra Cuba es la guerra contra la hegemonía del pueblo y por eso los medios siguen siendo tan beligerantes contra la isla, por eso, lo son también con Venezuela y con Bolivia. Denunciar, entender y desentrañar el complejo mediático constituye hoy una tarea ineludible para poder enfrentarlo.
[1] Para consultar la argumentación del premio por parte del jurado: http://www.journalism.columbia.edu/cs/ContentServer/jrn/1212610546145/page/1212611372387/JRNSimplePage2.htm
[2] Se puede leer la interesante carta que escribió Miguel Ángel de Quevedo antes de suicidarse dirigida a Montaner; donde claramente expone su aversión hacia Cuba y el comunismo. Además de ser la carta de un exiliado cubano frustrado expresa limpiamente la que, según su criterio, debía haber sido la tarea de la prensa en Cuba: «que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle» http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Angel_Quevedo
[3] El discurso de Eisenhower se puede seguir en http://investigar11s.blogspot.com/2008/03/advertencia-de-eisenhower-sobre-el.html
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.