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Miedo a la democracia

Fuentes: Rebelión

Tengo miedo, verdadero pavor. Llevo una temporada pensando y escribiendo en contra de las posturas que considero antidemocráticas adoptadas por los partidos mayoritarios (el nacional-católico PP, y el pseudo-socialista PSOE), y, quizás sea el momento de arrepentirme de mis pecados. Sí, Padre, he pecado y quiero confesarme, pues tengo intención de redimirme de mis faltas […]

Tengo miedo, verdadero pavor. Llevo una temporada pensando y escribiendo en contra de las posturas que considero antidemocráticas adoptadas por los partidos mayoritarios (el nacional-católico PP, y el pseudo-socialista PSOE), y, quizás sea el momento de arrepentirme de mis pecados.

Sí, Padre, he pecado y quiero confesarme, pues tengo intención de redimirme de mis faltas y poder presentarme a las próximas (cercanas o lejanas) elecciones, y quiero hacerlo con la conciencia tranquila de ser un buen servidor del Estado de Derecho, de la Democracia (de la que el reino de España se dice partícipe), y lo quiero hacer sin dudas ni lamentos.

Aunque parezca una confesión redactada en las mazmorras más lúgubres de la oscura inquisición, y por temor a que si así no lo hiciera pudiera ocurrirme lo que a aquellos infelices, a aquellos librepensadores, aquellos héroes reivindicados hoy por la progresía socialista actual, sometidos a las torturas mas atroces imaginadas por el hombre (que no aún por la mujer), la verdad es que tal miedo es real, aunque el lugar no sea carcelario (aún).

Temo en mis mas internos fueros que mis compatriotas puedan solicitar mis servicios para la defensa de la independencia del territorio, o para su administración autónoma más allá de su actual legislación, o para profundizar en las leyes vigentes a fin de lograr las competencias una y otra vez negadas por el Estado, la Monarquía, de los Borbones. Y más temo aún que mi respuesta deba ser negativa por el miedo, el temor, a las represalias que el Estado Democrático pudiera adoptar sobre mi (torturas incluidas, tal y como denuncia una y otra vez AI).

Temo también no ser considerado buen cristiano viejo (perdón, demócrata de toda la vida), y no ya porque no lo sea, sino porque su opinión vale más que la de la propia «democracia» que dicen defender. Los antiguos fascistas (no solo Falange y Tradición, FET, o PP) campan a sus anchas sin condenar el golpe militar del 36; y el PSOE sin hacer lo propio con el GAL y otras acciones mas recientes. Yo, que he criticado y condenado todas estas acciones, puedo ser tenido por sospechoso actualmente, precisamente por haberlo hecho.

Temo, a su vez, que las críticas que he realizado a las acciones armadas de ETA y otras organizaciones, puedan ser entendidas como débiles a partir de ahora, puesto que me he limitado a exponer razones lógicas en su contra, y no a asumir el credo impuesto, pero no declarado, del reino español.

Por último, temo que si decidiera responder afirmativamente a la solicitud (improbable a día de hoy) de que me presente en unas listas electorales, no sólo rechacen la misma por la presencia de gente que incluso no conozco (pero que pudiera estar «contaminada»), sino que mi nombre, ajeno al evento, se vería a su vez «contaminado» para futuras contiendas. Y lo temo, no por el hecho arbitrario en sí, sino porque desconozco totalmente la lista de nombres considerados «contaminados» (existe una lista negra que sólo conocen la policía española, sus jueces y sus políticos). ¿Dónde puedo saber si la lista a la que me proponen tomar parte es legal o no? ¿Basta con que alguno de sus partícipes haya militado en alguna ocasión en organizaciones ilegalizadas para anular la lista e incluir los nuevos nombres en la lista negra?

En fin, ¿puedo participar de la cuestión pública sin renunciar a mis ideales, o no? ¿Existen listas negras con nombres de militantes no condenados judicialmente, o que ya han cumplido condena, pero que ven limitados sus derechos políticos de manera extrajudicial? ¿Dónde puedo enterarme?

Quiero ser un buen «demócrata» y someterme a la legislación, pero la misma no me ofrece los medios para saber si estoy dentro o fuera de sus cauces.

Una última reflexión: si se pretende conseguir la independencia de Euskal Herria por medios únicamente democráticos debe asentarse una mayoría social que la apoye. A día de hoy esto sólo puede conseguirse mediante la unión de las sensibilidades encarnadas en el PNV, Batasuna (ilegal), EA, Aralar y, como mucho, Alternativa e IU en la CAV (Nafarroa tiene sus ritmos), y las JSE. Crear un frente de todas las fuerzas enunciadas puede llegar a ser contraproducente, toda vez que el PNV debe realizar su travesía en solitario a través del desierto y decidir entre su vertiente soberanista y la autonomista, lo mismo que Alternativa, IU y las JSE. Quedando, por lo tanto, la Batasuna (ilegal), Aralar y EA. Si las tres concurren por separado, el objetivo será inalcanzable en mucho tiempo, a la espera de un verdadero líder único. Si lo hacen dos a uno (p. ej. EA con Batasuna), la alternativa de poder se verá limitada, haciendo la pinza a la otra formación (en este caso a Aralar). Si, por el contrario, las tres confluyen en un proyecto común de mínimos se lograrán varios objetivos tácticos y estratégicos.

En primer lugar, se materializa la unión de fuerzas independentistas de izquierdas, que hacen frente tanto a la derecha nacionalista, cuanto al estatalismo.

En segundo lugar, no se crean frentes políticos cerrados, puesto que al PNV se le obliga a optar entre ser mediador, o decidirse entre la asociación (sea cual sea la fórmula) con su izquierda, o con el PSE (aliado actual del PP).

En tercer lugar, si el PNV opta por su unión al PSE (asociado actualmente al PP), sus bases deberían considerar tal postura como una traición a sus ideales originarios.

En cuarto lugar, si el PNV opta por su unión a su izquierda social cohesionada, llevaría al enfrentamiento radical de las Diputaciones con el Gobierno PSE-PP, y con el Gobierno español, realzando su línea soberanista.

En quinto lugar, se relega al PNV del papel de hegemónico dentro del nacionalismo a la hora de reivindicar la independencia del País.

Concluyendo: si Aralar, Batasuna y Eusko Alkartasuna (puestos por orden alfabético) no logran un acuerdo de mínimos, no hay nada que hacer, más que esperar a que tal asociación se produzca. Si la unión se realiza, se puede presionar al Gobierno del PP-PSE-UPyD mediante las Diputaciones a tomar posturas más radicales. Además, se puede presionar al PNV a que tome postura entre el autonomismo y el foralismo, y la independencia. Perder esta oportunidad es perder el Norte, buscar protagonismos estériles y alargar la solución del conflicto sine die.

Pero, para que la unión entre las tres fuerzas situadas a la izquierda del PNV fructifique ha de darse inequívocamente una respuesta por parte de la organización armada ETA: el cese de la actividad militar (incluida la Kale borroka). Una vez comprobada su desarticulación, el pacto debe ser posible en o que a los mínimos se refiere, y acelerar… bien el logro de la independencia de Euskal Herria, o bien mostrar fehacientemente las carencias democráticas del reino a nivel internacional e interno.

El reino ya ha mostrado su miedo a la democracia al negar a la ciudadanía el derecho de decisión. Los partidos mayoritarios se han puesto nerviosos al comprender la posibilidad de la unión de las fuerzas soberanistas. ¡Es hora de llegar a unos mínimos que permitan plasmar tales ansias en candidaturas conjuntas!

Pero ahí vuelvo a mi temor inicial: ¿puedo presentarme en cualquier lista? ¿Dónde tengo el aval de en qué lista puedo presentarme?

Pablo Antonio Martín Bosch (Aritz). Doctor en Filosofía por la UPV. Licenciado en Filosofía por la UD. Licenciado en Antropología social y cultural por la UD. Especialista universitario en Ciencia, tecnología y sociedad por la UNED. Especialista universitario en Cultura vasca por la UPV. Arqueólogo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.