Miami es un espejo. Tóquelo, verá la superficie lisa, y cesará la ilusión de que las cosas allí tienen volumen. Miami es un espejo que refleja el rostro de Cuba. A veces alguien se confunde y dice: «hay dos Cubas», la de aquí y la de allá. Pero los espejos invierten la imagen. Un viajero […]
Miami es un espejo. Tóquelo, verá la superficie lisa, y cesará la ilusión de que las cosas allí tienen volumen. Miami es un espejo que refleja el rostro de Cuba. A veces alguien se confunde y dice: «hay dos Cubas», la de aquí y la de allá. Pero los espejos invierten la imagen. Un viajero despistado escuchará asombrado los anuncios de los astutos vendedores: «la verdadera cerveza de Cuba», «el verdadero café de Cuba». Muchos espacios públicos han recibido el nombre de un equivalente en la isla. Las palabras también se transforman: Fidel es Castro, Playa Girón es Bahía de Cochinos, el bloqueo es embargo y el héroe de Girón es el mercenario de Bahía de Cochinos, para el que se ha erigido un pequeño monumento. Hay grupos e individuos contrarrevolucionarios que se autodefinen como revolucionarios. Los cinco presos políticos cubanos -que salvaron vidas de aquí y de allá– son llamados espías en tono despectivo, y Posada Carriles, autor de atentados a un avión civil (que ocasionó la muerte de todos sus pasajeros civiles) y a hoteles y lugares públicos en la isla, es tratado como héroe. El Che Guevara, que renunció al poder para empezar de cero, para entregar su vida por los demás, allí es llamado asesino y Fulgencio Batista es considerado una figura relevante de la historia, víctima de la propaganda comunista.
Pero sucede como en todo: una cosa es la realidad y otra su reflejo especular. Cuba es Cuba, y Miami, su reverso. Lo curioso es que las grandes corporaciones de prensa no describen lo que sucede en Cuba; miran al espejo, se comportan como un espejo. Ocultan los hechos y reportan los deseos. Se miamizan. Cumplen una función sagrada: construir (y mantener) de manera verosímil un estado de opinión sobre la Revolución cubana que se parezca a Miami. ¿Por qué? Porque Miami es la Disneylandia de la contrarrevolución latinoamericana: hecha para seducir y ocultar, en ella viven los antisandinistas, los antibolivarianos, y todos los capos del Sur que presienten su caída (o cayeron) y quieren reciclarse. El síndrome de Miami en los medios -cerrar los ojos ante la realidad y sustituirla por otra más conveniente–, es devastador: El País y algunos otros medios españoles se parecen más a El Nuevo Herald que a sus similares europeos.
Es natural que si los vencidos habían anunciado que la solución final -la única a la que podían aspirar–, era la muerte natural o violenta de Fidel, lo sucedido en estos últimos cuatro años los mantenga desconcertados: sobrevino «el día después», con la enfermedad del líder revolucionario, y la Revolución, que es de todos, no se desmoronó; ahora Fidel reaparece, tan vital y lúcido como siempre, y el tsunami de su presencia arrasa con la ciudad de atrezzo. Ayer se produjo un hecho que deshizo en horas muchos años de paciente construcción mediática: las trasnacionales de la comunicación insistían de forma obsesiva en decir que los jóvenes cubanos (que se formaron en tiempos difíciles, sin algunos beneficios y las certezas de otras décadas) no piensan ya en la Revolución y que el vínculo emocional y racional con la dirección histórica de ese proceso se había roto. Inventaron todo tipo de figurines -blogueros, pseudo-rockeros, payasos–, que son exhibidos como «la nueva juventud» de Cuba. Pero ayer Fidel convocó a los jóvenes universitarios cubanos. Luisa, una amiga que es estudiante de la Universidad y dirigente de la Juventud Comunista, me confesó: «sentimos que el reto era gigantesco, porque debíamos convocar en 24 horas a un estudiantado que estaba de vacaciones, y a muchos jóvenes que se encontraban en la playa o en otras provincias, pero fue fantástica la respuesta. Conozco a quienes regresaron de inmediato para no perderse el encuentro». Acudieron más de diez mil jóvenes. Mi sobrina, que llegó a la escalinata a las cuatro de la madrugada, me contó que cuando Fidel apareció se hizo un emotivo silencio y hubo quien no pudo evitar las lágrimas de alegría.
Un hecho es un hecho, pero un despacho noticioso -que interpreta el hecho y lo reconduce hacia el objetivo sagrado de reforzar la matriz de pensamiento fabricada–, es un despacho noticioso. Javier Otazu trabaja para EFE. No podía permitirse el lujo de contradecir la «verdad» orientada y cocinó un despacho con todos los ingredientes: alguna pizca de verdad, pasajes del discurso, y sentencias contradictorias o abiertamente falsas. Los diferentes medios españoles, al menos RTVE, El País y El Mundo -que representan la «diversidad» de enfoques de una «democracia» de mercado–, no solo fueron repetitivos en el contenido divulgado, sino que lo hicieron con sus mismas palabras, de forma literal, y aunque no he llevado mi búsqueda más allá, estoy seguro de que hallaría algunos párrafos idénticos en los medios de la derecha latinoamericana, dependientes de Miami y de las grandes trasnacionales de medios hispanos. Los jóvenes entrevistados fueron sin embargo categóricos en su apoyo a Fidel y a la Revolución: «‘Nos erizamos y el corazón se nos acelera cuando ves a Fidel cuadrado ante nosotros, y ver cómo nos pudo hablar y todavía sigue luchando… Nosotros siempre lo vamos a ver bien’, proclamó Carlos, de 16 años, que pese a no haber sido convocado por no ser universitario, no quiso perderse la ocasión. ‘Está muy saludable y muy fuerte; creo que hay comandante para rato’, dijo Dunieski, que trabaja en la Universidad de Ciencias Informáticas, y su amiga Yenny abundó: ‘Es lo que necesitamos en estos momentos, esta conversación nos alerta y anima'».
Pero esas sinceras declaraciones estaban precedidas por el párrafo fabricado que más circularía en los medios de prensa que padecen el síndrome de Miami: «Varios estudiantes dormitaban o conversaban alegremente, más preocupados por el sol que ya a primera hora del día golpeaba sus cabezas, que por la hecatombe nuclear. El tema del discurso no pareció enardecer los ánimos del público joven, que aplaudió discretamente las intervenciones del hombre al que han visto regir sus destinos durante toda su vida, y que les exhortó a ‘batallar en la lucha por la paz'». A esos medios parece importales más la descalificación del apoyo juvenil a Fidel en Cuba, que el peligro real de una conflagración nuclear. Para que Cuba se autodestruya después de Fidel -como añoran, como incentivan–, tiene que existir una ruptura entre la nueva juventud cubana y la dirección histórica de la Revolución. Este encuentro de ayer disipó algunas dudas: los jóvenes cubanos no han perdido la conexión, también sienten a Fidel como su guía moral, saben que viven momentos históricos. Aunque EFE, El País, El Mundo y RTVE, entre otros medios miamizados, sustituyan la realidad por el deseo.
Fuente: http://la-isla-desconocida.blogspot.com/2010/09/jovenes-universitarios-apaticos-segun.html
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