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Votar por lo menos peligroso

Fuentes: Tribuna Hispana USA

De un tiempo a esta parte, las elecciones en los Estados Unidos, como en algunos países Latinoamericanos, se han convertido en una opción de votar por lo menos malo. Así está, lamentablemente, la supuesta «primera democracia del mundo». Y no es para menos, esto es el resultado de un sistema que, al final de cuentas, solo representa los intereses de una pequeña elite: la plutocracia.

Hace dos años, las elecciones presidenciales representaron el clímax de lo que era elegir la única opción contra el desastre. En los momentos que había explotado la primera gran recesión económica del presente siglo, gestada en los ocho años de la administración republicana en la Casa Blanca y causada -por no decir planificada- por los dueños del poder económico a través de Wall Street, la única opción aparente para salir de dicho abismo era, de acuerdo con la propaganda manipuladora, elegir un nuevo gobierno. Y así fue. Es decir, la propaganda funcionó.

Como todos recuerdan, el Presidente Obama y el Partido Demócrata lograron sendas victorias en las elecciones generales de 2008. Sin embargo, pese a las advertencias de algunos intelectuales estadounidenses como Noam Chomsky, y como ahora lo han comprobado muchos votantes frustrados, el cambio de gobierno NO ha significado que las cosas cambiaran para mejor. Y es que en el real sistema de gobierno de los Estados Unidos los políticos no gobiernan. Sólo administran los intereses de la élite plutocrática -ése es el porque de que a los gobiernos se les llame administración-

La mejor señal de por qué los políticos sólo obedecen a los intereses de la plutocracia es observar quienes aportan dinero a sus campañas electorales. Un ejemplo: el New York Times informó la semana pasada de que prácticamente la mitad de los 140 millones de dólares recaudados por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en 2008 para la campaña electoral de aquel año provinieron de sólo 45 donantes. Y muchas de las donaciones coincidieron con las campañas de cabildeo que posiblemente beneficiaron a los donantes, según el NYT.

Entonces, cabe preguntarse, con el cambio de gobierno de 2008, ¿podía esperarse un giro radical para cambiar la dirección de la economía que se iba a pique? Si se tiene en consideración que, al final de cuentas, todos los gobiernos -al menos marcadamente desde principios del siglo pasado- han estado orientados por las decisiones de la elite plutocrática, la respuesta es obvia: claro que no.

Y no sólo porque el gobierno es un simple administrador de la plutocracia -o del complejo de la industria militar como advirtió el presidente Eisenhower hace medio siglo y se ha confirmado en el reciente libro de Bob Woodward «Las Guerras de Obama«-, sino porque quienes realmente controlan la economía del país, es decir la vida misma de los estadounidenses, son un puñado de súper ricos que hace dos décadas decidieron «tercermundizar» a la clase media estadounidense con el fin de seguir expandiendo su margen de ganancias.

La «tercermundialización» de la clase media, como ha señalado múltiples veces el economista Paul Craigs Roberts, se realizó a través de la «Nueva Economía» o, mejor dicho, la exportación de los trabajos mejor pagados de la clase media estadounidense hacia el exterior, en particular a la China e India, desde la década de los 90.

Y la recesión económica que comenzó a finales de 2008 sólo fue el capítulo final de una estafa masiva creada con la burbuja inmobiliaria de Wall Street, con el fin de endeudar al tope a millones de familias estadounidenses y luego, con las pérdidas de los empleos o la reducción de ingresos a causa de la recesión, encaminarlos hacia la tercermundialización. Desparecidos los trabajos de buena paga, ahora deberán aceptar empleos de servicios con salarios reducidos y beneficios limitados.

Así, se elija a quien se elija a través de una elección, los políticos no tienen el control para mejorar la vida de los estadounidenses, particularmente cuando aún se está en el abismo de la recesión, por la simple razón de que ellos no son quienes controlar la economía de este país.

Y si la gente se queja de que los gobiernos no les permiten mejorar económicamente por las cargas de impuestos que deben pagar, deben entender que dichos impuestos, dentro del sistema estadounidense, son los que le han permitido tener, de una u otra forma, una mejor calidad de vida. Sin esos impuestos, la calidad de vida simplemente declinará -a la par que declina la economía nacional.

Así, en estas elecciones del martes 2 de noviembre, los estadounidenses volverán a tener la oportunidad de elegir a los que administran el poder de la plutocracia. Y como hace dos años deberán elegir al menos malo.

En la gobernación por el estado de Nueva York, por ejemplo, elegir al demócrata Andrew Cuomo será menos malo que elegir a Carl Paladino, un extremista de la derecha, aunque al final de cuentas muy poco cambiará. En las elecciones al Congreso, algunos preferirán lo malo conocido que lo nuevo por conocer, después de todo sería irónico devolverle el poder legislativo al partido Republicano, y sus aliados del Tea Party, que empujaron al desastre económico al país.

Finalmente, los electores visitarán nuevamente el bufete electoral donde tendrán la «libertad de elegir» lo que otros han cocinado. Pero, ¿cuando, los electores, tendrán la oportunidad de elegir lo que ellos mismo hayan preparado?

Fuente: http://www.tribunahispanausa.com/detallesdelanoticia.php?noticia=11149

rCR