Todavía ahora después de que Obama ha desencadenado abiertamente «su» primera guerra, en simultáneo con el anuncio de su desistimiento formal del cierre de la base de torturas de Guantánamo, la comprensión empática masificada que arrastra este personaje, todavía estalla con mecanismos de retardo, generando nuevos y nuevos círculos concéntricos de daños colaterales. A alguien […]
Todavía ahora después de que Obama ha desencadenado abiertamente «su» primera guerra, en simultáneo con el anuncio de su desistimiento formal del cierre de la base de torturas de Guantánamo, la comprensión empática masificada que arrastra este personaje, todavía estalla con mecanismos de retardo, generando nuevos y nuevos círculos concéntricos de daños colaterales.
A alguien le puede parecer escandaloso el titulo de este artículo pero, siendo tan reciente el pormenorizado retrato de la diplomacia guerrera de EEUU, si recuerdan las filtraciones de Wikileaks, lo escandaloso es que ahora, cuando Los Aliados están bombardeando a Libia no asomen siquiera alusiones, o asociaciones, o justas sospechas en torno a una nueva montaña de escabrosos secretos que han venido sumándose, a la luz del día, y a la luz de la fe en las democracias occidentales, desde que empezó esta nueva guerra. El despliegue de acciones sistemáticas de infiltración, chantaje y sometimiento dentro y fuera de Libia, calcando el modelo y el guión y el tipo de parlamentos cínicos y soeces revelados por aquellas antiguas filtraciones, ha vuelto a ser puesto en práctica, ahora por parte del todavía increíblemente impoluto Obama. La nueva montaña de secretos bien guardados oculta un abanico de acciones que van desde la inducción a traición a favor de una potencia extranjera sistemáticamente practicada contra antiguos altos miembros del gobierno y del ejército de Libia, siguiendo por la presión y amedrentamiento contra los demás países árabes y contra la totalidad de África, y llegando hasta el planeamiento del fraude generalizado en el ámbito de las discusiones, acuerdos y resoluciones en la comunidad europea y en el seno de la ONU. Las características y dimensiones del accionar encubierto pueden deducirse de una rápida relectura de los cables filtrados por Wikileaks aplicados a una lectura comparativa de este nuevo contexto. A todo esto hay que sumar las pequeñas pero nada despreciables filtraciones o reconocimientos que van haciendo los medios, en público, pero casi en secreto, a la luz del día, y que si se siguen sumando, serán la revelación de un nuevo torrente de mentiras incontenibles. Se habla ya de pequeños (¿cuántos es pequeño?) ejércitos de tropas de elite de la CIA y sus socios europeos que han estado haciendo inteligencia dentro de Libia antes que estallara la llamada rebelión. Se conoce ya de un alto funcionario de la CIA que fue asignado para dirigir militarmente al grupo golpista. Trascendió que fondos de Qtar alimentaron la rebelión inicial que fue absorbida rápidamente por la intentona golpista, dirigida por generales y antiguos ministros de Gaddafi que ahora responden a EEUU y a la OTAN. Se sabe de la entrada clandestina a Libia de armas enviadas por el ejército egipcio que han ido a parar a la asonada.
El guión de la febril actividad del Departamento de Estado, tal como lo detallaban los antiguos cables filtrados, aplicado ahora para lograr que finalmente saliera a la superficie esta nueva clase de «rebelión», tal como afloró en Libia. La guerra civil planificada.
Así como los bombardeos de sometimiento pasaron ahora a llamarse guerra humanitaria, a partir de ahora una intentona golpista, si es pro occidental, se llamará rebelión del pueblo por la libertad. Aunque esto no es nuevo si se recuerdan las acciones y omisiones del dúo Obama-Clinton en Honduras, ya bien entrado el proceso de desenmascaramiento de Obama.
Todo este desplazamiento, que cubre además la completa desaparición de escena de la propia mención a la existencia previa de concepto llamado Legalidad Internacional, al que no se alude más en los análisis y discursos alrededor de Libia, ha operado masivamente a través de la contención y la comprensión empática que se construyó en torno a la figura de Obama.
Gobiernos, medios, políticos, y hasta sectores democráticos profundamente equivocados, apañados y fogoneados en muchos casos por fondos buitres de carácter financiero, gubernamental o institucional, ejercen un mutismo sincronizado. No hay Derecho Internacional que valga tratándose de un sátrapa, un régimen, un dictador. Se ha instalado una amnesia masiva inducida. No hay rastros que atestigüen la existencia previa, y hasta ahora comúnmente aceptada, del concepto de «Legalidad Internacional». Fuera esta legalidad violada o vigente, las informaciones, los discursos y las discusiones hacían referencia a este concepto. Obama reina con la complicidad respetuosa de los que asisten al entierro silencioso de aquel concepto, cuyo entierro no ha sido siquiera anunciado por los avisos fúnebres. Sustituye ahora a aquel concepto la guerra global humanitaria que Aznar viene a graznar contra Cuba.
Aunque los anteriores gobiernos de EEUU y sus socios en campañas de sometimiento y conquista, que sería muy extenso e impropio enumerar en este artículo, violaron sistemáticamente la vigencia de aquel desaparecido entramado de leyes, al que se llamaba L.I. , lo hicieron con subterfugios legales, con acciones encubiertas, sabiendo que se oponían a cierta «legalidad» vigente. Presionaron al límite de la autoextinción a la ONU hasta lograr resoluciones punitivas, que le dieron «cobertura legal» a las masacres de Serbia, y luego las de Afganistán e Irak.
La última resolución 1973 de la ONU no avaló ni avala los bombardeos que se hicieron para apoyar a una facción armada contra el ejército de Libia. Lo concreto es que ni siquiera el suministro monopólico de aviación de guerra a los insurgentes ha ayudado al golpe de estado a ganar terreno en la guerra civil que ha desatado Occidente en Libia. Por lo tanto lo nuevo es que ahora Obama aparece como el sello garante, el fiador y embaucador que tras la ya dudosa resolución 1973 de la ONU, está maniobrando para que la propia resolución sea desechada, después de su uso abusivo. Los bombardeadores humanitarios consideran ahora que esta mínima y escuálida legalidad puede ser desacatada, riéndose en la cara de los que ingenuamente le dieron al trío Obama, Cachorro Blair y Sarkozy el pase libre a los ataques, con una cautela que fué rápidamente traicionada . Los bombardeos emprendidos a través de una fraudulenta interpretación de los límites de aquella resolución, no lograron afianzar esta rebelión que, se decía, enfrentaba a un Gaddafi aislado. Luego, ahora los conquistadores occidentales amenazan abiertamente con invadir con sus ejércitos de tierra a Libia, a pesar de que la resolución excluye expresamente el uso de fuerza terrestre extranjera. La resolución 1973 cumplió su función de paraguas inicial y Obama y sus socios ya están dejando ver el juego de enroque al que nos tienen acostumbrados. Anticipan el trámite de la entrada masiva de soldados de la OTAN, sin importarles un comino lo que «excluya expresamente» la bendita resolución. Cuando el primero de los lentos firmantes del Consejo de Seguridad empezaba a estampar su firma en la 1973, los socios transatlánticos ni cortos ni perezosos ya habían despachando sus aviones cargados de bombas para sumarse al golpe de estado contra Gaddafi. El golpe, como hoy se sabe, fue desencadenado por un sincronizado trabajo de inteligencia de agencias occidentales que sumó a generales y coroneles, con sus tropas y equipamiento, junto a altos funcionarios del gobierno de Libia que se pasaron asi a la intentona golpista, y ahora comandan la «rebelión».
Obama es la mejor arma de la conquista. Su poderío descansa en la penetrante acción retardada de su encanto pacifista. La contención empática masificada que emana de su encanto percude profundamente, incluso a la izquierda.
Se olvida que Obama hizo su aparición en la política internacional con su revelador y larguísimo silencio, de alcance genocida, cuando era ya el presidente electo de EEUU y no levantó la voz para pedir a Israel el alto del fuego, mientras ese país masacraba a Gaza.
Obama y los fondos buitres que están detrás aprovechan el encanto adicional que le provee a Obama el hecho de ser el primer presidente negro de EEUU. En este hecho reposa, entre otras cosas, el cheque en blanco que se le dió, y que no termina de gastarse, principalmente en Occidente. A pesar de haber continuado con dos guerras que dijo que iba a terminar, a pesar de haber endeudado por generaciones adicionales enteras a su país con las guerras y subsidios multimillonarios a los fondos buitres. A pesar de haber iniciado ahora esta otra guerra, esta si, de su autoría. El discreto encanto de la comprensión empática masificada que todavía provoca su imagen y su discurso proviene en parte de que representa a minorías segregadas y discriminadas. Pero a diferencia de otros, como Chavez o Evo Morales, por ejemplo, a los que frecuentemente se caricaturiza por sus rasgos indígenas, desde la prensa occidental, Obama representa al buen salvaje elegante, culto y sofisticado. Buenos modales, educación y obediencia a los fondos buitres con un punto de multiculturalidad a la Benetton, lo que amplía el rango de penetración de sus discursos, el poder divisorio de su accionar.
Blog del autor: http://marcosavilaenblog.blogspot.com/2011/04/obama-siniestra-caballerosidad.html