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Entre Euskal Herria y la izquierda política y social del Estado español

Tendiendo puentes

Fuentes: Rebelión

Estos días pasados algunas personas de allende el Ebro, colegas de diversas movidas políticas y sociales, tras enterarse de que había sido nombrado por Amaiur (coalición formada entre la izquierda abertzale, Aralar, Eusko Alkartasuna y Alternativa para acudir a estas Elecciones estatales) para encabezar la lista al Congreso por Nafarroa, me han enviado correos en […]

Estos días pasados algunas personas de allende el Ebro, colegas de diversas movidas políticas y sociales, tras enterarse de que había sido nombrado por Amaiur (coalición formada entre la izquierda abertzale, Aralar, Eusko Alkartasuna y Alternativa para acudir a estas Elecciones estatales) para encabezar la lista al Congreso por Nafarroa, me han enviado correos en los que, tras desearme todo tipo de suertes, me pedían les informase un poco más de esta movida y de las posibilidades que ahora pueden abrirse para estrechar lazos con la izquierda política y social estatal. Tras pensar sobre ello, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, he pensado que las explicaciones a dar podrían hacerse extensivas, aparte de a estos colegas, a la gente de izquierda y activistas sociales del Estado español que trabajan y pelean día a día por horadar los sacrosantos pilares (capital, monarquía, desarrollismo, patriarcado, clericalismo, …) sobre los que se levanta esta sociedad.

Vaya por delante, en cualquier caso, que lo que sigue es algo de lo cual sólo se responsabiliza el suscribiente. No hablo, pues, en nombre de Amaiur (coalición que cuenta tan solo con unas pocas semanas de vida), ni tampoco de la izquierda abertzale a la cual pertenezco. Así pues, que todas las ostias dialécticas que pueda generar este escrito vayan a este humilde servidor y no a otros inocentes destinatarios.

Tendiendo puentes.

No es casual que el slogan principal elegido por Amaiur para esta campaña sea «ERAIKI ZUBIA» que, traducido al castellano, significa «TENDIENDO PUENTES». Ello es así porque la coalición quiere conformarse como una herramienta que sirva para impulsar el diálogo, el entendimiento y el acuerdo. Como un puente sin barreras ni peajes abierto a todas las culturas políticas que reconocen a Euskal Herria, nuestro pueblo, como una nación. Como un camino abierto para transitar hacia una democracia socialista que de satisfacción a las demandas principales del movimiento sindical, feminista, ecologista, juvenil, pacifista-antimilitarista, etc…

En esta misma dirección, como no podía ser menos, Amaiur pretende ser también un puente abierto a todos los pueblos y luchas del mundo y, por supuesto, a cuantas existen en el Estado español. Peleas contra los efectos de esta crisis, contra una «democracia» hueca lastrada por fuertes herencias franquistas y contra una ofensiva brutal del capital y sus servidores (PP, PSOE, CIU, PNV, UPN,..) que busca cuartear los servicios públicos y recortar fuertemente todo tipo de prestaciones sociales.

Igualmente importante es tender puentes hacia todas esas dinámicas que, actualizando experiencias de democracia asamblearia, participación popular y acción directa, están hoy tomando plazas, barrios, locales, institutos y hospitales por todo la geografía estatal. Experiencias que comienzan a sacudir las viejas alfombras de las rutinas organizativas, las estructuras jerarquizadas y el sometimiento de las demandas populares a los ritmos e intereses particulares de una burocracia política, sindical e institucional cada vez más aferrada a privilegios y platos de lentejas.

Euskal Herria es una nación: derecho a decidir.

La izquierda soberanista e intependentista vasca quiere estar presente en Madrid, en primer lugar, para hacer saber a toda aquella persona que tenga oídos democráticos para escuchar, que somos una nación y que, como tal, tenemos y debe de reconocérsenos el principal derecho que corresponde a todo pueblo: el derecho a ser, a decidir por sí mismo, a autodeterminarse y a poder ser independiente.

En una reciente entrevista realizada a nuestro gran escritor y ensayista Joseba Sarrionaindia, se preguntaba a éste por «¿qué es ser vasco?», a lo que este respondía: «Hay quien dice que por ser vasco eres distinto. Creo sin embargo que es más razonable afirmar lo contrario: el ser vasco es lo que nos hace iguales a los demás». Nunca mejor dicho: lo que nos hace diferentes de los españoles o franceses no es el ser vascos, sino el que no nos dejen serlo. Lo que hace diferente a nuestro pueblo de Francia o España no es nuestra propia identidad, sino nuestra condición de oprimidos. Nosotros no somos separatistas, sino soberanistas e independentistas. Allá quien siga pensando, como Urbano VIII y su Santo Oficio, que España es el centro del universo porque así lo afirma la sagrada Constitución española.

Que nadie se confunda. Pretendemos estar en el Congreso español, no para asentar nuestro trabajo en una estrategia marcada por coordenadas políticas estatales, sino para responder a la realidad política y social vasca y, sobre todo, para afirmar y defender nuestros derechos como pueblo. La Constitución española, al contrario que en el resto del Estado, solo logró en Euskal Herria la adhesión de poco más de un tercio del censo electoral. La gran mayoría, respondiendo a los llamados a la abstención y al voto negativo de los partidos nacionalistas y de izquierdas, no la aprobó. Sin embargo se nos impuso. Lo mismo ocurrió con la OTAN, donde se nos metió por la fuerza a pesar de que en el referéndum convocado al efecto, la mayoría de la población vasca votó en contra de la entrada.

El Congreso español, que para algunos puede ser su máxima referencia democrática, para nosotros no es sino uno de los principales símbolos de nuestra opresión. En el mismo fue despreciado incluso el insuficiente proyecto de un nuevo Estatuto Político para Euskal Herria -Plan Ibarretxe- al cual, a pesar de haber sido aprobado el mismo por la mayoría absoluta del Parlamento Vasco, se impidió incluso su mera tramitación en el Congreso, por obra y gracia de los votos del PSOE, PP, Izquierda Unida, Coalición Canaria y Xunta Aragonesista. Así pues, carpetazo y al cajón.

No iremos a Madrid, pues, a aceptar un marco institucional que nos habla de unidades patrias «indivisibles e indisolubles» salvaguardadas por el Ejército, ni a aceptar un escenario institucional que nuestro pueblo ha rechazado, ni, por último, a participar en un juego tramposo en el que las cartas están marcadas, el reglamento es de parte y los árbitros están comprados. En nuestra participación en el Congreso seremos nosotros y nosotras quienes marcaremos nuestras propias estrategias, ritmos, formas e intervenciones. Repito, no serán las coordenadas políticas estatales las que sustenten nuestra participación, sino las existentes en nuestro pueblo, Euskal Herria, carente de soberanía y despreciado por esa Cámara.

Impulsar la paz y la normalización democrática.

Nuestro segundo gran objetivo en el Congreso será trabajar para impulsar un proceso de paz y soluciones democráticas para Euskal Herria.

Hace tan solo unos días se ha celebrado en Donostia la Conferencia Internacional de Paz en la que han participado importantes personalidades de la vida internacional: ex presidentes de Gobierno y primeros ministros, ex premios Nobel de la Paz, expertos negociadores en otros procesos de paz, etc… En la misma, se aprobaron cinco puntos. El primero hacía un llamamiento a ETA para que hiciera una declaración de cese indefinido de la actividad armada. Los demás se referían a la necesidad de avanzar en la reconciliación, reconocimiento y compensación de todas las víctimas, la propuesta a las partes implicadas para reunirse y discutir sobre las cuestiones políticas relacionadas con el conflicto, la conveniencia de realizar una consulta entre la ciudadanía y, finalmente, el ofrecimiento propio para organizar un comité de seguimiento de todo lo anterior.

La respuesta de ETA llegó tres días después. Tras tener conocimiento de las resoluciones anteriores, la organización decidió «el cese definitivo de su actividad armada», haciendo a su vez «un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de dialogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada».

De forma muy interesada, los principales partidos estatales (PSOE, PP) y medios de comunicación leyeron tan solo el primero de los puntos referido al cese de la actividad armada de ETA. Y cuando esta se dio, insistieron en más de lo mismo. No basta con eso, han dicho: ETA debe disolverse, entregar las armas y pedir perdón. Y si esto se hiciera, afirmo yo, pedirían una cuarentena en la que mantendrían las ilegalizaciones, presos y presas…, pues, en definitiva, lo que pretenden en última instancia es acabar con el nunca extirpado y ahora creciente independentismo vasco.

Hagamos ahora un pequeño recordatorio. El conjunto de ministros, directores generales, delegados de gobierno, altos cargos policiales y de la guardia civil (Barrionuevo, Vera, Elgorriaga, Galindo, Amedo, San Cristóbal, Planchuelo,…) que crearon el GAL y fueron condenados por la comisión de delitos tales como malversación de fondos públicos, secuestros, torturas (bolsa, bañera, arranque de uñas, quemaduras con cigarrillos,…), enterramientos en cal viva y asesinatos, cumplieron menos de un diez por ciento del total de varios siglos de cárcel a los que fueron condenados. Ahora están todos ellos en libertad, sin que nadie les haya pedido, ni ellos lo hayan hecho, perdón o reparación por los crímenes cometidos. El partido al que pertenecían varios de ellos -PSOE- organizó concentraciones en su apoyo sin que fuerza de orden alguna los disolviera a pelotazos, ni nadie les procesara por portar las fotografías de aquellos criminales.

Mientras tanto, más de setecientas personas permanecen hoy en prisión, muchas de ellas con más de diez y veinte años cumplidos de cárcel, a varios cientos de kilómetros de su residencia y sometidos a duros regímenes de aislamiento. Buena parte de ellos forman parte de los denominados «entornos de ETA», sin que se les haya sido atribuido la comisión de delito concreto alguno sino, sin más, la «pertenencia al entramado de ETA». Otro par de cientos de jóvenes y militantes de la izquierda abertzale esperan juicio amenazados por peticiones similares.

Campan alegres por nuestras calles grupos fascistas y falangistas de todo tipo alabando el golpe de estado de 1936 y la criminal Dictadura de Franco, mientras que Batasuna, Askatasuna, Segi, Ekin, etc…, siguen estando ilegalizadas y personas como Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Miren Zabaleta, Arkaitz Rodríguez y Sonia Jacinto, impulsoras destacadas del actual proceso de paz, permanecen en las cárceles españolas condenados por esperpénticas sentencias dictadas por esquizofrenizados jueces.

La paz y el orden público son dos conceptos muy diferentes. La primera está asentada en fundamentos de justicia y libertad. El segundo, en la razón de la bocacha, la criminalización y la represión. La paz de la cual nos habla hoy la derecha y buena parte del PSOE es la paz de Franco, en la que solo los caídos por dios y por España fueron visibilizados y tuvieron reconocimiento público. Por el contrario, la paz a conseguir debería estar asentada en una verdad que contenga todas las verdades, en una reparación que contemple a todas las víctimas y, en definitiva, en una justicia que repare todas las injusticias habidas a lo largo de este conflicto.

El 15-M ha hecho del tema de la democracia una de sus principales preocupaciones y reivindicaciones: topes electorales antidemocráticos, rechazo a la partitocracia, participación popular, eliminación de privilegios a la clase política… La profundización de todos estos temas en algunas ciudades y asambleas barriales está llegando hasta la mismísima Transición política de los 70, sacando a la luz las imposiciones antidemocráticas entonces practicadas: monarquía, ley de amnistía-punto final para torturadores y asesinos, continuidad de instituciones y leyes de excepción, negación del derecho de autodeterminación, privilegios para la Iglesia,…

Por todo ello, nuestra mano estará tendida siempre, en el Congreso y en la calle, a todas las fuerzas y grupos que compartan con nosotros la necesidad de impulsar la ruptura democrática que un consenso vergonzoso (UCD, PSOE, PCE,…) nos robó durante la Transición. Y haremos hincapié, sobre todo, a todo lo que tenga que ver con el pleno reconocimiento de los derechos nacionales, la abolición de todo tipo de legislaciones e instituciones de excepción y la apertura de un proceso, sin imposición alguna, en el que el propio pueblo vasco, y solo él, elabore, discuta y resuelva democráticamente sobre las distintas opciones de futuro que hoy existen en nuestro pueblo, incluida, por supuesto, la opción independentista.

El cambio político y social

Para cualquier fuerza de izquierdas hablar de cambio político sin hacer referencia a la necesidad de un cambio social es apostar por un cambio hueco. Al margen del indudable margen de autonomía que cada reivindicación política o social pueda contender, es evidente la interrelación existente entre los dos ámbitos, mucho más aún en un momento como el actual en el que la crisis está acentuando todas las contradicciones de nuestra sociedad. Muestra de ello es el movimiento del 15-M, en el que puede verse como van de la mano las demandas de democracia real y críticas al actual andamiaje institucional (sistema electoral restrictivo, supeditación a los poderes fácticos del capital y las finanzas, corrupción de la clase política,..) y la lucha contra las privatizaciones y recortes sociales, el desmantelamiento de los servicios públicos, los desahucios,..

En el marco de globalización capitalista en el que vivimos, sometidos a un Estado que constriñe, recorta y anula nuestros derechos como nación, la exigencia de libertad y soberanía para nuestro pueblo lejos de ser una vía abierta a la colaboración de clases con nuestra propia burguesía y sus partidos (PNV, UPN) se ha convertido en un fuerte valladar frente a la ofensiva neoliberal impulsada por el capital internacional, estatal y nacional.

Lo anterior se ha puesto de manifiesto en la dinámica abierta en estas dos últimas décadas por el sindicalismo abertzale y la mayoría sindical vasca (su representación supera el 55%, frente al 38% de CCOO y UGT) conformado como una alternativa cada vez más de clase, más independiente y más reivindicativa. El impulso decidido de una estrategia de confrontación frente a la ofensiva neoliberal se ha ido abriendo camino en el sindicalismo abertzale en oposición a la política de colaboración, acuerdo y pacto social impulsada por CCOO y UGT. Sin echar las campanas al vuelo, es evidente que las tres huelgas generales convocadas en los dos últimos años en Euskal Herria por la mayoría sindical vasca (contra la crisis, la reforma laboral y el recorte de las pensiones) y el rosario diario de luchas de fábrica y sectoriales impulsadas por ésta, son muestras de esta estrategia de confrontación a la que nos referimos.

Por el contrario, aquellas estrategias sindicales como las de CCOO y UGT que, desde supuestos presupuestos de izquierda, e incluso marxistas, hablan de la necesidad de conformar la organización propia y las luchas sindicales en relación al marco estatal, son las que se han vehiculizado un mayor nivel de colaboración, no solo con la patronal y el capital central (CEOE) y sus gobiernos (PP, PSOE), sino también con la burguesía vasca (CONFEBASK, CEN) y los suyos (PNV, UPN). Y ello ha ido parejo, cada vez más, de la acentuación de los rasgos estatalistas y españolistas de estos sindicatos que, progresivamente, han roto sus marcos de organización propios para el conjunto de Euskal Herria (separación entre Vascongadas y Navarra) y han renunciado a aquellas exigencias democráticas (derecho de autodeterminación) que en su día defendieron.

Por supuesto, la necesidad de un cambio político y social va más allá de la lucha sindical hoy desarrollada en Euskal Herria. Existen hoy en nuestro pueblo fuertes movilizaciones contra la imposición de proyectos infraestructurales únicamente justificados por la demencia cementera y desarrollista, el ánimo de lucro sin límites y la carencia de todo tipo de escrúpulos medioambientales (Tren de Alta Velocidad, Superpuerto de Pasaia, incineradoras en Gipuzkoa y Nafarroa, central térmica de Castejón, central nuclear de Garoña, …) que guardan una relación directa con luchas del mismo signo llevadas a cabo en otros lugares del Estado español.

La paz que queremos levantar tiene mucho que ver con aquellas luchas antimilitaristas que en su día hicieron de Euskal Herria la capital de todo el Estado de la lucha insumisa contra el Ejército. Una paz distinta, como ya se ha dicho, al orden público derivado de la criminalización social y represión política practicada por la Policía y la Guardia Civil, auténticas fuerzas de ocupación en nuestro pueblo, y al de una Ertzaintza y Policía Foral levantadas en gran medida a imagen y semejanza de aquellas. Una paz que apueste a su vez por la movilización social y la desobediencia civil como principales herramientas para el impulso del cambio político y social.

Queremos una Euskal Herria impregnada igualmente de los tonos morados de las luchas feministas. Desde esos más individuales procedentes de miles de pequeñas peleas desarrolladas en los ámbitos familiares, de cuadrilla, laborales…, en búsqueda de espacios de igualdad, libertad y autonomía para las mujeres cada vez mayores, hasta esos otros colectivos impulsados por distintas plataformas y movidas que siguen reclamando el más pleno derecho al aborto, la necesidad de abordar medidas reales e integrales para atajar y acabar con la violencia machista y, finalmente, para que dejen de ser las mujeres carne de cañón de dobles jornadas, el trabajo de cuidados y las discriminaciones laborales y sociales de todo tipo.

Termino como empecé. Es necesario tender puentes entre las distintas izquierdas políticas y sociales existentes en el ámbito estatal. Al margen de los distintos balances que pueda tener cada cual respecto de anteriores experiencias, lo evidente es que, por muchas razones (nueva situación abierta en Euskal Herria; ofensiva neoliberal y profundidad de la crisis económica; perspectivas de un gobierno PP a nivel del Estado,…) es preciso rehacer y fortalecer estas relaciones. En nuestra opinión, los cimientos sobre los cuales levantar estos puentes serían el reconocimiento de la identidad nacional y el derecho a decidir de nuestro pueblo, el impulso de la paz, la normalización política y la ruptura democrática pendiente y la lucha por un cambio político y social en nuestra sociedad.

Arrieros somos…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.