Oh, vedlos subir. Oh, miradlos caer. Irónicamente, hay algo inherentemente democrático en esta temporada de las primarias republicanas: cada candidato, a su vez, recibe su turno en la cima del montón en una atmósfera de «cualquiera menos Mitt» que ha dominado la semana. Donald Trump, se acuerdan, gozó su breve momento al sol, seguido por […]
Oh, vedlos subir. Oh, miradlos caer.
Irónicamente, hay algo inherentemente democrático en esta temporada de las primarias republicanas: cada candidato, a su vez, recibe su turno en la cima del montón en una atmósfera de «cualquiera menos Mitt» que ha dominado la semana. Donald Trump, se acuerdan, gozó su breve momento al sol, seguido por una supremacía más breve aun de Michele Bachman. Rick Perry brilló y ardió, permitiendo a Herman Cain súbitamente navegar y naufragar. Ahora, Newt Gingrich está disfrutando sus 15 minutos en la cima.
El hecho de que Gingrich esté temporalmente allí – ¿es que alguien espera seriamente que sea el nominado de su partido?- es menos sorprendente que el hecho de que todavía esté participando.
Después de todo, Gingrich comenzó su campaña con el último no-no de los conservadores: criticando el draconiano plan de corte presupuestario de Paul Ryan, que fue aprobado por todos los republicanos en la cámara y que el Tea Party adoptara como su nueva biblia. Llamándolo «un salto demasiado grande», Gingrich denunció la propuesta de Ryan en «Meet the Press». «No creo que la manipulación social de derecha sea más deseable que la de izquierda», se burló.
La historia reciente de Gingrich, en realidad, está repleta de ejemplos de falta de ortodoxia. Apenas miembro del Congreso, apareció en «Meet the Press» en octubre de 1993 y se declaró a favor de que todos los norteamericanos fuesen instados a comprar seguros de salud, justo como el mandato individual contenido en la Ley de Salud Asequible del presidente Obama. «Estoy por la gente, que los individuos -exactamente como los seguros de automóviles- tengan seguros de salud y sean instados a ello», dijo entonces, posición política que repitió recientemente en mayo. Hoy, como candidato, ha cambiado de parecer, diciendo que su primera decisión como presidente sería rechazar «Obamacare» porque su mandato individual es inconstitucional.
En cuanto a Libia, también Gingrich ha estado en ambos lados del asunto. Cuando las fuerzas de oposición realizaron sus primeras acciones contra Khadafi, Gingrich dijo a Noticias Fox que los Estados Unidos debían emprender acciones unilaterales para bombardear el país, sin involucrar ni a la OTAN ni a la ONU. Dos semanas después, luego de que Obama ordenar a los aviones de guerra norteamericanos que comenzaran los bombardeos a Libia, lo condenó por hacerlo. Luego, cuando Khadafi fue finalmente asesinado, Gingrich expresó sus dudas acerca de la capacidad de los líderes transicionales libios para construir un nuevo país. ¿De atrás para adelante para atrás?
Más penoso aun, tal vez, es que hoy Gingrich diga no estar seguro de que haya calentamiento global alguno, aunque apareciera en el 2008, en una propaganda nacional de TV llamando a la urgente acción del congreso respecto al cambio climático, nada más y nada menos que junto a Nancy Pelosi. Ahora debe explicar también como logró zafarse de Fannie Mae y Freddie Mac, piezas centrales de su campaña, tras haberse embolsado $1.6 millones de Freddie por honorarios de consultoría. Por supuesto, gracias a Mrs. Gingrich, la pérdida de Freddie fue la ganancia de Tiffany.
Hay otro factor en la ecuación. Tal como Major Garret del National Journal lo expresara esta semana a mi radio-audiencia, Gingrich es «el peor político al menudeo» en los Estados Unidos hoy en día. No gusta de hacer campaña, por lo tanto no hace campaña, lo que explica por qué todo su equipo lo abandonó. La mayoría de los políticos al menos fingen estar alegres de verte al estrechar tu mano. Newt no. Mira a la gente desde arriba como diciendo, «¿Te das cuenta de lo listo que soy?»
Durante los últimos meses, de hecho, la única actividad de campaña de Gingrich ha sido aparecerse en los debates y atacar a la prensa por osar hacer preguntas difíciles. Eso basta para ganarle el amor y la lealtad provisoria de la gente del Tea Party, pero no para calificarlo como comandante en jefe.
Y luego, pobre Newt, así como se remonta a la cumbre, llega el golpe más bajo de todos. El malhadado ex lobista republicano Jack Abramoff, quien cumplió tres años y medio de prisión por sobornar a congresistas, llamó corrupto a Gingrich. Representando a Freddie Mac, Abramoff dijo a David Gregory de la NBC que Gingrich «se está involucrando en la misma clase de corrupción que Norteamérica desprecia. Las mismas cosas que encolerizan al Tea Party y al movimiento Ocupa Wall Street y a todos los que no están en el movimiento y miran hacia Washington y se preguntan ¿por qué estos tipos se están quedando con todo ese dinero, por qué todos se enriquecen tanto, por qué tienen esas ventajas?» Cuando Abramoff dice que alguien es corrupto, esa persona tiene que saber que está metido en problemas.
¿Así que Newt Gingrich está ahora a la cabeza de las encuestas nacionales? ¡Olvida eso, nunca va a suceder! Ni siquiera los republicanos son tan tontos como para nominarlo.