Es algo muy grande que un proyecto de ley lleve el nombre de uno, especialmente si no se es miembro del Congreso. Pero con algo de suerte, este proyecto de ley pronto se convertirá en ley nacional. Por supuesto, estoy hablando de la Regla Buffet, nombrada así en homenaje al propio Oráculo de Omaha. Todo […]
Es algo muy grande que un proyecto de ley lleve el nombre de uno, especialmente si no se es miembro del Congreso. Pero con algo de suerte, este proyecto de ley pronto se convertirá en ley nacional.
Por supuesto, estoy hablando de la Regla Buffet, nombrada así en homenaje al propio Oráculo de Omaha. Todo comenzó en una reunión de dos personas en la Oficina a Oval, cuando Warren Buffet informó al presidente Obama la locura que es el actual código de impuestos. Como billonario que soy, Buffet dijo a Obama, pago una tasa menor de impuesto sobre las rentas que mi secretaria. ¡Y eso no es justo!
Igualmente indignado, Obama comenzó a hablar acerca de la secretaria de Buffet como un caso clásico de la desigualdad de ingresos que necesita una solución por parte del Congreso. Y ahora es un proyecto de ley, presentado por el senador de Rhode Island Sheldon Whitehouse y basado en la sencilla premisa de que ningún millonario o billonario debe pagar una tasa de impuestos sobre la renta inferior a la del hombre que le corta el cabello, conduce su auto o le corta el césped. La legislación de Whitehouse requeriría que los individuos que reportan un millón de dólares de ingresos sujetos a impuestos paguen una tasa mínima de 30 por ciento -ligeramente más alta de lo que paga una familia de ingresos medios.
Y a esos millonarios les ha ido muy bien, gracias. Según un análisis de datos del Servicio de Impuestos sobre la Renta (IRS) hecho por los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Sáez, dos tercios de los beneficios de los ingresos totales de la nación fluyeron hacia el 1 por ciento de mayores ingresos de los hogares norteamericanos. Es más, desde 1979, el ingreso promedio después de deducir impuestos de ese 1 por ciento ha aumentado casi en 400 por ciento. Mientras tanto, los norteamericanos de clase media tuvieron un aumento de solo 40 por ciento.
Y ese 1 por ciento por lo general paga solamente entre 15 y 18 por ciento en impuestos -mientras que las familias de clase media pagan un promedio de 25 por ciento. El proyecto de ley de Whitehouse requerirá de los millonarios que paguen un mínimo de 30 por ciento.
Es difícil creer que alguien pueda votar en contra de un caso tan claro de tributos justos, pero el líder republicano del Senado Mitch McConnell ya ha declarado la oposición de su partido sobre la base de dos argumentos. En primer lugar, los críticos republicanos descartan un voto sobre la Regla Buffet porque consideran que es casi un «truco» destinado a avergonzar al partido en este año electoral. Bueno, tienen cierta razón. Sí, los republicanos deben sentirse avergonzados de votar en contra de la Regla Buffet. También les será difícil explicar a los electores por qué votan constantemente a favor de reducciones de impuestos para millonarios y no para los trabajadores norteamericanos comunes y corrientes.
McConnell y otros republicanos también dicen que nunca podrían pedir a los millonarios que paguen más, porque eso violaría el espíritu del icono republicano Ronald Reagan, lo cual demuestra que conocen tan bien a Ronald Reagan como algunos evangélicos conocen a Jesús.
Es más, el presidente Reagan no se opuso al principio de la Regla Buffet. Él fue el primero en defenderla. Al hablar en la Escuela Secundaria Northside en Atlanta, Georgia, el 6 de junio de 1985, Reagan prometió eliminar las lagunas que creaban injusticias en el código tributario. «Algunas de esas lagunas eran comprensibles», reconoció, «pero en la práctica hicieron posible que los millonarios no pagaran nada, mientras que un conductor de autobús pagana 10 por ciento de su salario -¡y eso es una locura!»
Unas semanas más tarde, al hablar en la Casa Blanca, Reagan insistió en las justicia de los impuestos al citar una carta que había recibido de un norteamericano rico que, al igual que Buffet, simplemente aprovechándose de las lagunas, había logrado pagar una tasa impositiva más baja que la de su secretaria. «Me escribió la carta para decirme que le gustaría venir a Washington y prestar testimonio ante el Congreso de cómo era posible que pudiera hacer eso -y por qué es incorrecto».
Una vez más, no era un socialista con mirada de loco. Era Ronald Reagan. A tono con la historia, el presidente Obama ofreció esta semana cambiar el nombre de su plan de la Regla Buffet a la «Regla Reagan», si eso les facilitaba a los republicanos votar a favor. Pero, pero supuesto, eso no funcionó. Los republicanos de hoy prefieren repudiar a Ronald Reagan que disgustar al supercabildero Grover Norquist, quien los ha atemorizado para que voten todos en contra de nuevos impuestos. Reagan tuvo suerte de aspirar a la presidencia cuando lo hizo. En la actualidad no podría ganar la primaria en el Partido Republicano.
Qué adecuado que los senadores realicen su voto acerca de la Regla Buffet una semana después de que Mitt Romney haya garantizado la nominación republicana para las elecciones presidenciales. Durante los dos últimos años Romney ha ganado más de $42 millones y ha pagado solo 14 por ciento de impuestos. Él es el ejemplo perfecto para la Regla Buffet.
Bill Press es el anfitrión de un programa diario de radio distribuido nacionalmente, y autor de un nuevo libro, La máquina de odio contra Obama, a la venta ya en librerías. Pueden escuchar «The Bill Press Show» en su sitio web www.billpress.com. Su correo electrónico es [email protected] .