Recomiendo:
0

El gobierno de Rajoy sigue al pie de la letra las instrucciones del capital alemán

Las argucias ocultas del nuevo «Plan Prepara»

Fuentes: Canarias Semanal

Durante varias semanas el «Plan Prepara» ha parecido estar suspendido en un extraño limbo, penduleando en el vértice de la desaparición. Ha transcurrido un mes entre el «que si sí» y «el que si no«. Durante ese tiempo, un tsunami de noticias contradictorias puso el alma en un vilo a miles de personas que tenían […]

Durante varias semanas el «Plan Prepara» ha parecido estar suspendido en un extraño limbo, penduleando en el vértice de la desaparición. Ha transcurrido un mes entre el «que si sí» y «el que si no«. Durante ese tiempo, un tsunami de noticias contradictorias puso el alma en un vilo a miles de personas que tenían como único recurso vital los 400 euros mensuales que ofrecía esta prestación. Sean cuales fueren las intenciones que se ocultaban tras las especulaciones en torno a la decisión del Ejecutivo sobre esa exigua subvención todo induce a dudar sobre inocencia de la conjetura.

Un gobierno, por muy depravado que sea – y al que tenemos no le faltan créditos para ganarse a pulso ese calificativo – no puede mantener en la duda hamletiana a cientos de miles de personas, sobre un tema tan crucial, si no existe un propósito previo. ¿A qué obedeció, pues, la «duda danesa» de Mariano Rajoy sobre la continuidad de esa prestación social?

A nuestro juicio, el objetivo clave de este gabinete de ultraconservadores, curtido en los principios de la vieja escuela, ha sido generar terror sobre el conjunto del mercado laboral. Crear a través de la incertidumbre un clima de shock que impactara tanto a los que tienen un puesto de trabajo como a aquellos otros que engrosan las filas del paro. Y como no se trata de creer en afirmaciones no fundamentadas, merecería la pena que el lector nos siguiera en las siguientes reflexiones.

LA OFENSIVA ANTISALARIAL

Hoy parece obvio -incluso para los más incrédulos – que las últimas reformas laborales no estaban destinadas a crear puestos de trabajo, como reiteradamente proclamaron en su día los voceros de la patronal, la socialdemocracia y el ultraconservadurismo. La finalidad era justamente la contraria: la destrucción masiva de mano de obra. En realidad, lo que se pretendía con esas reformas era ir creando las condiciones adecuadas en el mercado de trabajo para diponer de una sobreoferta de mano de obra a bajo precio. Como ya hemos explicado con anterioridad (*), el mercado laboral está sujeto a las implacables leyes de la oferta y la demanda: a más oferta de mano de obra, el patrón contará con mayores posibilidades de ofrecer salarios bajos.

Sin embargo, para que una reforma de esta envergadura pudiera cumplir con su finalidad resultaba imprescindible acabar con el «colchón» de las prestaciones sociales que tanto el empresariado como los gobiernos anteriores, muy a pesar suyo, se habían visto obligados a aceptar por múltiples factores cuya exposición excedería el marco del presente artículo.

Los epígonos del sistema – economistas, profesores universitarios afectos a la Escuela de Chicago, comentaristas políticos y económicos – ya lo habían advertido en sus declaraciones y artículos. Hay que «profundizar» en las reformas, poner a los asariados en un brete tal que los empuje a vender su fuerza de trabajo a un precio que nos permita crear excedentes, ser competitivos, salir airosos en el salvaje mercado internacional, decían.

Pero una cosa es escribir en los papeles y otra muy diferente son los condicionantes que impone la práctica gubernamental. Esta última exige habilidad, tacto, sinuosidad y localizar el momento adecuado para que la respuesta social no termine en una explosión incontrolable y de consecuencias imprevisibles. Por otra parte, los asalariados todavía poseen el derecho al voto. Por ello, el control de la orientación de los comicios también forma parte del complejo engranaje del sistema, cuyo mantenimiento es preciso atender cuidadosamente. De ahí que los dos últimos gobiernos hayan venido dosificando su ofensiva antisalarial, marcándose objetivos por etapas, atendiendo a las conveniencias que aconseje el instante político.

EL OBJETIVO DE LAS MODIFICACIONES DEL «PLAN PREPARA»

Después de un tenso suspense de más de un mes sobre el Plan Prepara, por fin el pasado viernes el gabinete Rajoy despejó la incógnita: la subvención de 400 euros para parados de larga duración se prorrogará seis meses más. Se introduce en el Plan, no obstante, una significativa modificación cuya traducción no debería pasar desapercibida. Los jóvenes que vivan con sus padres no podrán ser beneficiarios del mismo. Esto significa que, según los datos oficiales, unos 71.000 jóvenes parados no percibirán a partir de ahora la prestación. Según las mismas fuentes, la mayoría de ellos forman parte de aquella inmensa masa de adolescentes que fueron arrancados del sistema educativo con los cantos de sirena de los altos salarios ofertados en el sector de la Construcción. Las nuevas modificaciones del «Plan Prepara», que tomará forma de Decreto-ley en el próximo Consejo de Ministros del 24 de agosto, contemplará también, posiblemente, la imposibilidad del reenganche para sus beneficiarios.

EN LA LÍNEA MARCADA POR LA UE

Los objetivos que se esconden tras las modificaciones del «Plan Prepara» los ha puesto al descubierto la mismísima Secretaria General de los ultraconservadores, Dolores de Cospedal : «El Plan – dijo- tiene que valer para que las personas que lo perciban puedan encontrar un puesto de trabajo. Hasta ahora no ha valido para eso». El propósito parece claro: hay que romper el espinazo de la resistencia de los asalariados a trabajar por 400 euros al mes. Y para ello resulta necesario destruir la red de ayuda familiar que está impidiendo que éstos vendan a precio de saldo la única mercancía de la que son propietarios: su fuerza de trabajo.

Primero fueron los despidos masivos facilitados por las reformas laborales. Luego vinieron los desahucios de la Banca. Y ahora nuestras clases dirigentes intentan quebrar la urdimbre de solidaridad familiar que hasta ahora ha servido para impedir que nuestros desocupados saquen, por fin, la bandera blanca y se rindan sin condiciones a las exigencias de competitividad que imponen los mercados del eufemísticamente conocido como «mundo globalizado».

En cualquier caso, nuestras clases hegemónicas no están ensayando ninguna novedad en yermo suelo celtibérico. Ya antes lo había ensayado la Alemania de los minijobs a principios de la década del 2000, con la ayuda de los socialdemócratas de Schroeder y de los sindicatos reformistas. En ese camino nos encontramos.

(*) Ver el artículo: ¿Alemania en peligro o el peligro alemán?