Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Nazaret. El Fondo Nacional Judío, establecido hace más de 100 años, es quizás la más venerable de las organizaciones sionistas internacionales. Sus patrocinadores honorarios recientes han incluido primeros ministros, y asesora a foros de la ONU sobre temas forestales y de conservación.
También es reconocido como una organización benéfica en docenas de estados occidentales. Generaciones de familias judías, y otras, han contribuido a sus programas de recaudación de fondos, aprendiendo desde niños a depositar centavos ahorrados en sus cajas azules distintivas para ayudar a plantar un árbol.
Y, sin embargo, su trabajo durante muchas décadas ha sido impulsado por un objetivo principal: desalojar a los palestinos de su tierra natal.
El FNJ es una reliquia próspera del pasado colonial de Europa, incluso si hoy lleva el atuendo de una organización benéfica ambiental. Como muestran los acontecimientos recientes, la limpieza étnica sigue siendo lo que destaca.
La misión de la organización comenzó incluso antes de que naciera el Estado de Israel. Bajo protección británica, el FNJ compró extensiones de tierra fértil en lo que entonces era la Palestina histórica. Normalmente usaba la fuerza para despojar a los campesinos palestinos cuyas familias habían trabajado la tierra durante siglos.
Pero las actividades de expulsión del FNJ no terminaron en 1948, cuando Israel se estableció por medio de una guerra sangrienta contra las ruinas de la patria de los palestinos, un evento que los palestinos llaman la Nakba o catástrofe.
Rápidamente Israel demolió más de 500 aldeas palestinas y se le encargó alFNJ la tarea de evitar el regreso de unos 750.000 refugiados. Lo hizo plantando bosques sobre las casas en ruinas, que hace imposible reconstruirlas, y sobre las tierras de las aldeas para evitar que se cultiven.
Estas plantaciones hicieron que el FNJ ganara su reputación internacional. Sus operaciones forestales fueron elogiadas por detener la erosión del suelo, recuperar tierras y ahora abordar la crisis climática.
Pero incluso esta experiencia -obtenida mediante la ejecución de crímenes de guerra- no era merecida. Los ambientalistas dicen que las copas oscuras de los árboles que se han plantado en regiones áridas como el Negev, en el sur de Israel, absorben el calor a diferencia del suelo de color claro y no forestado. A falta de agua los árboles de crecimiento lento capturan poco carbono. De esta manera las especies nativas de matorrales y animales han sido dañadas.
Estos bosques de pinos, donde el FNJ ha plantado unos 250 millones de árboles, también se han convertido en un gran peligro de incendio. La mayoría de los años se producen cientos de incendios después de las sequías de verano exacerbadas por el cambio climático.
Al principio la vulnerabilidad de los retoños plantados por el JNF se utilizó como pretexto para prohibir el pastoreo de cabras negras nativas. Recientemente tuvieron que ser reintroducidas porque despejan la maleza y así evitar los incendios. Pero la matanza de cabras ya había cumplido su propósito, obligando a los palestinos beduinos a abandonar su estilo de vida pastoril.
A pesar de sobrevivir a la Nakba miles de beduinos en el Negev fueron encubiertamente expulsados a Egipto o Cisjordania en los primeros años de Israel.
Sin embargo sería un error imaginar que el conflictivo papel del FNJ en estos desalojos fue solo de interés histórico. La organización benéfica, el mayor propietario privado de tierras de Israel, está expulsando activamente a los palestinos hasta el día de hoy.
En las últimas semanas activistas solidarios han estado tratando desesperadamente de evitar el desalojo de una familia palestina, los Sumarins, de su hogar en la Jerusalén Oriental ocupada para dar paso a los colonos judíos.
El mes pasado los Sumarins perdieron una batalla legal de 30 años librada por el FNJ, porque el Estado israelí vendió en secreto su casa a fines de la década de 1980.
La propiedad de la familia fue incautada, en violación del derecho internacional, en virtud de una legislación draconiana de 1950 que declaraba «ausentes»a los refugiados palestinos de la Nakba para que no pudieran reclamar sus tierras dentro del nuevo Estado de Israel.
Los tribunales israelíes han decretado que la Ley de Propiedad de Ausencias se puede aplicar también fuera del territorio reconocido de Israel, en la Jerusalén ocupada. En el caso de los Sumarins parece no importar que la familia nunca estuvo «ausente». El FNJ tiene permitido desalojar a los 18 miembros de la familia el próximo mes. Para agregar gravedad al perjuicio deberán pagar daños al FNJ.
Seth Morrison, un exmiembro del directorio de Estados Unidos, renunció en protesta en 2011 por el papel del FNJ en tales desalojos, acusándolo de trabajar con grupos de colonos ultras. El año pasado el FNJ expulsó a una familia en circunstancias similares cerca de Belén. Días después los colonos se mudaron a su finca.
Ir Amim, un grupo israelí de derechos humanos que se enfoca en Jerusalén, advirtió de que estos casos crean un precedente legal peligroso si Israel cumple su promesa de anexar el territorio de Cisjordania. Podría expandir rápidamente el número de palestinos clasificados como «ausentes».
Pero el FNJ nunca perdió su amor por el modesto árbol como la herramienta más efectiva y velada de la limpieza étnica. Y una vez más está utilizando los bosques como arma contra la quinta parte de la población de Israel, que son palestinos sobrevivientes de la Nakba.
A principios de este año presentó su proyecto «Relocation Israel 2040«. El plan tiene la intención de «provocar un cambio demográfico profundo de todo un país», lo que alguna vez se llamó siniestramente «judaización». El objetivo es atraer a 1,5 millones de judíos a Israel, especialmente al Negev, en los próximos 20 años.
Como en los primeros años de Israel, los bosques serán vitales para el éxito. El FNJ se está preparando para plantar árboles en un área de 40 km2 perteneciente a comunidades beduinas que sobrevivieron a expulsiones anteriores. Bajo la protección del ecologismo, muchos miles de beduinos podrían considerarse «intrusos».
Los beduinos han estado en disputa legal con el Estado israelí durante décadas por la propiedad de sus tierras. Este mes en una entrevista al periódico Jerusalem Post, Daniel Atar, el jefe global del FNJ, instó a los judíos una vez más a depositar dinero en sus cajas; advirtió de que algunos de ellos podrían ser reticentes de venir al Negev por su reputación de “crímenes agrícolas”, en alusión a los beduinos que han tratado de mantener su modo de vida pastoril.
Los árboles prometen hacer que la región semiárida sea más verde y también limpiar a los beduinos «antiestéticos» de sus tierras ancestrales. Utilizando el lenguaje colonial original del FNJ, Atar dijo que su organización haría «florecer el desierto».
Los beduinos entienden el destino que probablemente les espera. En una protesta el mes pasado, portaban pancartas: «Sin expulsiones, sin desplazamiento».
Después de todo, los palestinos han sufrido un desplazamiento forzado a manos del FNJ durante más de un siglo, mientras lo ven ganar aplausos de todo el mundo por su trabajo para mejorar el «medio ambiente».
Una versión de este artículo apareció por primera vez en el National, Abu Dhabi.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su web http://www.jonathan-cook.net/
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