El clasismo, el racismo y la xenofobia van aumentando vertiginosamente en Uruguay.
Los reaccionarios se sienten envalentonados gracias a los mensajes de la clase política gobernante, integrantes de la derechista-ultradrechista Coalición Multicolor, que encabeza Luis Lacalle Pou.
En Ser como ellos y otros artículos, Eduardo Galeano definía así al apartheid: “Sistema original de África del Sur, destinado a evitar que los negros invadan su propio país. El Nuevo Orden lo aplica, democráticamente, contra todos los pobres del mundo, sea cual fuere su color”.
Y sí; hay clasismo en Uruguay. A los ricos les ofende de manera terrible que el dirigente sindical y ahora presidente del centroizquierdista Frente Amplio, Fernando Pereira, se bañe en la misma playa que ellos. Les encantaría poder prohibir a los trabajadores el ingreso a la costa para que a esas playas solo vaya la “gente bien”, esa que no te roba tres monedas, sino millones, señala Caras y Caretas.
“Nosotros queremos darle a la Policía la posibilidad de que, si ve a personas con apariencia delictiva, tenga la posibilidad de decir: no me gusta esta gente”. “Hay una apariencia, determinada gente que tiene tatuajes, usa gorrita y tiene un piercing que da una tipología que hace que el guardia de seguridad mire a unos más que a otros”.
Senador Jorge Gandini, del oficialista Partido Nacional.
“No da el mismo temor un gordito de camisa y corbata que tres muchachos con cervezas a las carcajadas y a los empujones”, señalaba por su parte el ahora diputado del Partido Colorado y exfiscal Gustavo Zubía.
Con mensajes así, no era de extrañar lo sucedido en Pinares, Maldonado, donde varios energúmenos golpearon, persiguieron, atropellaron, intentaron secuestrar y amenazaron de muerte a un joven porque tenía lo que Gandini y Zubía catalogan como “apariencia delictiva”. El juez rechazó la prisión preventiva para los agresores solicitada por la fiscal.
El racismo y la discriminación racial en Uruguay no han sido considerados como cuestión relevante por la sociedad y el Estado sino hasta las dos últimas décadas. Existe aun cierta convicción generalizada de que el racismo y la discriminación racial constituyen un grave problema social en otros países -Estados U nidos, Brasil- pero no n el Uruguay, donde la discriminación racial sería un fenómeno aislado .
Sin embargo, la discriminación se trasluce en el histórico imaginario: un país blanco, con muy escasos negros (9,1% de la población) y sin indios, ya que fueron masacrados y asesinados en la masacre de Salsiupuedes el 11 de abril de 1831 por orden del primer presidente constitucional Fructuoso Rivera, quien vendió a un circo francés a los últimos cuatro charrúas: Vaimaca Perú, Senaqué, Laureano Tacuabé y Micaela Guyunusa, en 1833.
«Debemos saber que al discutir la existencia del racismo en el Uruguay estamos abordando uno de los falsos patrimonios que decimos tener los uruguayos, la afirmación trasladada de padres a hijos por generaciones y generaciones, de que no somos racistas y que en realidad no existe el racismo en Uruguay”, señalaba Romero J. Rodríguez, en «Racismo y discriminación en Uruguay”.
La característica de este racismo es que dejaba fuera del relato de la nación a los afrouruguayos (ya no existían indios), ocultados detrás de ese supuesto país blanco, homogéneo e igualitario, poblado de inmigrantes europeos y sus descendientes.
Leo Lagos recuerda (en No nos vengan con Colón: somos una tierra de inmigrantes desde hace 20.000 años) que un reciente análisis del genoma mitocondrial completo de descendientes actuales de indígenas de Uruguay muestra que desde hace decenas de miles de años los pobladores de estas tierras estaban en permanente y constante intercambio con pobladores de otras partes de Sudamérica.
También en algunos ámbitos de la Justicia hay clasismo. El empresario Martín Mutio fue autorizado a viajar a Rosario, Argentina, para casarse, pese a estar imputado por el hallazgo de 4,5 toneladas de cocaína en Hamburgo, estafa y libramiento de cheques sin fondo. La pregunta es: si quien solicitara irse del país fuera aquella mujer que fue condenada por intentar pasar 44 gramos de marihuana y 125 gramos de pasta base… ¿La dejarían ir?, se pregunta Enrique Ortega Salinas en Caras y Caretas.
Las redes sociales también han dejado al descubierto la xenofobia, con quejas por la presencia de cubanos, venezolanos y otros inmigrantes que los gobiernos frenteamplistas recibieron fraternalmente. Desde el poder se tiraron líneas que respaldaron este sentimiento, como cuando se rescindió el contrato con los cubanos que hacían prótesis de brazos, piernas, zapatos especiales y sillas de ruedas para personas sin recursos.
Cuba proporcionó profesionales que solo entre 2015 y 2019 realizaron 15.000 intervenciones en el Centro Nacional de Ayudas Técnicas y Tecnológicas (Cenatt); pero la respuesta de este gobierno multicolor de derechas, en lugar de homenajearlos, fue expulsarlos.
Luvis Hochimín Pareja es periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).