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Artistas de Irak 20 años después de la invasión de EEUU

«El arte nace del sufrimiento»

Fuentes: La Marea [Foto: Rótulo de Iraqi Plastic Artists Society, destrozado durante la invasión estadounidense. Ahora cuelga en la entrada de la entidad (NÚRIA VILÀ)]

Solo hace falta desviarse unos metros de una gigantesca avenida de Bagdad de seis carriles –tres por banda– transitada por un tráfico de coches y autobuses imparable para encontrar el refugio donde se reúnen decenas de artistas a diario. Rodeada de árboles, ya desde la entrada puede entreverse quién lidera la institución. 

El artista Qasim Sabti (Bagdad, 1953), sentado en el centro del grupo, da las instrucciones a los compañeros que entran y salen cargando las pinturas. Preparan la exposición de cuadros de mujeres artistas que inaugurarán este fin de semana, justo cuando se cumplen 20 años de la invasión de Irak liderada por los Estados Unidos –y apoyada sobre todo por España y el Reino Unido–. Algunos dibujos son más coloridos, pero en otros, oscuros, puede verse reflejado el posible sufrimiento de quien lo ha realizado. Imposible afirmar a simple vista si es consecuencia directa de la guerra o influyen otros motivos. Sabti prefiere que no se describan las obras, y dejar que cada espectador de arte se cree su propia opinión de aquello que ve. 

Foto: Qasim Sabti, en la entrada de la asociación, donde pasa la mayor parte del tiempo. N. V.

Sabti, decía, observa sentado el ir y venir de gente, porque tiene problemas de movilidad. Y es precisamente esta dificultad la que quizás lo ha llevado a presidir la agrupación Iraqi Plastic Artists Society(Sociedad de Artistas Plásticos Iraquíes) –creada en 1956 en el mismo edificio donde se encuentra ahora– y ser un reconocido artista de Bagdad. Aunque su familia es originaria de Faluya, hace falta remontarse a su infancia en Bagdad, en los años 50 del siglo pasado, cuando en Irak todavía gobernaba el rey Faisal II, para entender su obsesión por el arte. 

“Cuando era pequeño quería hacer algo distinto, especial, mejor que los demás. Mucha gente practicaba deporte, pero yo tenía problemas en las piernas”, cuenta Sabti, que ahora tiene 70 años. Esta limitación física lo llevó a desarrollar su creación artística desde pequeño, hasta que entró en la Academia de Bellas Artes de Bagdad, en el año 1975. Al terminar los estudios, permaneció como profesor en la academia hasta que en 1992 decidió abrir su propia galería de arte, Hewar Art Gallery (Hewar significa diálogo en árabe), un punto de encuentro con diplomáticos extranjeros y el sector artístico de Bagdad. 

En aquella época en la que Saddam Hussein gobernaba con mano de hierro, y en medio del embargo, el régimen no apoyaba ningún proyecto relacionado con el arte, excepto los retratos del mismo Saddam. Sin embargo, salió adelante y su galería fue la única, asegura, que siguió abierta durante los años convulsos de la ocupación estadounidense. Y fue durante la invasión cuando, paradójicamente, considera que tuvo su “mejor experiencia” como artista. 

Foto: El rótulo actual de Iraqi Plastic Artists Society, en la entrada de la entidad.

“Vivo cerca de la Academia de Bellas Artes, que fue quemada en el primer día de la invasión de Bagdad por los ataques de los aviones de Estados Unidos”, relata. El suceso lo marcó enormemente, al ver arder frente a él los libros con los que se había formado. “Aquel sitio lo llevaba en mi corazón, había dedicado muchos años a estudiar y trabajar allí”, lamenta. Entonces tuvo la idea de crear collages aprovechando las portadas chamuscadas, uniéndolo con papiroflexia donde recreaba aviones estadounidenses. “Muchos países se interesaron por mi arte”, y sus obras han sido exhibidas en Europa, Oriente Medio, Estados Unidos y Japón. 

De aquello han pasado ya 20 años, y Sabti no ha dejado de expresarse artísticamente, sobre todo desde la pintura. Muestra su última obra, acabada hace mes y medio mientras, de fondo, se escuchan canciones clásicas árabes o de la célebre cantante libanesa Fayrouz. Incluso, de vez en cuando, algunas de Julio Iglesias, mediante un televisor que muestra los subtítulos en árabe. En un rincón de la sala, cuelga una copia del Guernica de Picasso. Enfrente de él, un rótulo hecho de piedra con el nombre de la entidad, reconstruido con los trozos recuperados tras quedar partido a pedazos durante la invasión. 

En la última obra de Sabti se ve un paisaje marrón, beige y, el cielo, azul. “Representa el desierto, un lugar vacío, destruido…”. No quiere describir más su obra porque, repite, cada uno debe interpretarla. “Es como cuando hueles una flor floreciendo: no puedes preguntar a qué huele; no hay una historia detallada. Es sólo un vislumbre de imaginación, lo que mi mente dice de lo que pasó tras la invasión”. Y prosigue: “Tengo 70 años de recuerdos. La inspiración viene de los recuerdos de la vida”.  

Foto: Uno de los cuadros de la sala de exhibiciones, guardado ahora de cara a la pared ya que no se encuentra expuesto. Se puede leer su precio: 1000 dólares. N. V.

“Si hubiera nacido en un país sin sufrimiento, quizás no sería artista”

Mientras Sabti habla, los demás miembros de la asociación lo escuchan desde cerca. Uno de los que presta más atención es Raad Al Mandlawi (Mandali, 1985), escultor que reconoce que encontró una fuente de inspiración artística enorme en el impacto de la guerra. Sin embargo, al mismo tiempo se ve con dificultades para dar recorrido a su obra. “La guerra después de la invasión realmente me cambió. Los atentados con coches bomba, el problema de si eres suní o chií… El arte nace del sufrimiento, y en Oriente Medio los iraquíes hemos hecho mejor arte porque hemos tenido muchas guerras y conflictos donde inspirarnos. Si hubiera nacido en un país sin sufrimiento, quizás no sería artista”, asegura Al Mandlawi, que habla rápido e intensamente, como si no quisiera quedarse sin tiempo para expresar todo aquello que siente. 

Foto: Raad Al Mandlawi, sentado en medio de dos de sus esculturas en la sala de exhibiciones de la asociación. N. V.

Originario de Mandali, una ciudad cercana a la frontera iraní, cuando estalló la guerra entre el régimen baazista e Irán en los años 80, Saddam Hussein forzó a sus habitantes a desplazarse de su hogar para que no fueran influidos por Irán. “Allí la vida era más barata, teníamos granja. El traslado a Bagdad fue difícil”, lamenta. Logró salir adelante en la capital, y empezó en el mundo del arte en el año 2000, aunque no fue hasta después de la invasión cuando se profesionalizó de verdad. 

Desde entonces, su arte consiste en crear esculturas que reflejan pasajes de Irak mediante objetos que encuentra tirados en la calle, sobre todo restos de tuberías y hierro que moldea con fuego. En la sala de exposiciones donde preparan la exhibición que se inaugurará este fin de semana, Al Mandlawi saca del almacén dos de sus obras: la escultura de un autorickshaw, el vehículo triciclo conocido popularmente como tuk-tuk, que se convirtió en uno de los símbolos de las protestas antigubernamentales que empezaron en 2019. “La gente los utilizaba para transportar heridos, y también para llegar a las manifestaciones, porque no dejaban pasar a los coches”, cuenta. En la obra se ve al conductor y a una familia de tres pasajeros, formada por una pareja con un bebé. Y, a su lado, la escultura de una barca típica de las marismas del sur de Irak que transporta a una familia. Preguntado por el significado de la obra, también rehúye dar una explicación concreta. “Es mi forma de expresarme, no tiene una historia detrás”, cuenta. 

Pese al empeño que pone en su creación, Al Mandlawi encuentra dificultades para dar salida a sus obras. “No hay turistas aquí para comprar arte. Y las familias iraquíes [más adineradas] huyeron del país con la guerra. Vender arte es difícil en Irak, por eso mi objetivo es hacer llegar mi trabajo a Europa, a países como España o Italia, y que surjan más sinergias entre Europa e Irak”, explica esperanzado.  

Auge artístico en Bagdad

Es innegable que la capital de Irak está viviendo, ya desde los últimos años, un auge artístico visible en las calles y exhibiciones que se presentan, impulsado por una época de relativa estabilidad, si se compara con las últimas décadas. Y en donde, aseguran, algunas de las familias que invertían más en arte han regresado al país. “El arte crece en épocas de paz”, recuerda Qasim Sabti. Estos días, algunas de las exhibiciones se centran en el recuerdo –sobre todo traumático– de los iraquíes respecto a la invasión estadounidense.

Pero en esta nueva generación de artistas, no todos utilizan el arte para reflejar el sufrimiento. Hay quien, al revés, se refugia en la creación artística precisamente para evadirse de la realidad. Sarah Mohammed Zaki (Bagdad, 1990) camina nerviosa por todos los rincones del centro. Trabaja desde hace año y medio como administradora del archivo de la asociación y se encarga de preparar las exposiciones, pero además de ello es estudiante de Arquitectura, graduada como Ingeniera civil, pintora, bailarina de ballet y pianista. No le queda tiempo para mucho más, pero tampoco lo necesita.

Foto: Sarah Mohammed Zaki trabaja como administradora del archivo de la asociación y se encarga de preparar las exposiciones. N. V.

Criada en su infancia bajo el régimen de Saddam Hussein, la invasión estadounidense llegó justo cuando se adentraba en la adolescencia, aunque su madre siempre la empujó al mundo del arte para alejarla de las turbulencias políticas de su país. “Mi familia no quería que me centrara en la guerra. Ellos siempre han tenido interés por el arte, mi madre es pintora y me transmitió los conocimientos artísticos. Cuando tenía cinco años empecé a practicar ballet y música. Iba a la escuela, hacía extraescolares (ballet, solfeo, piano…). Mis profesores eran iraquíes, pero habían estudiado en Rusia y Francia. Me influyeron sobre todo los profesores, mi familia y Qasim [responsable de la asociación]”. 

La mayor parte de las pinturas de Zaki son edificios, ya que en su obra trata de mezclar su formación como ingeniera civil y arquitecta con el arte. “Quiero expresar mi imaginación a través del arte e influir en las personas de una forma positiva”, cuenta mientras conversamos en el patio de la asociación, mientras alrededor los jardineros arreglan la entrada del centro. Sus objetivos son acabar los estudios, trabajar como ingeniera civil, profesora de ballet y crear su propio espacio de arte. “No sé cómo será el futuro, aquí todo puede cambiar en un día. Yo solo me concentro en mí misma y en cumplir mis sueños”, explica. 

Lo que tiene claro es que no quiere irse del país. “Viví con mi familia cinco años en Jordania [huyeron de Irak en uno de los periodos más sangrientos, en 2006], pero luego regresamos a Bagdad. No puedo dejar a mis amigos, estudios, ballet, música, mi gato… Son cosas que me importan”, asegura, convencida. Tampoco a Qasim Sabti se le he pasado por la cabeza irse. “No voy a dejar el país a las milicias” pro-iraníes que, desde hace años, actúan como parte de un gobierno en la sombra. 

Hartos de décadas de conflictos, sólo esperan que el futuro los aleje cada vez más de la visión negativa que envuelve a Irak. “La gente desde fuera piensa que aquí solo hay guerras, peleas”, explica Sabti. Algo en lo que coincide Raad Al Mandlawi: “La visión de Irak no está bien justificada en los medios. Nos gusta la paz, el arte… Queremos demostrar que hemos mejorado, que estamos haciendo un buen trabajo”, continúa. Un trabajo que empezó, aunque parezca exagerado, en los inicios mismos de la historia. “Las primeras civilizaciones del mundo empezaron en Mesopotamia [lo que es ahora el sur de Irak]. El arte nació de la gente que vivía cerca de los ríos, [el Tigris y el Éufrates]. Me encanta la idea de pensar que el hecho de que nosotros hagamos arte es una continuación de aquello”, explica Sabti, con satisfacción.

Fuente: https://www.lamarea.com/2023/03/17/el-arte-nace-del-sufrimiento-artistas-de-irak-20-anos-despues-de-la-invasion-de-eeuu/