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Si Abbas «pospone» la democracia, ¿quién habla en nombre del pueblo palestino?

Fuentes: Voces del Mundo

En abril de 2021 el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, promulgó un decreto por el que se aplazaban las elecciones parlamentarias y presidenciales, previstas para mayo y julio, respectivamente.

El entonces líder palestino, de 85 años, justificó su injustificable decisión por una «disputa» con Israel sobre el voto de los palestinos que viven en la ciudad palestina ocupada de Jerusalén Este.

Pero eso no fue más que un pretexto. Aunque, en contra del derecho internacional, Israel considera la Jerusalén Este palestina como parte de su «capital eterna e indivisa», la cancelación de las elecciones tuvo su origen en un asunto palestino puramente interno: el temor a que el resultado de las elecciones pudiera dejar fuera de juego a Abbas y a su aparato político no electo.

Marwan Barghuti, aunque miembro del partido Fatah de Abbas, había decidido presentarse a las elecciones con una lista separada, la Lista de la Libertad. Los sondeos de opinión mostraban que, si Barghuti hubiera entrado en la contienda, podría haber derrotado decisivamente a Abbas. De hecho, esas cifras coinciden con la mayoría de los sondeos de opinión palestinos realizados en los últimos años.

Sin embargo, Barghuti, la figura palestina más popular en Cisjordania, es prisionero en Israel. Lleva 22 años en cárceles israelíes debido a su liderazgo en la Segunda Intifada Palestina, el levantamiento del año 2000.

Ni Israel ni Abbas querían que Barghuti, conocido como el Mandela de Palestina, adquiriera más validación mientras estuviera en prisión presionando a Israel para que lo liberara.

Sólo cabe especular sobre los posibles resultados de las elecciones canceladas de mayo y julio de 2021 en caso de que se hubieran celebrado según lo previsto. Sin duda, un gobierno elegido democráticamente habría resuelto, en cierta medida, la cuestión de la legitimidad, o la falta de ella, entre todas las facciones palestinas.

También habría permitido la incorporación de todos los principales grupos palestinos a una nueva estructura política que sería puramente palestina, no una mera plataforma para los caprichos e intereses de grupos políticos específicos, clases empresariales o élites gobernantes elegidas a dedo.

Todo esto es discutible ahora, pero la cuestión de la legitimidad sigue siendo primordial, ya que el pueblo palestino, más que nunca, necesita un liderazgo unificado y verdaderamente representativo que sea capaz de dirigir la justa causa de Palestina durante estos tiempos terriblemente difíciles y cruciales.

Este nuevo liderazgo también podría haber comprendido la cambiante dinámica mundial con respecto a Palestina y se vería obligado, por voluntad del pueblo palestino, a abstenerse de utilizar el creciente apoyo internacional y las simpatías con Gaza para obtener prebendas financieras e intereses facciosos limitados.

Es cierto que unas elecciones bajo ocupación militar nunca cumplirían los requisitos de una verdadera democracia. Sin embargo, si se hubiera conseguido un grado mínimo de representación en las elecciones ahora canceladas, el resultado podría haber servido como punto de partida hacia la ampliación del círculo de representación para incluir a la OLP y a todos los palestinos, en la Palestina ocupada y también en la shatat.

Los palestinos de la shatat, la diáspora, también se han enfrentado a la cuestión de la legitimidad y la representación. Por bienintencionados que fueran, muchos de estos intentos se enfrentaron, y siguen enfrentándose, a numerosos obstáculos, como la imposible geografía, las crecientes restricciones políticas y la limitada financiación, entre otros problemas.

Mientras siga existiendo el vacío de un liderazgo verdaderamente representativo en Palestina, Washington y sus aliados occidentales tendrán que enfrentarse a la siguiente pregunta: ¿quién gobernará a los palestinos? ¿Quién gobernará Gaza después de la guerra? ¿Quiénes son los palestinos «moderados» que se incluirán en los futuros planes occidentales liderados por Estados Unidos y los «extremistas» que serán rechazados y relegados?

Lo irónico es que esta forma de pensar, de elegir la representación palestina, ha conducido, en gran parte, a la actual crisis en Palestina. Segmentar a los palestinos según criterios ideológicos, geográficos y políticos ha resultado desastroso, no sólo para los propios palestinos, sino para cualquier entidad interesada en lograr una paz justa en Palestina.

La cuestión de la representación debe resolverla el pueblo palestino y nadie más. Y, hasta que se logre esa tarea, debemos invertir en centrar las voces palestinas en todas las plataformas políticas, jurídicas y sociales que sean relevantes para Palestina, para la lucha de los palestinos y para sus legítimas aspiraciones.

Centrar las voces palestinas no significa que cualquier palestino sea un representante legítimo de la experiencia colectiva palestina. De hecho, no cualquier palestino, independientemente de sus opiniones políticas, orientación de clase, procedencia, etc., puede ser un digno embajador de la causa palestina.

Incluso sin elecciones generales organizadas, ya sabemos mucho sobre lo que quieren los palestinos. Quieren el fin de la ocupación israelí, el desmantelamiento de los asentamientos ilegales, el respeto del derecho al retorno de los refugiados palestinos, la igualdad social, el fin de la corrupción y la representación democrática, entre otros valores compartidos.

Estas no son mis propias conclusiones, sino las opiniones de la mayoría de los palestinos, tal y como indican diversas encuestas públicas de opinión. Sentimientos similares se han expresado y repetido año tras año. De ello se deduce que cualquier verdadero representante de la causa palestina debe adherirse a estos ideales; de lo contrario, o bien representa los estrechos intereses de una facción, o a una clase interesada, o bien refleja meramente sus propias opiniones personales.

Solo aquellos que reflejan verdaderamente la experiencia y aspiración colectiva palestina más amplia merecen que nos agrupemos a su alrededor, los escuchemos y nos comprometamos. Hacerlo ayudaría a proteger la causa palestina de los pocos egoístas que utilizan la lucha palestina como una oportunidad para obtener beneficios personales, propios o de sus facciones.

Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros, el último de ellos es «These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons» (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es investigador principal no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Mundiales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es www.ramzybaroud.net.

Texto original: CounterPunch.org, traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2024/09/16/si-abbas-pospone-la-democracia-quien-habla-en-nombre-del-pueblo-palestino/