A pesar de todas las declaraciones altisonantes sobre el Derecho Internacional, los Derechos Humanos, la defensa de la libertad y mil pamplinas por el estilo, en las últimas décadas Israel y Estados Unidos han implantado a la brava un “nuevo derecho”: el derecho al asesinato. Eso en realidad forma parte del ADN de estos dos estados canallas y criminales, desde su misma conformación histórica, porque Estados Unidos se erigió sobre el genocidio de los pueblos nativos de Norteamérica e Israel es resultado de la limpieza étnica y el genocidio de los habitantes ancestrales de Palestina. Lo nuevo radica en que ahora no lo disimulan, sino que alardean de su carácter de asesinos.
Estados Unidos ha impuesto, después del fin de la II Guerra Mundial un pretendido orden basado en normas, las suyas, pero que las deben cumplir los demás, menos ellos mismos, Israel y la Unión Europea. Dicho orden ya había establecido el derecho de asesinar por parte de los países mencionados. El gansterismo en los asuntos internacionales, que incluye el asesinato de los enemigos del “nuevo orden mundial”, se justificaba con diversas argucias, pero nunca se admitía en público el tal derecho a asesinar.
En los últimos años las cosas han cambiado tanto que ya no se oculta ni por parte de Estados Unidos ni de Israel que ellos gozan del privilegio que les confiere su fuerza armada de asesinar a todos los que consideran enemigos o adversarios. El derecho internacional de índole liberal que Estados Unidos impuso hace 80 años fue demolido por ellos mismos y hemos entrado en el nuevo orden del capital, en donde el asesinato cotidiano es una de sus pautas distintivas. En esa ley del Lejano Oeste, Israel y Estados Unidos marchan a la cabeza del asesinato y la impunidad.
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Israel, que lleva la voz cantante en materia de asesinatos, goza de patente de corso, concedida por el Occidente Imperial. La impunidad ronda sus acciones, sin que nadie ni nada lo detenga.
Asesina en los territorios ocupados y fuera de ellos. En Gaza y Cisjordania se lleva a cabo el asesinato sistemático de sus habitantes, incluyendo niños. Con saña genocida se bombardea en forma inmisericorde viviendas, escuelas, hospitales y de sus acciones criminales se enorgullecen los altos mandos civiles y militares del Estado sionista y la mayor parte de los habitantes de Israel se deleita con los crímenes.
Fuera de Palestina, Israel asesina a diestra y siniestra. Para ello utiliza al Mosad, una fábrica de asesinos, y a los bombarderos que lanzan toneladas de explosivos sobre seres humanos. En los últimos meses, Israel ha masacrado a altos dirigentes civiles, militares, religiosos, a científicos, artistas, deportistas de Gaza y Cisjordania. Y esas prácticas asesinas las ha trasladado fuera de sus fronteras, puesto que ha matado a altos dignatarios en el Líbano, Yemen, Irán, Siria, Qatar… Israel es un asesino transnacional, para el cual no existen fronteras, ya que proclama que donde se encuentren los “terroristas de Hamas” o sus cómplices procederá a actuar, esto es, asesinarlos pura y simplemente.
Ninguna instancia internacional impide esos asesinatos y Estados Unidos y la Unión Europea los aprueban y legitiman, como aconteció hace unas semanas cuando Israel bombardeo, sin previa declaración de guerra, el territorio de Irán y mato a decenas de personas, entre ellas científicos e investigadores. Esta agresión fue aplaudida por el Occidente imperial, uno de cuyos voceros, el Canciller de Alemania, llegó a decir que “Israel estaba haciendo el trabajo sucio por todos nosotros” y eso era aceptable porque “También somos víctimas de este régimen (Irán) […] que ha traído muerte y destrucción al mundo». La novedad no está en los métodos de matar, sino en la sinceridad en reconocerlo, con lo que estamos regresando a la ley del Lejano Oeste, en donde se proclama que sobreviven los más fuertes y se elimina a los más débiles.
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Estados Unidos asesina a la luz del día y, como Israel, presume de sus crímenes. En esa perspectiva de sinceridad asesina, Donald Trump representa un avance sustancial con respecto a los presidentes anteriores, porque no guarda las formas, ni oculta su sed de matar, ni trata de dar justificaciones de índole diplomática.
Nada de eso, ahora Estados Unidos le anuncia al planeta entero que va a matar a todo aquel que considere su enemigo y la lista, por supuesto, es interminable.
Trump profesa un odio visceral a los migrantes, los deshumaniza, los cataloga de criminales que deben ser expulsados de ese territorio y si es necesario eliminados, como ya viene sucediendo con bastante frecuencia.
A nivel internacional impera otra vez la Diplomacia de las Cañoneras y Estados Unidos se autodesigna como el policía matón que puede acribillar a todos los que son considerados enemigos. Para el efecto, recurre al socorrido argumento de que seres perversos están contaminando a los habitantes de los Estados Unidos con drogas prohibidas (cocaína, fentanilo, y un interminable etcétera). Ya se han señalado las supuestas organizaciones de narcotraficantes y terroristas que inundan con sus productos ilícitos la cristalina sociedad de Estados Unidos.
Se está imponiendo la ley del Lejano Oeste, en donde el matón del barrio elimina a todos sus adversarios y demuestra quien es el que manda. Donald Trump ha dado la orden de bombardear las lanchas que se dice están repletas de drogas y se dirigen a los Estados Unidos. Sin ningún tipo de juicio, ni evidencia cierta y creíble, estos asesinatos comenzaron el 2 de septiembre con la destrucción de una pequeña embarcación y el asesinato de sus once pasajeros. Sin mediar advertencia ni señales para que esas personas se entregaran fueron masacradas por tropas del Comando Sur.
Se asesina a personas a las que se acusa de traficar con droga, sobre lo cual Donald Trump alardeó en público: «Literalmente destruimos un barco que transportaba drogas, mucha droga. […] El ataque resultó en la muerte de 11 terroristas en combate”.
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Israel y Estados Unidos han implantado el derecho de asesinar y con ello se ha enterrado lo que quedaba del Derecho Internacional, del respeto a la soberanía de los Estados y a cualquier autodeterminación nacional y el derecho de gentes.
Esto abre la puerta a un capitalismo gore en donde los ultra millonarios y poderosos (y Trump es uno de ellos) pueden matar a cualquiera que no sea de su clase en cualquier momento. Eso abre las puertas a una nueva Caja de Pandora, como consecuencia de lo cual ese derecho de asesinar se les aplique a aquellos que hoy matan a mansalva, y que tarde o temprano van a ser víctimas de su propio invento.
Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), No. 113, octubre de 2025.
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