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Daños ambientales y sociales del entrenamiento militar estadounidense en Hawái

Fuentes: Acción ecológica - Imagen: Marines realizan entrenamiento militar en Pōhakuloa, Hawái. Es el mayor sitio de entrenamiento militar del ejército estadounidense en el archipiélago. Se realizan todo tipo de maniobras militares, fuego de artillería, bombardeo aéreo con graves consecuencias ambientales y culturales.

El ejército de Estados Unidos es la principal causa de contaminación en el Archipiélago de Hawái.

El ejército de Estados Unidos tiene una larga historia en la producción de daños ambientales permanentes contra el pueblo hawaiano y contra las islas al verter sistemáticamente sustancias tóxicas, detonar municiones y filtrar productos petroquímicos.

En 2022 informes recientemente desclasificados del Pentágono mostraron que se habrían vertido armas biológicas en el Archipiélago de Hawái. Las pruebas secretas de armas biológicas durante los años 60, e incluyó la pulverización de bacterias sobre Hawái. Los documentos no indican si los civiles estuvieron expuestos a los venenos, pero el Pentágono afirma que los militares expuestos a las armas habrían llevado equipo de protección, aunque las máscaras de gas y los trajes utilizados en ese momento eran mucho menos sofisticados que los que se usan hoy en día. Tampoco se evaluó los impactos en la biodiversidad de las islas.

En Hawái se realiza el mayor ejercicio militar internacional del mundo. Cada dos años desde 1971, se llevan a cabo los llamados ejercicios Rim of the Pacific (también llamados RIMPAC). Por seis semanas, el ejército estadounidense detona bombas, realiza ejercicios de entrenamiento con fuego real y hunde barcos en las costas de las islas hawaianas en una exhibición que, según los activistas, ejemplifica cómo la colonización militar de las tierras hawaianas y la destrucción continua de los delicados ecosistemas.

Según los activistas, el gobierno de Estados Unidos utiliza este teatro de seguridad militarizado, para justificar la devastación de lugares sagrados, como la isla de Kaho’olawe, que el ejército estadounidense bombardeó sin descanso durante décadas, el valle de Mākua, que sirvió como campo de tiro, y Pōhakuloa, la tierra en la base de Mauna Kea utilizada para entrenamiento con fuego real.

El 75% de los sitios destruidos del país (tierras tóxicas, contaminadas e inapropiadas para la vida humana) son antiguas bases militares. Los productos químicos militares y de guerra, como explosivos, perclorato, benceno y otras armas químicas, se filtran en el suelo y los sistemas de aguas subterráneas.

Las operaciones militares en general constituyen uno de los mayores contribuyentes al cambio climático. El ejército es uno de los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero.

En los primeros 20 años de este siglo, el ejército de Estados Unidos fue responsable de 1.200 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero; emitiendo más gases tóxicos que la mayoría de los países del mundo. La Fuerza Aérea y la Marina son dos de los mayores compradores de combustibles fósiles, adquiriendo combustible por valor de 4.900 millones y 2.800 millones de dólares solo en 2017, respectivamente.

En el RIMPAC 2024, durante las cuatro semanas que duró el ejercicio, se entregaron casi cuatro millones de galones de combustible diésel para buques y más de un millón de galones de combustible de aviación JP5, a la Marina de Estados Unidos, a la Guardia Costera, y a marinas extranjeras a través de una serie de 101 reabastecimientos en el mar.

Kapūkakī, o Red Hill, en Pearl Harbor, es una instalación de almacenamiento de combustible militar construida para albergar hasta 250 millones de galones de combustible, gran parte del cual se utiliza para abastecer al RIMPAC. La instalación de almacenamiento comenzó a filtrar combustible tóxico para aviones en la fuente de agua potable de la isla a fines de noviembre de 2021, envenenando el agua de miles de residentes, incluidas familias de militares. La primera fuga conocida de la instalación ocurrió en 2014.

Una investigación de mayo de 2021 reveló que la instalación había sufrido deterioro y “una serie de problemas de mantenimiento”. El Departamento de Salud de Hawái exigiera al Departamento de Defensa de Estados Unidos cierre y desabasteciera la instalación. 93 mil usuarios del sistema de agua de la Marina de Estados Unidos se contaminaron con petroquímicos; muchos se vieron obligados a dejar sus viviendas.

Otros hitos sobre los impactos de la presencia militar estadounidense en Hawái se presentan a continuación:

1965 y 1966: el ejército estadounidense roció bacterias sobre Oahu para simular un ataque biológico (CBS News, 2002). Se detonaron tres explosivos de TNT de 500 toneladas en la isla de Kahoolawe, Hawái.

1967: el ejército detonó proyectiles de artillería de 155 mm y ojivas de cohetes de 115 mm llenas de nervogas en la selva tropical de la reserva forestal Upper Waiakea en la isla de Hawái.

1964-1978: se descargaron 2.189 bidones de acero con desechos radiactivos y 4.843.000 galones de desechos radiactivos líquidos a 55 millas de Oahu.

En suma, los daños ambientales y sociales en Hawái han sido evidentes y devastadores.

Fragmento del artículo de Elisabeth Bravo, “Impactos ambientales de las bases militares estadounidenses en ecosistemas tropicales”, publicado en el libro La mirada imperial puesta en Galápagos.
Edición: Alberto Acosta, Elizabeth Bravo, Esperanza Martínez, Ramiro Ávila, disponible en https://accionecologica.org/wp-content/uploads/LA-MIRADA-IMPERIAL-PUESTA-EN-GALAPAGOS.pdf

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.