Ni la presencia de activistas israelíes y extranjeros para proteger a los palestinos, ni el premio Oscar otorgado al documental que refleja la vida bajo la ocupación en Masafer Yatta han mejorado la situación de las pequeñas y humildes comunidades de esta zona del sur de Cisjordania.
Era una tarde tranquila en la aldea palestina de Susiya, en la zona de Masafer Yatta, en el extremo sur de la Cisjordania ocupada. El área que incluye más de una decena de comunidades se hizo conocida en todo el mundo por el film palestino No other land, ganador del Oscar al mejor largometraje documental en 2025. Sin embargo, eso no ha detenido el acoso y la violencia de los colonos israelíes contra los palestinos ni la política de las autoridades para expulsarlos definitivamente de sus tierras.
Varios activistas israelíes y dos italianos estaban sentados bajo el único árbol que protege del sol, que aún quemaba en el mes de octubre. Charlaban, fumaban y alguno, incluso, echaba una cabezada, hasta que sonó el teléfono: los colonos estaban atacando la aldea de Haribat al Nabi, a poca distancia de Susiya. Los activistas se subieron a un vehículo cuatro por cuatro y acudieron rápidamente a la llamada de socorro de los palestinos.
Cuando llegaron al lugar, los residentes se estaban encarando a varios colonos judíos armados con palos de madera, según pudo presenciar elDiario.es. Algunos de ellos eran muy jóvenes, incluso parecían tener menos de 18 años. Habían traído su rebaño de ovejas muy cerca de las casas de los palestinos, los provocaban, insultaban y empujaban, también a dos mujeres, las cuales no retrocedieron ni se dejaron intimidar.
Los jóvenes de la aldea estaban en primera línea y trataban de alejar a los colonos y a sus ovejas haciendo ruido porque –tal y como explicó un activista a elDiario.es– si entran en su propiedad pueden acusarlos de haber robado el ganado. Un activista israelí se interpuso entre algunos de los palestinos y los colonos para evitar un enfrentamiento porque –señaló–, si hay una pelea, la culpa siempre es de los palestinos. Una de sus manos sangraba levemente, pero el activista de mediana edad está acostumbrado a este tipo de violencia ya que los ataques se registran prácticamente a diario. Él acude todos los fines de semana a la zona, cuando no tiene que trabajar, y dedica su tiempo libre a ayudar y defender a las comunidades palestinas.

“Estos ataques ocurren un día sí, un día no. Ha sido así desde que nací”, declaró Ahmad, un joven de 23 años habitante de Haribat al Nabi, después de haberse enfrentado a los colonos. “No es algo nuevo, ocurría antes de la guerra [en Gaza], pero han aprovechado la guerra para hacerlo todavía más”, agregó, señalando la diferencia entre antes y después de octubre de 2023.
“Toda esta tierra es nuestra, ellos llegaron después y ocuparon esa colina, no podemos ir muy lejos con nuestros rebaños por miedo a que nos ataquen”, explicó a elDiario.es haciendo referencia a los colonos que han establecido un puesto de avanzada (asentamiento ilegal también bajo la ley israelí) cerca de Haribat al Nabi. Tanto las comunidades palestinas como los colonos viven del pastoreo, sólo los palestinos más afortunados cultivan olivos y frutales que crecen en esta región muy árida y de suelo pedregoso –los colonos también suelen dañar o erradicar los árboles–.
Dos agentes de la Policía israelí llegaron al lugar cuando el ataque casi había terminado, pero no tomaron ninguna medida contra los colonos, sólo les invitaron a marcharse. A continuación, llegaron también algunos militares y pidieron la documentación a los palestinos, a los activistas israelíes y a la periodista de elDiario.es. Los uniformados se pusieron nerviosos porque los activistas lo grabaron todo con sus handycam: su labor es documentar lo que pasa sobre el terreno y denunciarlo, aparte de interponerse entre los palestinos y los atacantes.

Más ataques desde octubre de 2023
Amiel es un israelí de 70 años y lleva más de 20 años defendiendo a los palestinos frente a la ocupación. Tanto él como otros prefieren no decir su apellido y limitan las comunicaciones por internet: son viejos conocidos de las autoridades israelíes. “Intentamos mantener una presencia permanente en 10 comunidades desde el 7 de octubre”, explicó a elDiario.es. Después de los ataques lanzados por Hamás ese día de 2023, los colonos se han vuelto más violentos y cuentan con la connivencia del Gobierno ultraderechista israelí que, incluso, les ha proporcionado armas.
En Hebrón, la provincia donde se encuentra Masafer Yatta, la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU ha registrado casi 500 ataques de colonos israelíes entre el 1 de enero de 2024 y el 30 de septiembre de 2025. En ese mismo periodo, 44 palestinos han perdido la vida en Hebrón.
“La situación ha empeorado mucho desde el 7 de octubre [de 2023]. Los métodos empleados por los colonos siguen siendo los mismos, pero la intensidad ha aumentado. Además, la colaboración entre los colonos, la policía y el ejército ahora es abierta y evidente, nadie trata de esconderla”, afirmó el activista a este periódico.

Amiel relató que antes del 7 de octubre ya había comunidades que empezaron a marcharse de esta zona por “el constante acoso, la violencia, la prohibición de acceder a sus tierras” y otras dificultades, pero fue en las semanas posteriores al ataque de Hamás cuando varias comunidades grandes y familias o grupos más aislados se vieron obligadas a marcharse. “Los activistas tardamos un tiempo en pensar qué podíamos hacer, porque una de las cosas más importantes del activismo es repensar lo que hacemos, y entonces nos dimos cuenta de que íbamos a hacer presencia protectiva”, dice Amiel.
El veterano activista lamentó que esa presencia permanente –que consiste en unos tres o cuatro activistas con un vehículo que pueden desplazarse rápidamente adonde se les necesite– no ha evitado que algunas comunidades hayan tenido que abandonar sus hogares recientemente. “Una de las comunidades con la que llevaba trabajando más de 20 años tuvieron que recoger sus cosas, ponerlas en camiones y marcharse a Yatta”, la principal ciudad, que se encuentra en la zona A, según la división establecida por los Acuerdos de Oslo de los años 90 del siglo pasado.
Amiel declaró que el objetivo de los colonos y los dirigentes políticos es empujar a los palestinos hacia la zona A y recluirlos en las urbes administradas por la Autoridad Palestina. La mayoría de las aldeas de Masafer Yatta se encuentran en la zona C, territorio bajo control total de Israel, donde los asentamientos han proliferado desde la firma de los Acuerdos de Oslo y, a un ritmo mayor, en los últimos dos años. “Pero este no es el objetivo final, los colonos dicen abiertamente que quieren expulsarlos de Palestina, hasta el otro lado del río [Jordán]”, agregó con resignación.
La ONG israelí B’Tselem ha denunciado que la “limpieza étnica” de los palestinos se está acelerando en Masafer Yatta y que Israel busca el desplazamiento forzoso de los residentes, tomar el control de la zona y anexionarla por completo. Sobre el terreno, la anexión de facto es evidente por las condiciones en las que se ven obligados a vivir los palestinos, mientras que los colonos circulan libremente y con arrogancia por las carreteras que conectan los asentamientos, que cuentan con todos los servicios y las facilidades.
Una aldea en el punto de mira
Un ejemplo de los intentos repetidos de Israel de expulsar a los palestinos y borrar sus aldeas del mapa es la situación que lleva años sufriendo la comunidad de Umm al Jeir, compuesta por más de 30 familias. A finales de octubre, los vecinos recibieron órdenes de demolición definitivas de más de 10 viviendas y 14 estructuras, incluido el centro comunitario que es el corazón de Umm al Jeir, donde residentes y activistas se reúnen, charlan y observan desde unas cámaras de vigilancia instaladas en la aldea los movimientos del asentamiento de Carmel.
La Oficina de la ONU para los Derechos Humanos en Palestina ha pedido a Israel que detenga esas órdenes de demolición. En un comunicado de principios de noviembre, ha denunciado que las autoridades israelíes, desde hace años, imponen a los residentes de Umm al Jeir “regulaciones discriminatorias sobre la tierra”, recordando que la mayoría de los edificios palestinos en esta y otras localidades son considerados ilegales “por carecer de permisos de construcción israelíes, que son prácticamente imposibles de obtener para los palestinos”.
Naciones Unidas también ha lamentado las “demoliciones sistemáticas de estructuras palestinas y los consiguientes desplazamientos” de los residentes de Umm al Jeir, al mismo tiempo que las autoridades hebreas permiten a los colonos expandir sus dominios y construir nuevos puestos de avanzada conectados al asentamiento de Carmel. Según el texto, la impunidad alimenta “la violencia desenfrenada de los colonos, que ha aumentado drásticamente desde el 7 de octubre de 2023”, recordando como un colono mató a sangre fría a un conocido activista palestino en julio pasado.

El colono Yinon Levi (sancionado en 2024 por la Unión Europea por sus actos violentos contra palestinos) disparó directamente contra Awdah al Hathalin, que llevaba años denunciando el acoso y el avance de los israelíes en sus tierras. El hombre de 31 años fue herido en el pecho mientras grababa una trifulca entre los colonos, a bordo de una excavadora, y algunos residentes de Umm al Jeir: su única arma era su cámara de vídeo, que capturó el momento en el que recibió el disparo. Falleció poco después en el hospital.
“Los colonos mataron a mi marido, me han robado toda mi vida, todo lo que tenía”, dijo a elDiario.es su viuda, de 25 años, con tristeza y rabia por lo ocurrido. Al Hathalin dejó huérfanos a sus tres hijos, el más pequeño de menos de un año. “No hay futuro para nosotros, para mí y mis hijos. Se fue con Awdah”, aseguró la joven que aún vestía de negro y no podía evitar que se le empeñaran los ojos al recordar a su esposo asesinado.
“Cuando Awdah murió, todo el mundo lo lamentó. Supimos que no sólo le queríamos nosotros, sino todo el mundo y que Umm al Jeir era conocido en todo el mundo”, afirmó con orgullo. Precisamente por ello, consideró que es importante que lo que ocurre en la aldea sea documentado y difundido por las redes sociales, tal y como hacía Al Hathalin y como siguen haciendo activistas palestinos, israelíes y extranjeros.

Uno de ellos es Eid Suliman al Hathalin, de 42 años y una de las figuras más destacadas de Umm al Jeir porque se encarga de hablar en inglés con los medios internacionales que visitan la aldea. Contó a elDiario.es que su familia, los Al Hathalin, son originarios del desierto del Neguev, de donde fueron expulsados tras la creación del Estado de Israel en 1948. Desde 1952, se establecieron en esta zona de Cisjordania y compraron la tierra, que en aquel momento estaba bajo el control de Jordania. En 1967, Israel ocupó toda la región y, a partir de 1980, empezó a establecer los asentamientos de Carmel y otros en los alrededores de la ciudad palestina de Yatta.
Relató que el acoso de las autoridades y de los colonos ha ido in crescendo desde los años 90, a pesar de la firma de los Acuerdos de Oslo. Pero la violencia se ha disparado y la limpieza étnica se ha acelerado desde el 7 de octubre de 2023. “Los colonos han aprovechado el ataque [de Hamás] para acosar, atacar y amenazar a los ciudadanos palestinos que no tuvieron nada que ver. Todas las comunidades palestinas del área C han pagado el precio del 7 de octubre”, denunció Suliman, quien también destacó que los colonos cuentan con armas, uniformes y el apoyo absoluto de las fuerzas de seguridad y armadas israelíes. “En Gaza hay una guerra caliente, aquí es una guerra fría”, afirmó.
El hombre habló pausada y serenamente, relatando las formas de violencia a las que se enfrentan desde hace muchos años los miembros de su comunidad y las formas de resistencia pacífica que han empleado él y otros, como su primo Awdah al Hathalin. También su padre, conocido como Hajj Suliman, perdió la vida en la lucha no armada frente a una ocupación imparable: con 73 años de edad, fue atropellado en enero de 2022 por un vehículo israelí durante una protesta pacífica y falleció días después en el hospital. “Los colonos odian la colaboración entre activistas palestinos e israelíes y odian la resistencia pacífica. Prefieren que usemos la violencia y tratarnos como terroristas”, concluyó Suliman.


