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A mis compatriotas estadistas

Fuentes: 80grados-PrensaSinPrisa

joey guidone Estos días noto cierta pesadumbre en mis amigos estadistas. No me sorprende: la imagen de Estados Unidos proyectada por Trump es poco halagadora. Empeora si añadimos los movimientos racistas, machistas, xenofóbicos, asociados con su presidencia. Del espectáculo de su visita a Puerto Rico, ni hablar. Aquí va un consejo no solicitado de un […]

joey guidone

Estos días noto cierta pesadumbre en mis amigos estadistas. No me sorprende: la imagen de Estados Unidos proyectada por Trump es poco halagadora. Empeora si añadimos los movimientos racistas, machistas, xenofóbicos, asociados con su presidencia. Del espectáculo de su visita a Puerto Rico, ni hablar. Aquí va un consejo no solicitado de un amigo independentista.

Les recuerdo algo que en 1943 Jesús Colón, un gran líder independentista y socialista puertorriqueño en Nueva York, resumió con la frase «hay dos Estados Unidos, como hay dos Puerto Rico». A diferencia de lo que piensan los líderes del PNP (que muy poco conocen de la historia del país al que quieren unirse), Estados Unidos es más que el dólar, Wall Street o Casa Blanca.

Históricamente, Estados Unidos no es solo los founding fathers que al proclamar la independencia y redactar la constitución se les pasó el detalle de abolir la esclavitud: también es la lucha de los abolicionistas, desde William Lloyd Garrison (que consideraba a la alabada constitución un pacto con el diablo) a John Brown, ejecutado por organizar la rebelión anti-esclavista de Harper’s Ferry, pasando por Wendell Phillips que combinaba la lucha contra la esclavitud con la de los trabajadores y por la igualdad de la mujer. Lo mismo puede decirse del ex-esclavo y gran tribuno abolicionista Fredrick Douglass.

Estados Unidos no es solo el KKK y los herederos de los esclavistas que impusieron la segregación en el Sur después de la Guerra civil: también es Thaddeus Stevens y los demás republicanos radicales que pretendían reconstruir, revolucionar el Sur de arriba abajo, garantizando los derechos civiles y la participación en el gobierno de los negros y repartiendo la tierra para quebrar el poder de la oligarquía sureña. (Lograron parte de su empeño durante la reconstrucción radical hasta 1876, antes de que la reacción, a sangre y fuego, revirtiera sus avances).

Tampoco se reduce Estados Unidos a los linchadores y aterrorizadores de la población negra. También es la obra de Ida B. Wells y de W.E.B. Dubois y muchísimos otros, que protestaron contra la segregación, afirmaron la humanidad del negro y recuperaron la historia de su participación en la Reconstruccion radical.

Estados Unidos es más que los grandes magnates, los robber barons de los ferrocarriles, el acero, el carbón o las finanzas que pactaron con los oligarcas del Sur y despojaron a granjeros y trabajadores nativos e inmigrantes: es también las luchas obreras por la jornada de ocho horas, es el motín de Haymarket y la ejecución de los mártires de Chicago, que hasta hoy se recuerda cada 1ro de mayo, día internacional de los trabajadores. Es la lucha de Eugene Debs y los trabajadores del ferrocarril en la huelga Pullman de 1894 y de la Industrial Workers of the World, fundada en 1905, en los talleres textiles de Nueva Inglaterra y los campos, bosques, minas y company towns del oeste y medio oeste (y su lucha por la libertad de reunión, los free speech fights, en decenas de ciudades en las que ese derecho solo existía en el papel). Es la gran huelga, «la rebelión de las 20 mil», de la industria de la aguja en Nueva York en 1909 y la gran huelga del acero en 1919, entre otras batallas laborales, incluyendo la huelga general de Seattle ese año. Es John Reed, cronista de las revoluciones mexicana y rusa y también las memorables campañas presidenciales del mismo Debs, encarcelado por su oposición a la Primera Guerra Mundial. Y es también la lucha de las mujeres por el sufragio, desde la convención de Seneca Falls en 1848 hasta 1920.

Estados Unidos no es solo el imperialista Teodoro Roosevelt, sino también el anti-imperialista Mark Twain, entre muchos otros. No es solo el Senador Tydings que en 1936 quiso castigar a Puerto Rico si optaba por la independencia. Es también el congresista del American Labor Party Vito Marcantonio, quien quiso reconocer nuestros derechos y garantizar una compensación adecuada por los efectos del colonialismo. No es solo el juez Cooper que encarceló al liderato nacionalista. Es también el artista Rockwell Kent que fue testigo y denunció la manipulación del jurado (y luego coló un mensaje sobre Puerto Rico ¡en inuit para tratar de burlar la censura! en un mural en el correo de Washington D.C.)

Estados Unidos no es solo las empresas petroleras, asesinas del ambiente. Es también la contribución de Rachel Carson y Barry Commoner al nacimiento de la conciencia ecológica.

Son algunos ejemplos, grandes y pequeños, y podría dar muchos más: las grandes huelgas de 1934 en San Francisco, Minneapolis y Toledo, que abrieron paso al ascenso del CIO que luego, através de militantes huelgas y ocupaciones de fábricas (los sit-ins), sindicalizó a los trabajadores del caucho, del automóvil, del acero, de la industria eléctrica, liberándolos de condiciones aterradoras (y que fueron clave en luchas como la huelga de los muelles de 1938 en Puerto Rico). Y no he mencionado a A. Philip Randolph y la organización de los camareros de los trenes y su mezcla de anti-racismo y lucha obrera, a los voluntarios de la Brigada Abraham Lincoln en la guerra civil española, las huelgas de los mineros del carbón desafiando patronos y gobierno durante la Segunda Guerra Mundial, o el movimiento de los derechos civiles después de la guerra, a Rosa Parks rehusándose a ceder su asiento y el boicot de autobuses en Montgomery, a Martin Luther King, a Malcolm X, al extraordinario movimiento contra la guerra de Vietman… Y por cada uno de estos nombres hay cientos de agitadores y organizadores menos conocidos y miles de militantes anónimos.

Cuando hablo de estas cosas alguna gente se sorprende y dice ¿pero que hace un independentista tan metido en la historia de Estados Unidos? Lo que pasa es que además de ser independendentista soy socialista. Es decir, en dos palabras, aspiro a que las fuentes de riqueza se conviertan en propiedad común y a que se administren democráticamente para el bien común. Tal perspectiva es necesariamente internacionalista: no puede realizarse solitariamente sino enlazando a todos los pueblos y enlazando sus luchas desde el presente. Por eso me siento hermano de todas las luchas por la justicia en todas partes del mundo, incluyendo a Estados Unidos: sin su avance, junto a nuestras luchas, es imposible el mundo a que yo aspiro. Ese socialismo al que aspiro, te repito, es radicalmente democrático. Por eso, y para añadir otro ejemplo, me gusta recordar el gesto del filósofo John Dewey, que, desafiando a la crítica de no pocos «progresistas» de su época, colaboró con Trotsky para repudiar las calumnias y crímenes de Stalin (aún más terribles, si cabe, en la medida que se cometían a nombre del socialismo). Entonces, por extraño que pueda parecerle a algunas personas, desde joven me interesó la historia de Estados Unidos precisamente según me hice socialista.

Ya lo decía uno de los fundadores del marxismo latinoamericano, el peruano José Carlos Mariátegui, en 1925: «La nueva generación de hispano-americanos debe definir neta y exactamente el sentido de su oposición a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria del imperio de Dawes y de Morgan; no del pueblo ni del hombre norteamericanos… Los Estados Unidos son la patria de Pierpont Morgan y de Henry Ford; pero son también la patria de Ralph Waldo Emerson, de William James y de Walt Whitman.» Otro admirador de Emerson y Whitman, el cubano José Martí, ya lo resumía en 1889: «amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting.»

En fin, como te decía, hay mucho más en Estados Unidos que Trump o los racistas de Charlottesville o la herencia maldita del despojo de los pueblos originarios, de la esclavitud, la segregación y la Confederación sureña o de los abusos de corporaciones y bancos, que son muchos y continúan hasta el presente. Puedes defender con orgullo ese otro Estados Unidos que he querido recordarte. Yo también lo hago, sin dejar de ser independentista.

Pero en ese caso, para ser consecuente, tendrías que defender en Puerto Rico esa misma perspectiva sindicalista, activista, radicalmente democrática y rebelde que es lo mejor que tiene cualquier país del mundo, incluyendo Estados Unidos. Tendrías que plantearte, no solo un cambio de status, sino la transformación radical de la sociedad puertorriqueña a partir de la lucha de sus trabajadores y trabajadoras, de las comunidades pobres, de las mujeres y los estudiantes. Tendrías que abrazar la idea subversiva de que los desposeídos pueden rehacer el mundo. Yo quisiera, por supuesto, que esa perspectiva te llevara a también defender la independencia, como yo la defiendo, como el medio más lógico para que los habitantes de Puerto Rico nos autogobernemos democráticamente en colaboración y solidaridad con otros pueblos. Pero aun sin dar ese salto ya sería mucho en lo que tendríamos en común, si adoptas la perspectiva indicada: mucho lo que podríamos hacer juntos ahora, sin que tú dejes de ser estadista, ni yo independentista. Aunque sí tendrías que salir de ese partido estadista que para nada se identifica con lo que acabo de indicarte.

Deseo salud y seguridad a ti y tu familia en este momento difícil y amargo que pasamos.

Fuente: http://www.80grados.net/a-mis-compatriotas-estadistas/