Un giro decisivo en la actual campaña electoral por la presidencia de Estados Unidos se produjo el pasado domingo cuando el influyente diario The New York Times otorgó su apoyo a John Kerry en un elocuente editorial, que expresa la opinión de la dirección de ese medio. En el documento se expresa que el apoyo […]
Un giro decisivo en la actual campaña electoral por la presidencia de Estados Unidos se produjo el pasado domingo cuando el influyente diario The New York Times otorgó su apoyo a John Kerry en un elocuente editorial, que expresa la opinión de la dirección de ese medio.
En el documento se expresa que el apoyo a Kerry está construido sobre la base del rechazo a Bush, pero el senador tiene las cualidades para convertirse en un «gran jefe del Ejecutivo». Por su «claro pensamiento» y su «vida dedicada al servicio público», Kerry cuenta con una «gran base moral», afirman los dueños del periódico.
El seguimiento a Kerry se basa en el «desastroso comportamiento de Bush», continúa diciendo el New York Times. Cuando el Tribunal Supremo le «otorgó» la Presidencia se suponía que «por su falta de mandato popular» Bush haría un gobierno de centro. Al contrario se afilió a la extrema derecha instalando en un cargo a John Ashcroft, quien se ha caracterizado por un historial de «insensibilidad a las libertades civiles». El Presidente llenó el poder judicial de «activistas ideológicos», estableció la censura gubernamental en la red de internet y obstaculizó la investigación sobre las células madre.
Al sumirse el país en la recesión, Bush no se preocupó en aumentar el número de puestos de trabajo sino que impulsó la tendencia ultraderechista de liberar de impuestos a las capas más adineradas con lo cual los fondos para los programas de servicio social se evaporaron, afirma el editorial. Bush ha debilitado la protección ambiental desde la limpieza del aire hasta la salvaguarda de la vida silvestre.
El once de septiembre sirvió para que un país afligido respaldara a su presidente, tras «haber perdido el voto popular» y esto le ofreció una gran oportunidad cuyo «único límite fue su imaginación», pero Bush demostró «su incapacidad para cambiar sus prioridades ante drásticas circunstancias». Desproveyó al gobierno de fondos para la educación y la salud pública, estimuló el estilo Nixon de incrementar los secretos gubernamentales, la irrespetuosidad a las libertades civiles y la administración incompetente.
Tras estos duros y merecidos calificativos el New York Times acusa a Bush de haber permitido la detención de ciudadanos estadounidenses sin acceso a asistencia legal ni a sus familiares, haber acosado a inmigrantes sometiéndolos a duras condiciones de arresto, a la incomunicación de los prisioneros de guerra en Guantánamo. Bush hizo una guerra en Irak, desdeñando la falta de pruebas sobre un nexo con Al Quaida, y la llevó a cabo con evidente torpeza alimentando la indignación internacional. Debilitó a los dirigentes árabes partidarios de Estados Unidos y se enajenó el mundo islámico. «Todo ello nos lleva a albergar serios temores por lo que pueda ocurrir en un segundo período de Bush», concluye el New York Times.
Ese periódico fue fundado en 1851. Comenzó a dedicarle mas espacio a los asuntos internacionales a partir de 1896 y se distinguió de la prensa amarilla que dominaba en esa época. En la actualidad es propietaria de ese medio la familia Sulzberger. Usualmente es considerado un periódico liberal, distinguiéndose por su tendencia a favor de los problemas de ecología, racismo y orientación sexual. Sin embargo, ha sido acusado de insuficiencia crítica contra la guerra en Irak, durante las etapas iniciales de la campaña. Se le tiene como un vocero de los intereses del ala más avanzada de la burguesía industrial.
Este editorial del poderoso diario pudiera significar que esa capa de la oligarquía ha abandonado a Bush tras haber comprendido que su aciaga conducta económica está conduciendo al país a una recesión, aún más pronunciada, y a una desestabilización política interna y mundial. Este perenne jugar con fuego pudiera haber llegado al límite de sus posibilidades y es perentorio deshacerse del incapaz mandatario antes de que las consecuencias de sus gruesos desaciertos sean irreparables.