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Entrevista a Laith Shubeilat, disidente jordano

Abdulá, el rey que gobierna Jordania «por control remoto»

Fuentes: Middle East Eye

Traducción de Loles Oliván Hijós para Rebelión

Laith Shubeilat se distingue por haber sido el parlamentario más popular de Jordania. Crítico implacable y sin fisuras de la autocracia, y reconocido internacionalmente por su compromiso con los derechos humanos y los principios democráticos, su disidencia ha sido un constante quebradero de cabeza para los dos últimos reyes jordanos, Husein y Abdulá.

Shubeilat habla en entrevista sobre Oriente Próximo, sobre su encuentro con Bashar al-Asad, sobre la primavera árabe y sobre la conmoción que según él se avecina.

-MEE: ¿Cuándo empezó Ud. a presionar a favor de la reforma política en Jordania?

-LS: Después de haber promovido la reforma durante un primer mandato en el Parlamento (1984-1988) llegué a la conclusión de que no era posible conseguir ninguna transformación sin reformas constitucionales. Fui el primero en afirmar en 1989 que Jordania necesitaba una monarquía constitucional. Tenemos una especie de monarquía constitucional que no actúa como tal. Se lo dije al rey Husein dos veces. Una, cuando vino a recogerme personalmente a la cárcel y otra, cuando me convocó a una audiencia tras haber cumplido una condena. Le dije: «Usted me ha creado un problema a mí y se lo ha creado a usted mismo. Fui elegido como presidente del Colegio de Ingenieros de Jordania y usted me eligió como miembro del Consejo Consultivo Nacional. A los 40 años usted me metió en política. Leí la Constitución por primera vez en mi vida y luego intenté aplicarla. Su Majestad, esta constitución es inaplicable».

Por ejemplo, el primer artículo de nuestra Constitución establece que Jordania es una monarquía parlamentaria hereditaria. Cada vez que se menciona al Parlamento en la Constitución siempre se hace una referencia previa al rey; el Consejo de ministros es responsable de las decisiones del monarca, lo cual es sintomático. En las elecciones generales de 1989 me presenté en una circunscripción liberal, una apuesta difícil para un islamista como yo. Obtuve el mayor porcentaje de votos en Jordania, el 53% en un área en la que se presentaban entre 15 y 20 candidatos opuestos a mí.

En ese momento ya tenía claro que lo que hacía no era suficiente. No quería formular la cuestión de la reforma constitucional porque sabía que el gobierno acabaría por imponerse. Así que lo que planteé al Parlamento fue: «Propongo volver a la Constitución de 1952 previa a las diversas modificaciones que se introdujeron. Puedo parecer un revisionista por plantear este retroceso. Pero han hecho ustedes tantas modificaciones que han arruinado esta Constitución». Nadie me apoyó y pagué el precio.

-MEE: ¿Yendo a la cárcel?

-LS: En 1992 presidía la comisión parlamentaria que investigaba al primer Ministro y que estaba a punto de imputarle. Un mes después, era yo el que estaba en la cárcel por «planear un golpe de Estado». Cuatro meses más tarde fui condenado a muerte. Dos días después el rey promulgó una amnistía general. El rey llamó a mi hermano, eran amigos, y le dijo: «Lo he hecho por tu hermano; dile que deje de enredar con la Constitución».

Volví al Parlamento. El rey quería modificar la ley electoral porque quería que se aprobara el Tratado de Wadi Araba [el tratado de paz con Israel de 1994]. Para su aprobación necesitaba que todos los parlamentarios estuviésemos presentes en la Cámara en el momento de la votación. Necesitaba que todos los grupos políticos estuvieran representados en el Parlamento. Todo el mundo estaba en contra de una nueva ley electoral que había sido redactada por el embajador de Estados Unidos, Edward Gergian. Tanto los diputados de la oposición como los pro-gubernamentales advirtieron que esa modificación rompería el tejido social del país. Pero el rey lo impuso y tanto los Hermanos Musulmanes como el resto de partidos, que habían prometido que no se presentarían a las elecciones, cambiaron de táctica. El rey pronunció un discurso muy duro en el que proclamó: «Voy a cambiar la ley y vosotros os vais a presentar [a las elecciones]. Y si no lo hacéis, me enfadaré». Cuando oí el discurso supe que el partido de los Hermanos Musulmanes acabaría por ceder. No podían asumir ese reto.

Cuatro días más tarde, su dirigente, el difunto Mohammed Jalifa, se acercó a mí y me dijo: «El rey nos ha convocado y nosotros obedecemos». Así que a la mañana siguiente anuncié que abandonaba la actividad política aunque no el pensamiento político. Seguiría opinando pero no me presentaría como candidato al Parlamento, ni aceptaría ningún cargo ni formaría parte de ninguna organización política.

-MEE: ¿Cuándo se enfrentó con el rey Abdulá?

-LS: Por suerte para mí, el 11-S permitió distraer la atención de lo que acababa de revelar públicamente sobre la confiscación de tierras en beneficio personal del rey. Estaba dando una conferencia cuando alguien me dio un documento que demostraba que el rey Abdulá estaba confiscando tierras en beneficio propio, miles de dunums [1 dunam equivale a mil metros cuadrados], algo de lo que nadie se atrevía a hablar a excepción de la eminente Tujan Faisal [ex-parlamentaria y disidente jordana], quien también pagaría por ello más adelante con la cárcel. Así que lo hice público y denuncié que eso era ilegal. Al Jazeera me grabó pero al final no emitió mis declaraciones.

Palacio me envió a sus matones y destrozaron mi coche. A la mañana siguiente el jefe de la policía de Amán me dijo: «La próxima vez iremos a por ti». Y le respondí: «Entonces asumes que los responsables de esta primera vez sois vosotros». El oficial gritó: «Yo no he dicho eso». Al Jazeera transmitió la cita pero dos días después ocurrieron los ataques del 11-S y todo el mundo se volcó los atentados. La primera vez tuve suerte. La segunda vez que volví a sacar el tema en el año 2010, unos matones me atacaron en una panadería después de seguirme.

-MEE: Pero eso no le impidió seguir hablando…

-LS: La gente me dice: «Dices que te has retirado pero sigues en primera línea». Yo digo que mi posición no ha variado desde 1993; son los otros los que se han movido y por eso parece que sea yo el que está en primera línea. Durante el periodo en que ocurrieron los acontecimientos de Túnez y Egipto escribí una carta de 13 páginas al rey en la que le decía: «me ha enviado mensajes diciendo que está usted dispuesto a asesinarme. Si algo me ocurre todo el mundo le hará responsable». (En cierta ocasión el jefe de los servicios de inteligencia, Qaysi, llegó a decirme: «Ojalá que no te pase nada porque seguro que nos acusarán a nosotros»).

El canal libanés Al Yadid TV me entrevistó durante una hora en un programa sobre corrupción con motivo de esa carta en la que afirmaba que la corrupción alcanza al propio rey. Volví a Jordania y a la mañana siguiente mi casa había sido rodeada por la policía. Yo no estaba dentro en ese momento. Llamé a un amigo y le pedí que indagara lo que estaba ocurriendo. Así que llamó a algunos contactos que tenía en la policía y le dijeron que no tenía de qué preocuparme, que «Su Majestad ha ordenado poner un destacamento de seguridad las 24 horas para protegerte y que está bajo su mando». Así que me protegió durante seis meses [de arresto domiciliario]. Lo bueno es que a mi amigo le dijeron que tenían órdenes de disparar a cualquiera que se acercara a mi aunque fueran de otros cuerpos.

-MEE: ¿Cuál es la diferencia entre el rey Abdulá y el rey Husein?

-LS: El padre era carismático y cordial. Tenía un punto de distinción. A pesar de lo inaceptable de algunas de sus políticas estaba mucho más cerca de la gente. El rey Abdulá ha tenido que afrontar una ardua tarea para llegar a ser popular como su padre. Sin embargo, últimamente juega a su favor el consenso sobre la lucha contra el terrorismo en Jordania. Se quiere presentar a sí mismo como un dirigente fuerte, capaz de adaptarse a las situaciones adversas y de conseguir sus objetivos. En su debe pesan, no obstante, los vínculos de su familia con la corrupción (el marido de su tía es un delincuente convicto condenado a 37 años de cárcel y a devolver muchos millones de dinares. Es un prófugo. Es solo un ejemplo, no hace falta que mencione más); la confiscación de tierras es otro de los asuntos que se le recriminan.

Por otra parte, Abdalá parece gobernar el país mediante control remoto porque siempre está fuera. Se lo dije en mi carta: «Usted se gasta un millón de dinares (1,4 millones de dólares) al día». Un ex primer ministro me ha dicho que ahora son ya 2 millones de dinares al día (cuesta creer que un ex primer ministro me haya dicho esto a mi). Un avión privado para él, un avión privado para ella [la reina Nur, su esposa], quizá aviones también para los hijos, además de los gastos de las comitivas. Jordania es un país muy pobre que no tiene petróleo. Cuando di aquella entrevista, el rey redujo al mínimo sus viajes y los de la reina durante ese año.

Según datos oficiales pasa fuera de Jordania el 25% del tiempo. No hay ningún jefe del Estado que haga eso. Debería entrar en el Libro Guinness de los Récords… ¿Hay algún jefe de Estado que pase fuera de su país una cuarta parte de su tiempo?

El que era entonces su ayuda de cámara, Naser Lozi, vino a visitarme y discutí con él por criticar al rey. Fue Lozi quien me dijo que no habían salido del país durante meses. «Bueno, pues que siga así», le dije, y después critiqué que el rey gobernara el país como si de una monarquía presidencial se tratara; que quiera ser a la vez presidente (con un equipo de mil asesores contratados) y monarca en un país cuya Constitución confiere el poder ejecutivo a un gabinete que es responsable ante un parlamento. Esto es completamente inconstitucional. La Constitución estipula que el rey ejerce sus poderes a través del Consejo de ministros y no desde Palacio a través de un gobierno en la sombra. Lozi se excusó alegando que se había reducido el personal a dos mil. Es de risa, y aún así, el número de asesores ha crecido desde entonces.

-MEE: ¿Todavía cree en la primavera árabe?

-LS: No, ahora no; al principio, sí. Dede que los servicios de inteligencia locales y exteriores arruinaran y usurparan el movimiento para retornar al estado previo, ya no.

La primera vez que la gente convocó una manifestación fue en enero de 2011. Justo después de que se quemase vivo Mohamed Buazizi, el vendedor ambulante tunecino. Se convocó una manifestación y me enteré de que los Hermanos Musulmanes y las asociaciones profesionales se negaban a apoyarla. Así que le dije a un amigo: «Nosotros tenemos que ir a la manifestación. No podemos dejar a los jóvenes solos». Asistí aunque no me puse en la cabecera sino detrás. No tenía previsto intervenir pero insistieron así que dije unas palabras.

Lo que vine a decir fue: «mirad, no confiéis en mi generación. Os hemos traicionado. Cuando llegó la democracia en 1989 la utilizamos en beneficio propio. Nos hemos vuelto más repugnantes que los que nos precedieron. Si conseguís llevar adelante vuestras movilizaciones, no convoquéis a la gente como yo. Debéis ser la vanguardia y nosotros caminar detrás de vosotros. Cuando lo hayáis conseguido elegid solo a los que estén limpios». Así que organizaron movilizaciones y yo les escribí un documento político contrario a la monarquía absoluta. Defendí que los jóvenes debían elegir su propio liderazgo y luego convocar una conferencia nacional e invitar a quienes ellos decidiesen. Entonces descubrí que los jóvenes sufrían de la misma enfermedad que nosotros: lo importante era en quién recaía el liderazgo. Nada ha cambiado. Así fue como pasamos lo que dio en llamarse primavera.

-MEE: ¿Qué papel desempeñan Arabia Saudí y los Emiratos?

-LS: Por desgracia, a parte de Israel, las única potencias que compiten por el control global o parcial en la región son Turquía e Irán. Casi todas las políticas de los árabes son caóticas.

Vamos a empezar primero con Irán antes de llegar a los árabes. El Irán post Jomeini es absolutamente pragmático, tiene un programa nacionalista con una marcada impronta sectaria. Independientemente de su antagonismo con Estados Unidos, Irán ha bailado al son de su música. Fueron los iraníes quienes facilitaron las invasiones estadounidenses de Afganistán e Iraq sin cuya intervención no habrían sido posibles.

Los estadounidenses hicieron un trabajo muy sucio en Iraq para acabar entregando el país a Irán, que es quien ocupa hoy en día Iraq. Arabia Saudí, haber utilizado a Sadam Husein contra los iraníes se volvió contra él y el resultado es que hoy en día se enfrenta solo a Irán y sin poder contar con la destreza del ejército iraquí.

En 1991 los iraquíes me solicitaron a mi y a otras personas mediación ante Irán para conseguir garantías de que su gobierno se posicionaría en contra de la invasión estadounidense. Ya en Teherán acabé criticando abiertamente su llamada «revolución contra el Gran Satán». Entregué a Jomeini un documento crítico que redactamos entre el fallecido Hasan Turabi, de Sudán, Rachid Ghanuchi, de Túnez y yo mismo. En un encuentro en el hall del Hotel Istiqlal con el presidente del Comité de Política Exterior, este se alzó enfadado y me dijo que no iba a consentir críticas tan duras estando yo en Teherán. Y le dije: «Siéntate, siéntate, ¿tengo que recordarte que Robert McFarlane [el entonces asesor de Seguridad Nacional estadounidense, el mismo del escándalo del Irangate] se aloja en la planta 10 del Hilton?, pues siéntate». Acabó sentándose. Pero al final, lo cierto es que el acuerdo nuclear con Estados Unidos ha instituido a Irán como la potencia hegemónica en la región.

Por su parte, los saudíes, tras haber perdido la influencia de Sadam Husein sobre Irán y después de ver que los estadounidenses estaban entregando Iraq a Irán, descubrieron que eran vulnerables. Lo que están intentando hacer es volver a equilibrar la balanza de poder. Eso explica lo de Siria y Yemen. Pero lo que está sucediendo es una locura. Cualquier político en su sano juicio sabe que lo que está ocurriendo es un sinsentido. [Arabia Saudí] quiere combatir a Irán pero se posiciona contra los Hermanos Musulmanes, que no son sus enemigos. Sin embargo, coopera con los Hermanos Musulmanes en Siria y en Yemen, aunque está categóricamente en su contra en Egipto, en Libia y en Túnez, y quiere además tener buenas relaciones con Israel.

Aunque en Arabia Saudí no se produjeron revueltas su régimen se posicionó en contra de las revoluciones en toda la región. Lo sorprendente, sin embargo, es que respalden la revolución en Siria. Financiaron el golpe de Estado del 3 de julio en Egipto y financiaron a Libia. Asimismo trataron de destruir la revolución de Túnez.

-MEE: Pero usted es también crítico con los Hermanos Musulmanes y con los sectores nacionalistas [árabes]…

-LS: La Hermandad es fuerte pero políticamente mediocre hasta el punto de negarse a colaborar honestamente con otros grupos reformistas. Quieren ser los únicos. Los critico mucho, aunque si tuviera que votar votaría por ellos porque los otros son repugnantes.

Cuando me sacó de la cárcel, le dije al rey Husein «¿por qué no incluye a la Hermandad en el gobierno y así los neutraliza? La gente los acabará echando. Lo que la gente quiere es ganarse dignamente su sustento; si no lo consiguen será el pueblo quien los eche; si lo consiguen será un éxito para usted que le dará fuerza y popularidad. ¿Por qué convertirlos en héroes?»

Mira a dónde hemos llegado, si siguen estando proscritos como ocurre en Egipto, ya no podremos esperar que los Hermanos Musulmanes adopten una agenda reformista. En lugar de ser auto-críticos por los errores que han cometido están pendientes de Sisi. Yo era muy crítico con los Hermanos pero cuando se produjo el golpe de Estado del 3 de julio emití un comunicado en el que afirmaba: «Ahora sois vosotros quienes habéis conseguido con vuestra estupidez que ya no se critique a la Hermandad. Lo que ha ocurrido es un golpe militar y los nacionalistas os habéis comportado como mezquinos».

Soy miembro de la Conferencia Nacional Árabe (CNÁ) y sé que por desgracia la mayoría de los nacionalistas se posicionan en función del la animadversión que les provocan los Hermanos Musulmanes. Nadie toma posiciones por amor a su país. Porque amo a mi país puedo llegar a un acuerdo con alguien que detesto. Así fue que todos esos nacionalistas se alinearon con Sisi. Mi posición coincide con la del periodista Abdel Bari Atwan, que llegó a decirme: «algo no funciona en el seno de la CNÁ, ¿cómo es posible que sólo tú y yo veamos que esto es un golpe de Estado?»

Los islamistas cometieron un terrible error en 2011 cuando acudieron a Estambul con el Consejo Nacional Sirio a pedir la intervención extranjera. Luego, por su parte, los nacionalistas cometieron otro error aceptando a los militares [en Egipto]. Ambos son errores trascendentales pero se equivoca quien afirme que los islamistas y los nacionalistas son irreconciliables por sus diferencias ideológicas. Son los falsos nacionalistas quienes no pueden entenderse con los falsos islamistas y viceversa. Celebramos conferencias conjuntas en las que nacionalistas e islamistas aceptaron dos consignas básicas: no a la intervención extranjera y no al militarismo. Los dos han pisoteado ambas.

Lo primero que deberían hacer es reconocer públicamente que se han equivocado. Los nacionalistas porque fue un error apoyar un golpe de Estado que ha dado lugar a una carnicería. Y los islamistas por haber solicitado ayuda militar exterior. Cuando ambos sectores se regeneren podremos trabajar para acercarlos. De momento reniego de ambos. Yo no me siento con gente falsa. Están mintiendo. Nos estamos jugando el destino de nuestros países, y no es solo responsabilidad del rey y de los presidentes.

-MEE: Usted se reunió con Asad antes de que comenzaran las protestas en Dera.

-LS: Cuando Túnez y Egipto triunfaron todo el mundo estaba muy feliz. Yo, sin embargo, estaba preocupado porque pensaba que si sucedía algo en Siria estábamos condenados. Fui a Líbano en coche y llamé a Buzaina Shaban [asesora de prensa del presidente sirio] para reunirme con ella. Me dijo: «Señor Shubailat, usted debería ver al presidente. Él tiene que escuchar lo que dicen personas como usted. Cuando se lo digo yo, la gente que nos rodea me crea problemas». Así que me llamó a los 15 minutos y me dijo que al presidente le gustaría verme. Esto fue el 3 de marzo de 2011, 12 días antes de que estallara Dera.

Estuvimos hablando durante dos horas. Fue una reunión interesante. En aquella ocasión me agradó porque aunque no estábamos de acuerdo no mintió. Como de costumbre fui muy franco. Abordé todos los temas, los alauíes, la corrupción, etc. Me dijo que había empezado a hacer limpieza, que había encarcelado a algunos de sus familiares porque hacían contrabando de cigarrillos. Incluso me dijo que iba a poner en vereda a su sobrino, el magnate Rami Majluf.

Cuando me habló de sus reformas yo le dije: «Doctor, el tempo de sus reformas es demasiado lento, el ritmo de los acontecimientos va mucho más deprisa. En Siria va a pasar algo…» Y me contestó: «No, no, nosotros somos nacionalistas y mantenemos una política exterior muy correcta, contraria a Israel». Yo insistí: «Mire doctor, algo va a suceder». Me dirigí a él como médico. «No estoy de acuerdo con usted. No es que yo quiera que ocurra pero va a suceder. Si algo llega a ocurrir, se lo ruego, póngase al lado del pueblo y contra los centros de poder». Y él dijo: «Yo no tengo centros de poder».

Después de nuestro encuentro le escribí una carta en la que le manifestaba que no estaba satisfecho con el resultado de nuestra reunión, que su programa de reformas era lento, que el ritmo de las reivindicaciones era mucho más rápido y que los mundasin [los infiltrados)] operaban en realidad dentro de sus filas y no en el movimiento popular. Llegó el día 15 de febrero y ocurrió. El día 24 pasé por Siria y entregué mi carta a Buzaina Shaban. La publiqué cuatro meses más tarde. Él ya se había referido a los infiltrados. Yo insistí en que los infiltrados estaban en el interior de su régimen. Le dije: «Por Dios, vaya a Dera como hizo el rey Husein en 1989 desplazándose a Maan; vaya y será bien recibido por la gente. Habían depositado sus esperanzas en usted. No haga caso a los halcones. Son ellos quienes envenenan las cosas entre usted y el pueblo».

Una de las principales figuras de la oposición estaba en la cárcel. Fue el único amigo que visité mientras estuve en Siria, Haizam al Maleh [islamista], hoy en día presidente del Comité Judicial de la Coalición. Le pregunté al presidente, «¿por qué mantiene a ese hombre en prisión? Es honesto y tiene muy buenas ideas. Usted debería escucharle». Al final Asad lo liberó; más adelante le dije a Maleh: «No militaricéis el levantamiento. Por favor, quédate en Damasco y no vayas a Bruselas. Ese será el comienzo de la caída de vuestro movimiento». Pero no me escuchó.

En una carta que escribí recientemente a los Hermanos Musulmanes en Egipto les pedía que no repitieran el mismo error que sus compañeros habían cometido en Siria. Que no dieran legitimidad al régimen. Si se militarizan, el régimen se sentirá legitimado para utilizar la fuerza. Ahora, haga lo que haga, Sisi es ilegal. Y en lo que respecta a Siria, lo que les dije fue: «vais a combatir pero al final ya sabéis que acabareis sentándoos a negociar. No conseguiréis que Asad y su gente se vayan del país y ellos tampoco conseguirán echaros a vosotros. Tendréis que aprender a vivir juntos, así que, ¿por qué no lo hacéis y evitáis que mueran centenares de miles de personas? El proyecto que os imagináis de un hermoso país en el que no haya más que islamistas, sin alauíes ni sin cristianos es un sueño enfermizo propio de alguien que ha perdido el norte. ¿No os dais cuenta de que se trata de una aspiración irrealizable? De acuerdo, ellos están en el poder. Así que lo que queremos hacer es disminuir su poder y conseguir más poder para nosotros. El ex presidente de Yemen, Ali Abdulá Saleh fue derrocado. ¿Está fuera de juego? No, es uno de los tres representantes en las conversaciones de Ginebra. No como presidente sino como jefe de una milicia. Habéis retirado a Ali Abdulá Saleh, pero ¿habéis acabado con él?».

Nunca he visto más críos jugando a ser políticos que hoy en día. La gente del Golfo creó Daesh y crearon al-Nusra. Fueron ellos quienes los crearon. Dejaron que saliera el genio de la botella y ahora intentan volver a meterlo dentro. Ninguno de los negociadores de Ginebra controla nada sobre el terreno. Es Daesh quien lo controla todo. Han destruido Siria.

-MEE: ¿En qué sentido es el rey el custodio de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén?

-LS: A quien protegen es a los israelíes, no a Al Aqsa. ¿Qué clase de custodio es ese? Cuando el Mosad intentó envenenar [el ahora dirigente de Hamas] Jaled Meshal en Amán en 1997, el rey Husein llamó al presidente de Estados Unidos Bill Clinton y le dijo que si los israelíes no proporcionaban el antídoto de inmediato, Jordania rompería relaciones con Israel. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado en Davos que Israel nunca ha tenido mejores relaciones con los Estados árabes que ahora, refiriéndose a Arabia Saudí, a Egipto, a los emiratíes. Y a Jordania. Netanyahu y los jefes árabes se coordinaron durante la guerra contra Gaza.

En Palestina se está produciendo algo nuevo que no está bajo control ni de Hamas ni de Fatah. Se trata de una nueva generación que emerge. ¿Ocurrirá algo positivo? No. Pero la gente no aceptará seguir estando bajo ocupación.

-MEE: ¿Cree que se está desarrollando un liderazgo suní cabal?

-LS: Por desgracia no. Lo anuncian como si fuera una promesa celestial pero yo no lo veo, y el responsable es Occidente que ahora paga el precio. El norte de África está justo al otro lado de Europa con cerca de 50 millones de musulmanes que les resultan hostiles. Han creado los problemas en África y en Oriente Próximo y ahora no pueden frenar a los que emigran buscando refugio.

Pero es así como se construyeron las civilizaciones. Los grupos humanos se desplazaban en tribus a otros lugares debido a la falta de agua y huyendo del hambre. Si Occidente quiere acabar con el problema de la inmigración tiene que resolver el problema israelo-palestino y no tolerar a los dictadores. Cuando el presidente de Irán Hasan Ruhani, visitó el Vaticano y cubrieron las estatuas desnudas para no ofenderle escribí acerca de lo poderoso que se ha vuelto Irán. No tiene nada que ver con que si los chiíes son buenos o malos sino con el poder que ha adquirido Ruhani.

-MEE: Y mientras tanto el Estado Islámico sigue creciendo…

-LS: La única fuerza capaz de conseguir adeptos es el líder del Estado Islámico Abu Bakr al Bagdadi, hasta el punto de que si dejara de considerar al resto como idólatras aún obtendría muchos más. Los jóvenes no tienen nada que perder; están hartos de sus gobiernos. Están hartos también de la gente como yo, opositores que no tenemos nada que ofrecerles. No tienen con qué ganarse la vida y se irán con Bagdadi.

Ocho días antes de que los israelíes atacaran Líbano en julio de 2006 pronuncié una conferencia titulada: «¿Quién tendrá el poder mañana? ¿los regímenes, la oposición pacífica, o la oposición militarizada?» Auguré lo que iba a ocurrir y en menos de cinco años ya está ocurriendo.

-MEE: ¿Ve alguna luz al final del túnel?

-LS: No, aún no, lo que veo es más conmoción. Esto es una tragedia.

Laith Shubeilat, ingeniero, es un reconocido y respetado político adscrito al islamismo democrático jordano que ha estado encarcelado en repetidas ocasiones por sus abiertas críticas contra la monarquía jordana. Fue elegido al Parlamento en 1984 desde donde intentó promover sin éxito una línea reformista que finalmente le costó la persecución política y la cárcel. Elegido presidente del Colegio de Ingenieros Jordanos, y dentro del papel movilizador que han tenido tradicionalmente las asociaciones profesionales jordanas, ha participado activamente en iniciativas antinormalización como al Comité contra el Sionismo y el Racismo, particularmente desde que se firmara el Tratado de Paz Jordano-Israelí de 1994. Asimismo, se posicionó firme y públicamente contra el embargo internacional impuesto a Iraq y contra la guerra y la ocupación de ese país.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/news/mee-interviews-laith-shubeilat-711229830#sthash.I7vLeoZr.dpuf