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Abu Ghraib, Guantánamo…y Chile

Fuentes: El Mundo

La semana pasada la tortura, la maldita tortura, volvió nuevamente a las primeras páginas mundiales con motivo de tres sucesos. Uno de ellos, el del Informe encargado hace un año por el presidente Lagos sobre las víctimas de la dictadura de Pinochet (1973-1990), aparentemente no tendría relación con los otros dos, Guantánamo y Abu Ghraib, […]

La semana pasada la tortura, la maldita tortura, volvió nuevamente a las primeras páginas mundiales con motivo de tres sucesos. Uno de ellos, el del Informe encargado hace un año por el presidente Lagos sobre las víctimas de la dictadura de Pinochet (1973-1990), aparentemente no tendría relación con los otros dos, Guantánamo y Abu Ghraib, aunque sí lo tiene, a pesar de pertenecer a realidades separadas por tres décadas. En el caso de Chile se trata de un informe en el cual se recogen los testimonios de más de 27.000 de las personas torturadas por el régimen de Pinochet, quien sólo pudo llegar al poder gracias al boicot político, económico, diplomático, propagandístico, militar y de Inteligencia llevado a cabo por el Gobierno de EEUU, sus multinacionales y la CIA, contra el legítimo Gobierno del socialista Salvador Allende (1970-1973). Lo mismo podría decirse de todas dictaduras instaladas en América Latina en los 60 y 70 bajo el paraguas de la Guerra Fría y la «guerra contra la subversión», que dejaron miles y miles de muertos y torturados, una cultura de violencia e impunidad y economías saqueadas.

Después de haber enseñado a «interrogar» a tantos miles de oficiales latinoamericanos en la tristemente célebre Escuela de las Américas, que funcionaba en el Canal de Panamá y de llevar el infierno y las armas químicas a las aldeas de Vietnam, los soldados estadounidenses volvieron a demostrar en Afganistán y en Irak que las directrices que reciben del Pentágono en el siglo XXI siguen siendo las mismas. La semana pasada The New York Times filtraba un informe confidencial de la Cruz Roja Internacional sobre las violaciones de los derechos humanos a los cientos de detenidos en la base de Guantánamo. Esta organización dice en él que el trato que se les da debe ser calificado de «tortura» lisa y llanamente, denunciando que los propios médicos informan a los interrogadores sobre los puntos débiles de los presos para aprovecharse de ellos a la hora de «interrogarlos»(léase torturarlos). Como la Cruz Roja Internacional sólo puede acudir a éste como a otros centros de detención en Afganistán e Irak en carácter de observadora y elaborar informes confidenciales dirigidos a las propias autoridades de EEUU, no puede en ningún caso denunciar públicamente a éste país.

Y éste tema está también vinculado con las últimas fotos de los presos iraquíes, que los muestran torturados por fuerzas de elite estadounidenses mucho antes de que comenzaran las acciones de resistencia. Hay informes más antiguos también confidenciales de la Cruz Roja Internacional, sobre las violaciones de los derechos humanos de detenidos en la base aérea de Bagram, en Afganistán, de fines de 2001 y a partir de esa fecha se suceden también los Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que luego se harían extensivos a Irak a partir de la guerra de 2003.

Las primeras imágenes sobre las torturas de Abu Ghraib salieron a la luz pública a fines de abril pasado y sin embargo el propio enviado especial de El Mundo, Javier Espinosa, publicaba meses antes, el 9 de enero, un artículo en el que recogía a las puertas de esa cárcel los testimonios de varios iraquíes recién liberados tras haber sido torturados allí por las tropas «liberadoras».

¿Esta vez también nos dirán Bush y Rumsfeld que los comandos de elite que aparecen en estas nuevas fotos no representan al Ejército de EEUU, que son una excepción, que no son esas las instrucciones que tenían?

Tal vez tampoco deben preocuparse demasiado. Las fotos y comentarios sobre los prisioneros capturados en Afganistán y trasladados en enero de 2001 a Guantánamo, encadenados, arrodillados, enjaulados, con monos naranjas, grandes orejeras y enormes guantes, duraron semanas y semanas en las primeras planas de todo el mundo; las de Abu Ghraib otro tanto o más; la imagen del marine rematando a sangre fría a un iraquí herido en una mezquita de Faluya apenas duró un par de días. Bush y Rumsfeld harán sus cálculos: éstas últimas durarán dos o tres días, no más. Saben que si los grandes medios estadounidenses no hacen demasiado ruido sobre el tema, el resto del mundo no lo hará. Y además, pensarán: «Ya es tiempo de Navidades ¿y a quién le gusta hablar de tortura ahora?»

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