De pronto usted no se sienta aludido con el Título 42, pero si es pobre y latinoamericano, y lo ignora, prepárese, que usted es su objeto. Las argucias de la derecha mundial son siempre colocar sobre toda la malignidad de su sucio negocio un manto de despiste, y la justificación del Título 42 no fue la excepción. Los gobernantes estadounidenses administradores de las grandes fortunas sobre todo de Blackrock, Vanguard Group, Fidelity Investments, entre otras, propiedad de los Buffet, Musk, Rothschild, y sus socios los suizos de UBS Group y los alemanes de Allianz, etc, sin darte cuenta administran tu dinero, ¡quien lo creyera!, sí, tu dinero; tus impuestos por pequeños que ellos sean llegan a sus manos con las políticas de ajustes que imponen los gobiernos con el FMI, con su regla fiscal, y pare de contar.
Sí, el Título 42, medida de los EE.UU. en los momentos en que arreciaba la pandemia, no había más lugar propicio que la pandemia para justificar lo que a grito se sabía en Gringolandia: contener la avalancha de angustiados latinos por la pérdida de tranquilidad que el sueño americano le arrebata desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. Léase, la proclama: de la doctrina del Destino Manifiesto “América para los americanos”; “La alianza para el progreso”, el neoliberalismo y su globalización, que, sin ningún empacho dijo Henry Kissinger: “la globalización económica causará muchas muertes, pero las personas que sobrevivan vivirán mejor”, etc, todo con una profunda carga colonialista.
Ante el desprestigio por la criminalidad de las dictaduras en América Latina y su derrota política, el imperialismo ante su crisis, acude a una de sus últimas armas: los bloqueos y sanciones contra las naciones que le adversan su política colonial. América Central donde cunde la criminalidad y la pobreza igual que en Haití, donde los marines hacen presencia; y, en Venezuela a partir de Chávez, aportan el mayor número de migrantes; el colmo, en Venezuela con la complacencia de la derecha venezolana los Estados Unidos arrecia el bloqueo generalizando, extendiendo la hambruna y la desestabilización económica, pero por la repetición de los medios pagados por los estados unidos la culpa es de Maduro, y lo que es peor, los migrantes repiten la diatriba.
El Título 42 es una ofensa monumental contra la dignidad de los pueblos: se les somete al hambre, se lucran y arrebatan su trabajo toda la vida, se adueñan de sus riquezas minerales, Una potencia universal como Estados Unidos, declara sobre una nación pequeña para crear las condiciones de invadir: “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los EEUU”, en el gobierno del inefable Obama, mientras que en ese país, su país, asesinan impunemente a los negros. En fin, los obreros, los proletarios, no tienen patria. En América Latina se les lanza al destierro y, al llegar a la frontera de la tierra prometida los Estados Unidos, encuentran al ogro intimidante prohibiendo el paso.
Derribar el muro de Berlin (1989) ocasionó jolgorio, día festivo del mundo capitalista, la televisión pagana, aprovechó el suculento plato político al que ayudó con la incitación permanente a derribarlo; hoy, los gobernantes, administradores del gran capital estadounidense yerguen muros ofensivos para prohibir por la fuerza la entrada de latinos a ese país a donde ha ido a dar gran parte de su esculcada riqueza
Los pueblos de América Latina, no van a pedir; van a que se le restituya lo robado durante siglos: su trabajo, sus tierras, sus tesoros, es decir, una deuda impagable, que hoy se ha revertido, el acreedor es hoy deudor moroso y sin capacidad de pago, convertido en paria de la humanidad, en su trasegar consiguen la muerte, el infortunio, la desdicha. Mas, la deportación lleva consigo la exigencia de colocarse en su país al servicio del verdugo que cumple el papel de apátrida.
El Título 42 es ofensivo y denigrante, mañana será con otro número o letra, pero con la misma esencia reaccionaria, discriminatoria, letal, brutal y miserable. La nación del norte está llena de expectativas, lo mismo que en América Latina sobre el fin del Título 42, pero no son muchas las esperanzas. La esperanza se labra en nuestra patria, para su verdadera libertad y soberanía. La esperanza se conquista con el compromiso patriótico de alcanzar nuestra plena libertad.
Que nuestro título sea el derecho de hombres y mujeres libres, en su propia tierra, dueños de sus sueños.
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