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Afrocapitalismo, ¿la nueva «ayuda» para África?

Fuentes: Pueblos

El origen de este artículo estuvo en una broma pesada. Una lectura de tarde y un tropiezo que desembocó en el precipicio: ¿que hay diferentes tipos de capitalismos? ¿Se da en el continente africano uno diferente del resto de continentes? Eso es lo que el empresario nacido en Nigeria Tony Elumelu, uno de los ‘businessman’ […]

El origen de este artículo estuvo en una broma pesada. Una lectura de tarde y un tropiezo que desembocó en el precipicio: ¿que hay diferentes tipos de capitalismos? ¿Se da en el continente africano uno diferente del resto de continentes? Eso es lo que el empresario nacido en Nigeria Tony Elumelu, uno de los ‘businessman’ más exitosos de África, parece creer. Y por eso que bautizó su creencia (basada en renovadas y maquilladas teorías neoliberales) como ‘africapitalismo’, con el fin de describir la clave para el bienestar futuro del continente. ¿Es entonces el africapitalismo la nueva panacea en el desarrollo internacional o son nuevas recetas para viejos esquemas? ¿Qué otras dinámicas se pueden encontrar? 

La participación de los inversores ricos en el debate sobre el desarrollo ha ido difuminando cada vez más los límites entre la inversión privada y la filantropía. Sin lugar a dudas, si eres uno de esos inversores en busca de nuevos espacios para multiplicar tus beneficios, no puedes ignorar la dinámica actividad del continente. Es un grito a voces. El África Subsahariana tiene seis de las diez economías de más rápido crecimiento en el mundo durante la última década, aunque el PIB no dé de comer al 80 por ciento de la población; conferencias que enloquecen a la prensa internacional donde se reúnen a decenas de jefes de estado para hablar del futuro; y algunos fondos privados que pregonan la posibilidad de enormes ganancias para invertir dinero.

Desde hace algunos años, las figuras clave del sector privado están promoviendo nuevos modelos de inversión filantrópica. Y el africapitalismo, también conocido como «la filantropía de riesgo» o «el filantro-capitalismo» combina desvergonzadamente la inversión con fines de lucro más el capitalismo de libre mercado con el objetivo de estimular el desarrollo económico. Algunos autores incluso se han apresurado a explicar que, adecuadamente manejado, el modelo podría superar a la ayuda como la principal forma de aliviar la pobreza.

Según palabras de Elumelu, el multimillonario nigeriano que fundó la United Bank for Africa y ahora es el CEO [1] de Heirs Holdings: «El africapitalismo es la filosofía en la que el sector privado africano tiene el poder de transformar el continente a través de inversiones a largo plazo, la creación de la prosperidad económica y la riqueza social. También es una llamada a la acción para nosotros, los africanos, a asumir la responsabilidad de nuestro propio desarrollo y para los no africanos de evolucionar su forma de pensar sobre la mejor manera de canalizar sus esfuerzos e inversiones en la región».

Elumelu, quien acuñó el término africapitalism en 2010, es solamente uno más de un número creciente de filántropos e inversores que utilizan su riqueza y expansión de los negocios personales para generar puestos de trabajo y, según ellos, los beneficios económicos generalizados para los países africanos. Algunos de los filántropos africanos a los que habría que seguir la pista de cerca serían:

  • Francois Van Niekerk (Sudáfrica). Fundador de Mertech Group, financia iniciativas de educación, de salud y de desarrollo de habilidades.
  • Donald Gordon (Sudáfrica). Magnate del sector inmobiliario y de los seguros privados, es el fundador de la Fundación Gordon Donald, que ha ofrecido unos 50 millones de dólares en donaciones para desarrollar mayores instalaciones educativas en el campo de las artes en el Reino Unido.
  • Aliko Dangote (Nigeria). Presidente del Grupo Dangote, ha hecho contribuciones por un total de 35 millones de dólares en Nigeria y en Congo Brazaville.
  • Mark Shuttleworth (Sudáfrica). Después de vender su empresa de seguridad digital por 575 millones de dólares, Shuttleworth gastó 20 millones en el desarrollo de software libre de código abierto, Ubuntu, y otros 20 millones (a través de la Fundación Shuttleworth) en la financiación de proyectos de personas que tratan de cambiar la sociedad.
  • Strive Masiyiwa (Zimbabue). El hombre más rico de Zimbabwe y el fundador de Econet Wireless. Masiyiwa ha extendido su trabajo filantrópico a varios países africanos, entre ellos Zimbabue. Estableció un fideicomiso de 6,4 millones de dólares en 2012 para pagar la educación de 40 estudiantes. También apoya a las organizaciones que ayudan a los huérfanos en Zimbabue.
  • Mo Ibrahim (Sudán). Nacido en Sudán, este multimillonario de las telecomunicaciones británico ha sido bautizado como el más poderoso hombre negro en el Reino Unido, así como el «Bill Gates de África» por sus esfuerzos filantrópicos en el continente. Ha firmado el compromiso de dar la mitad de su riqueza y ha ofrecido un premio de 5.000.000 dólares en 10 años y otros 200.000 para aquellos líderes africanos que se destaquen por su trabajo.

Otros filántropos notables son Mike Adenuga y Hakeem Belo-Osagie, de Nigeria; Manu Chandaria y Naushad Merali, de Kenia; Ashish Thakkar, de Uganda; la familia Sawiris, de Egipto; y Patrice Motsepe, Nicky Oppenheimer, Raymond Ackerman, Tokyo Sexwale, y Cyril Ramaphosa de Sudá frica.

El Dorado de los buenos samaritanos

A principios de 1990, los científicos del Swiss Federal Institute of Technology obtuvieron fondos del International Program on Rice Biotechnology, un programa creado por la Fundación Rockefeller para investigaciones en biotecnología. El objetivo era modificar genéticamente el arroz con pro-vitamina A. Once años más tarde, en 2001, los resultados se anunciaron con el titular: «Este arroz podría salvar un millón de niños al año». Las exageradas afirmaciones atrajeron nuevos inversores para una tecnología que todavía se encontraba en los laboratorios.

Una dimensión importante pero menos conocida fue la transferencia de los resultados de la investigación desde el sector público a una empresa privada, Syngenta, a cambio de asistencia en la negociación sobre la propiedad intelectual. En 2002, los materiales fueron trasladados al International Rice Research Institute (IRRI) en Filipinas. Allí, un equipo formado por los inventores, los donantes (entre ellos la Fundación Rockefeller) y un representante de Syngenta había emitido para entonces una licencia para comenzar la tarea de introducir la nueva variedad en climas tropicales del sudeste asiático. Más tarde llegaría a África.

El segundo de los ejemplos tiene su inicio en la década del 2000, cuando la Fundación Melinda y Bill Gates comenzó a financiar un nuevo proyecto de investigación, denominado Uso eficiente del agua de maíz para África (WEMA). En el contexto de las preocupaciones sobre el impacto del cambio climático en la agricultura africana, el proyecto tenía y tiene como objetivo desarrollar y difundir las variedades de maíz tolerante a la sequía para los pequeños agricultores. ¿Suena bien? Por supuesto. Pero siempre la letra pequeña, que termina por convertirse en desproporcionada, avisa.

El proyecto WEMA comparte ciertas características clave con el proyecto del arroz de la Fundación Rockefeller: materiales modificados genéticamente y patentados para solucionar problemas sociales de alto impacto ecológico. Sin embargo, las variedades de maíz WEMA son híbridos, lo que significa que los agricultores tendrán que comprar nuevas semillas cada año. Dado que el proyecto está dirigido a los pequeños agricultores en las zonas propensas a la sequía, que habitualmente guardan e intercambian semillas, esto significaría un costo adicional significativo para ellos, si se deciden a adoptar la tecnología, incrementando, por otro lado, las ganancias de la propia Fundación.

Megaproyectos útiles y polémicos

Retomando la pregunta: ¿filantropía en África? Ante esta pregunta osada, los nombres corrientes que vienen a la mente son el mencionado Bill Gates, Bono, Fundación Ford, Soros, Charity Water… Los medios de comunicación y el discurso público se centran en que el desarrollo de África necesita la ayuda actual de Occidente y la filantropía privada que es apoyada por la defensa apasionada de celebridades y personas adineradas. Pero esto es cierto sólo en parte.

En los últimos años, nuevos proyectos en diferentes áreas se han iniciado en el continente bajo la publicidad del desarrollo y con la financiación de muchos nuevos ricos que, entre otras cuestiones, buscan una nueva fuente de beneficio. Las formas en las que se entrelazan la acumulación de capital y la filantropía no es siempre evidente. Filántropos privados gozan de una independencia de los incentivos y las presiones a corto plazo, además de una falta de rendición de cuentas. Aquí algunos ejemplos.

Gran Inga Dam (República Democrática Del Congo). Potencialmente la mayor represa hidroeléctrica del mundo, el Gran Inga Dam es un proyecto que pretende domar el poderoso río Congo y proporcionar energía renovable necesaria para un máximo de 500 millones de africanos y africanas. Con el trabajo programado para comenzar en octubre de 2015, se afirma que este proyecto (80 mil millones de dólares) produciría 40.000 megavatios de energía, el doble que la presa china de las Tres Gargantas, actualmente la más grande del mundo. Según los cálculos del Banco Mundial, sólo el 11,1 por ciento de la población de la RDC tiene acceso a la electricidad.

Proyecto ferroviario entre Kenia, Uganda y Ruanda. Con casi 3.000 kilómetros de vía que conectaría tres países de África del Este, el ferrocarril desde la costa de Mombasa (Kenia) hasta la capital de Ruanda, Kigali, podría ser la respuesta del continente al Orient Express. Con salida en la segunda ciudad más importante de Kenia, y con una parada en la capital de Uganda, Kampala, la línea ferroviaria eludiría el Lago Victoria antes de dirigirse a su destino final: Ruanda. El proyecto está previsto que se complete en marzo de 2018, con un costo estimado de 13,5 mil millones de dólares.

Konza City (Kenia). Es un proyecto de 9,2 mil millones de dólares donde se pretende ubicar la futura metrópoli tecnológica al sureste de Nairobi. Apodado el «African Silicon Savannah», el proyecto es parte del «Visión 2030», el plan del gobierno de Kenia para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. La administración espera que proporcione 100.000 puestos de trabajo e incluirá un distrito de negocios, una universidad, áreas residenciales y parques. Pero el estado proporcionará sólo el cinco por ciento de la financiación, el resto del presupuesto se espera que llegue a través de contratos de arrendamiento de tierras a empresas privadas.

Ferrocarril entre Etiopía y Yibuti. Este ferrocarril de 650 kilómetros conectará la capital etíope de Addis Abeba con el puerto de Doraleh en la pequeña nación del Mar Rojo. Forma parte del Plan de Crecimiento y Transformación del Gobierno etíope y tiene un costo de 1,2 mil millones de dólares, de acuerdo con estimaciones de la consultora KPMG. Yibuti representa sólo el acceso al puerto de Etiopía y reduciría significativamente el costo de los bienes y el transporte para este país sin salida al mar.

La gran presa del renacimiento etíope. Está previsto que esta presa sea tan grande en escala como su propio nombre indica. Programada para ser terminada en julio de 2017, la enorme barrera le costará al gobierno etíope unos 4.700 millones de dólares y está siendo montada por la empresa de ingeniería italiana Salini Costruttori. Estará ubicada en el Nilo Azul, en la región Benishangul-Gumuz, y se prevé que al final de la obra se hayan creado unos 12.000 puestos de trabajo y la generación de 6.000 MW de energía. El proyecto ha causado controversia en Sudán y Egipto, ya que ambos países están preocupados porque la presa dará el control a Etiopía sobre el flujo de agua.

Proyecto Jasper (Sudáfrica). Una vez completado, será una planta de 96 MW de energía solar fotovoltaica en el norte de Ciudad del Cabo, una de las mayores instalaciones solares en el continente. El gigante Google, que ha gastado más de mil millones de dólares en proyectos de energía renovable en EEUU y Europa en los últimos años, ha hecho una inversión de 12 millones. El proyecto creará 300 empleos durante la construcción y 50 puestos operativos permanentes, según el Departamento de Energía de Sudáfrica. Jasper es parte del ambicioso objetivo de generar 18 gigavatios (GW) de energía limpia para el 2030 y reducir la dependencia del carbón en Sudáfrica.

Otros países africanos también están siguiendo la moda de solar. Mauritania, por ejemplo lanzó la hasta el momento mayor planta de energía solar fotovoltaica de África, que suministrará energía a cerca de 10.000 hogares. Recientemente, Ruanda ha inaugurado la primera planta de energía solar en África del Este.

Línea azul del metro (Lagos, Nigeria). Este proyecto de transporte pretende conectar la ciudad más grande de Nigeria, Lagos, con su Línea Azul del Metro. Está diseñado para aliviar la congestión y acelerar los tiempos de viaje para los habitantes de la ciudad. Es parte del programa de Lagos Rail Mass Transit implementado por el gobierno.

Hope City (Ghana). De momento no es nada más que una parcela vacía de la tierra, cubierta por unos pocos arbustos y algunas acacias. Pero en pocos años estas llanuras de hierba a las afueras de la capital de Ghana, Accra, podrían transformarse en un caldo de cultivo fértil para la innovación mundial. El presidente de Ghana, John Mahama, lo ha llamado Hope City (La ciudad de la esperanza), un centro de alta tecnología de unos 10 mil millones de dólares con el objetivo de fomentar el crecimiento tecnológico y atraer a los principales actores de la industria mundial en el sector de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Podría albergar a unos 25.000 residentes y crear unos 50.000 puestos de trabajo.

La otra realidad: dinámicas ocultas

Las afirmaciones de que la inversión del sector privado puede realmente resolver los problemas de África no están exentas de controversia. Pero el foco de luz tendría que estar además orientando hacia otro lugar. La Foundation Center publicaba un informe [2] acerca de las donaciones internacionales y de las fundaciones estadounidenses que gastaron en total de aproximadamente 255 millones de dólares en África en el 2010. Durante el mismo año, las donaciones internacionales para el desarrollo en África desde el Reino Unido fueron de poco más de 100 millones de dólares.

Son cantidades muy sorprendentes. Sí. Pero quizás nada comparable con los 40 mil millones de dólares que los africanos de la diáspora enviaron en remesas ese mismo año. Y esto ha crecido desde entonces a unos 60 mil millones al año, lo que excede al financiamiento de fundaciones privadas y organismos bilaterales y multilaterales de ayuda. Aquí la respuesta.

Durante demasiado tiempo, la ayuda occidental, la filantropía y las inversiones se han visto como los motores del desarrollo, especialmente de financiación, en África. Con la mejora de los indicadores económicos de muchos países y un número cada vez mayor de la clase media y de una clase rica, ahora hay un reconocimiento del inmenso capital financiero e intelectual que existe en África. Las subvenciones de africanos como Tony Elemulu están trabajando para canalizar estos recursos en esa sombra llamada afrocapitalismo. Pero las comunidades de la diáspora africana, a pesar de todas las promesas de potencial financiero y humano, tienen que ofrecer un mecanismo eficaz para la filantropía estratégica.

Puede que no haya 1.000 Mo Ibrahims o Aliko Dangotes, pero hay cientos de miles de personas cuyas inversiones pequeñas pueden agregar hasta grandes cantidades de capital que pueden satisfacer las necesidades de desarrollo desde la educación para la salud, el liderazgo, o la infraestructura. Todo comienza con un acto sencillo: vamos a dar rienda suelta a, por ejemplo, tan sólo a un uno por ciento adicional (o 300 millones de dólares) de esos 60 mil millones en remesas anuales que recibe el continente. Entonces, la próxima vez que alguien te pregunte sobre la filantropía de África, también podrás hablar de los africanos en la diáspora y dejar a un lado conceptos cool, como el de afrocapitalismo, por ejemplo.


Notas:

  1. Director ejecutivo, según sus siglas en inglés.
  2. Ver informe en www.foundationcenter.com: International Grantmaking Update. A Snapshot of U.S. Foundation Trends (2012).

Sebastián Ruiz es periodista e investigador especializado en medios de comunicación y cine en el África subsahariana. Doctorando por la Universidad de Sevilla. Coordinador de la sección Cine y Audiovisuales en el portal sobre artes y culturas africanas www.wiriko.org.

Artículo publicado en el nº65 de Pueblos – Revista de Información y Debate, segundo trimestre de 2015.